¿Qué
va a suceder?
Como carezco de imaginación, voy a contar la
historia de un personaje real, el cardenal Remolins, ampliamente desconocido.
Estamos en 1518. Ha sufrido un síncope y está recuperando la conciencia. Se
encuentra impedido de hablar y de moverse y no ve ni oye nada, pero tiene
conciencia, puede pensar, aunque confusamente. Y, a la vez que se enfrenta con
su problemático presente, rememora los principales episodios de su vida. La
historia es, pues, la de este hombre, que tuvo incidencias interesantes, que estuvo
casado antes de hacer carrera en la Iglesia, y que, al servicio del Papa,
intervino en el proceso de Savonarola en Florencia y fue uno de los jueces de
la conspiración del cardenal Petrucci.
¿Cómo
lo voy a presentar?
Lo ideal sería un largo flash-back en monólogo, sin
apenas pausas, en plan “corriente de conciencia”, con un flujo de hechos
presentados de manera confusa, cronológicamente desordenada, sin apenas
puntuación. Pero me temo que no soy capaz de hacer eso durante 20 páginas
seguidas (ni durante 10) y que, además, los lectores, que no saben gran cosa de
los hechos a los que se aludirá en ese monólogo, no entenderían casi nada,
aburriéndose soberanamente.
Por eso, me parece más prudente alternar los monólogos
(que no serán estrictamente una “corriente de conciencia”) con cortas
narraciones convencionales de los hechos principales de la vida del personaje,
que ayuden a entender lo que piensa o siente, y alivien al autor y a los
lectores del penoso trabajo de seguir las circunvoluciones de un cerebro averiado
y confuso.
El tono de la parte del monólogo va a ser el del
estado del protagonista. Nada intimista, creo, aunque eso se irá viendo
conforme suceda. La otra parte será, como ya he dicho, una narración más
convencional, ajustada a lo que se sabe históricamente, que en algunos puntos
(como el más interesante, el de Savonarola), es bastante, pero en otros es
escaso o casi nulo (el de su
matrimonio). En estos casos, la imaginación tendrá que suplir la falta de
datos.
La idea es producir el contraste entre el tono de la
narración histórica, triunfante (pues Remolins tuvo una vida exitosa) y el de
su situación actual, entre lúgubre y expectante.
Respecto a la secuencia de eventos, ya he dicho cómo
va a ser, una alternancia de monólogo interior desordenado y narración más
ordenada, presuntamente objetiva, en tercera persona.
¿Quiénes
son los personajes?
El principal (casi único) personaje es Remolins,
cuya psicología y trayectoria creo que quedará bastante definida por el
conjunto de la narración. Es un hombre de poder, y todos sus actos han estado
marcados por la ambición y la avidez de cargos, prebendas y beneficios. Y todo
le ha ido saliendo bien…hasta ahora.
Los demás personajes, secundarios, sólo interesan
por el papel que tuvieron en la vida de Remolins. El más conocido es el fraile
Savonarola, que sublevó a Florencia y se enfrentó al Papa Alejandro VI. El
relato lo va a presentar más como víctima del poder que como alternativa al
mismo. Aunque el personaje es bastante complejo, no creo que haya espacio en el
cuento para desarrollarlo demasiado.
Ya más al fondo habrán de estar los papas de la
época, Alejandro VI y León X sobre todo, la desdibujada ex-mujer de Remolins, o
el jovencísimo cardenal Petrucci, del que la historia no sabe con seguridad si
fue sólo un joven alocado o un verdadero conspirador. Esto me va a exigir algún trabajo de investigación
suplementario, por descontado, pero ya estoy en ello.
¿Cuáles
son los puntos de tensión del cuento?
Aunque creo que habrá que dejar que el relato se
vaya desarrollando por sí mismo, preveo que la principal tensión estará en el
contrapunto entre (por así decir) las glorias pasadas y la miseria presente.
Habrá que ver si el protagonista se inclina por el autoengaño, considerando que
no todo ha terminado, que volverá a su salud y su vida anterior, o se enfrenta
a la verdad de un final próximo y deduce de ello la vanidad de sus lujos y
ambiciones. Inevitablemente, la angustia del hombre ante la muerte aflorará en
algún momento. Y, en último término, puede encontrarse una tácita meditación
sobre el poder.
Aunque no es un recurso que me guste demasiado, el
final introducirá un giro relativamente inesperado. Sólo adelanto que el relato
acabará con el protagonista que parece recuperarse (al menos parcialmente). El
giro, en realidad, no lo introduce el autor, sino la Historia, y creo que lo
daré en un epílogo que reproduzca un pasaje de un historiador contemporáneo del
protagonista, Ciaconius. Será su texto el que ponga fin al relato, y, a la vez,
dé una perspectiva nueva a lo que en él se cuenta.
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