miércoles, 18 de noviembre de 2015

ESQUEMA DE CUENTO

¿Qué va a suceder?
Como carezco de imaginación, voy a contar la historia de un personaje real, el cardenal Remolins, ampliamente desconocido. Estamos en 1518. Ha sufrido un síncope y está recuperando la conciencia. Se encuentra impedido de hablar y de moverse y no ve ni oye nada, pero tiene conciencia, puede pensar, aunque confusamente. Y, a la vez que se enfrenta con su problemático presente, rememora los principales episodios de su vida. La historia es, pues, la de este hombre, que tuvo incidencias interesantes, que estuvo casado antes de hacer carrera en la Iglesia, y que, al servicio del Papa, intervino en el proceso de Savonarola en Florencia y fue uno de los jueces de la conspiración del cardenal Petrucci.
¿Cómo lo voy a  presentar?
Lo ideal sería un largo flash-back en monólogo, sin apenas pausas, en plan “corriente de conciencia”, con un flujo de hechos presentados de manera confusa, cronológicamente desordenada, sin apenas puntuación. Pero me temo que no soy capaz de hacer eso durante 20 páginas seguidas (ni durante 10) y que, además, los lectores, que no saben gran cosa de los hechos a los que se aludirá en ese monólogo, no entenderían casi nada, aburriéndose soberanamente.
Por eso, me parece más prudente alternar los monólogos (que no serán estrictamente una “corriente de conciencia”) con cortas narraciones convencionales de los hechos principales de la vida del personaje, que ayuden a entender lo que piensa o siente, y alivien al autor y a los lectores del penoso trabajo de seguir las circunvoluciones de un cerebro averiado y confuso.
El tono de la parte del monólogo va a ser el del estado del protagonista. Nada intimista, creo, aunque eso se irá viendo conforme suceda. La otra parte será, como ya he dicho, una narración más convencional, ajustada a lo que se sabe históricamente, que en algunos puntos (como el más interesante, el de Savonarola), es bastante, pero en otros es escaso o casi nulo (el de  su matrimonio). En estos casos, la imaginación tendrá que suplir la falta de datos.
La idea es producir el contraste entre el tono de la narración histórica, triunfante (pues Remolins tuvo una vida exitosa) y el de su situación actual, entre lúgubre y expectante.
Respecto a la secuencia de eventos, ya he dicho cómo va a ser, una alternancia de monólogo interior desordenado y narración más ordenada, presuntamente objetiva, en tercera persona.
¿Quiénes son los personajes?
El principal (casi único) personaje es Remolins, cuya psicología y trayectoria creo que quedará bastante definida por el conjunto de la narración. Es un hombre de poder, y todos sus actos han estado marcados por la ambición y la avidez de cargos, prebendas y beneficios. Y todo le ha ido saliendo bien…hasta ahora.
Los demás personajes, secundarios, sólo interesan por el papel que tuvieron en la vida de Remolins. El más conocido es el fraile Savonarola, que sublevó a Florencia y se enfrentó al Papa Alejandro VI. El relato lo va a presentar más como víctima del poder que como alternativa al mismo. Aunque el personaje es bastante complejo, no creo que haya espacio en el cuento para desarrollarlo demasiado.
Ya más al fondo habrán de estar los papas de la época, Alejandro VI y León X sobre todo, la desdibujada ex-mujer de Remolins, o el jovencísimo cardenal Petrucci, del que la historia no sabe con seguridad si fue sólo un joven alocado o un verdadero conspirador. Esto  me va a exigir algún trabajo de investigación suplementario, por descontado, pero ya estoy en ello.
¿Cuáles son los puntos de tensión del cuento? 
Aunque creo que habrá que dejar que el relato se vaya desarrollando por sí mismo, preveo que la principal tensión estará en el contrapunto entre (por así decir) las glorias pasadas y la miseria presente. Habrá que ver si el protagonista se inclina por el autoengaño, considerando que no todo ha terminado, que volverá a su salud y su vida anterior, o se enfrenta a la verdad de un final próximo y deduce de ello la vanidad de sus lujos y ambiciones. Inevitablemente, la angustia del hombre ante la muerte aflorará en algún momento. Y, en último término, puede encontrarse una tácita meditación sobre el poder.

Aunque no es un recurso que me guste demasiado, el final introducirá un giro relativamente inesperado. Sólo adelanto que el relato acabará con el protagonista que parece recuperarse (al menos parcialmente). El giro, en realidad, no lo introduce el autor, sino la Historia, y creo que lo daré en un epílogo que reproduzca un pasaje de un historiador contemporáneo del protagonista, Ciaconius. Será su texto el que ponga fin al relato, y, a la vez, dé una perspectiva nueva a lo que en él se cuenta. 

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