miércoles, 28 de octubre de 2015

La historia perfecta - Anastasiya

Pasada la medianoche, el escritor dejó, por fin, el gastado bolígrafo, y se quedó un rato mirando las decenas de folios que yacían delante de él, en la mesa. “Lo he conseguido”, pensó, y sonrió para sí mismo. Lo había escrito.

Sí. En definitiva, estaba contento con su trabajo. Tras varios años de esfuerzo, revisiones, tachones, correcciones, noches sin dormir (tanto por la llegada de la inspiración como por su ausencia) y días de búsqueda de referencias en bibliotecas, había alcanzado su meta: un escrito que a él mismo le habría encantado leer.

Pero, ¿qué es lo que lo hacía perfecto? Desde el principio, sabía que incluiría una trama dinámica, con cambios de escenario y situación. La acción era predominante, aunque no faltaban momentos de reflexión, donde tanto los sucesos como los propios personajes se analizaban.

El género que eligió fue la fantasía, pues le parecía que era el mejor modo de enlazar, y también de dar libertad, a aquel cúmulo de fragmentos y episodios que surgían en su mente. Creó un mundo completamente distinto al real, lleno de magia, seres extraordinarios y batallas épicas. Pudo imaginarlo todo. Eso sí, siempre siguiendo un límite autoimpuesto; aunque incluyera elementos fantásticos, la credibilidad y la lógica seguían siendo importantes. 

Creó un protagonista fuerte, pero no en el sentido físico; tenía personalidad, fuerza de voluntad, y un potente sentido del deber: sus creencias no se doblegaban fácilmente. Lo acompañaban otros personajes, por supuesto: amigos fieles, consejeros sabios, e incluso figuras que lo inspiraban. Había también antagonistas, luchando por la causa contraria. Sin embargo, lo más importante era la profundidad de todas las figuras: cada uno tenía un pasado, unos motivos, unos deseos y unos temores. Ninguno era completamente “bueno” o “malvado”, “blanco” o “negro”; todos eran, más bien, un gradiente de grises.

En su creación, no faltaban momentos de misterio, especialmente al principio, donde el lector sería atormentado por muchas preguntas sin respuesta. Seguiría buscándolas incluso al final, que, aunque parece tener un carácter cerrado, todavía deja lugar a algunas conjeturas.  Ah, y no podría ser un escrito perfecto sin uno de los grandes temas de la humanidad: el amor. Claro que el protagonista se enamoraba de alguien. Claro que los amantes tenían que superar miles de obstáculos para conseguir su pedacito de felicidad. Y claro que, al final ambos se… Uy, esto ya lo sabrán cuando lo lean. No quisiera estropearles el final. 

Y lo más importante: con cada página, el autor quiso transmitir un mensaje de esperanza. De que vale la pena luchar por lo que crees. De que siempre hay elección. De que siempre hay una posibilidad de ganar, quizás una entre un millón, pero la hay.

El lector quedaría cautivo desde las primeras palabras. Y lo que seguiría leyendo sería original, emocionante, que aparentemente lo aleja de la realidad, pero cuya base es, esencialmente, la vida de cada uno.

Satisfecho, el escritor apagó la lámpara y, por primera vez en varios años, se fue a dormir, con la consciencia tranquila. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario