La historia perfecta es la que te susurran justo antes de nacer
y aquella que de un guantazo te arrebatan al nacer y tú, claro, lloras. Lloras de
rabia, lloras de frustración y probablemente maldices en el lenguaje neófito universal
a todos los familiares del señor de la bata blanca que tan amablemente te ha
hecho respirar. Pero claro, no lo puedes culpar. Estás vivo y la vida es por
definición imperfecta. Así que has nacido y has entrado en el mundo por la
puerta grande, bueno, más o menos.
Al principio todo va bien, eres un niño feliz y el resto del
mundo te importa un pimiento, pero los años pasan y no en balde. Algo empieza a
crecer en tu interior, algunos lo llaman pubertad, otros lo llaman inquietud,
pero el caso es que algo no te acaba de cuadrar, algo falta y no sabes lo que
es. De repente sientes la llamada de la pintura, del dibujo, de la escultura,
el escenario, la literatura o incluso de las drogas. Puede que no sea una
llamada a gritos, algunos tardan más de media vida en oírla, pero como mínimo
un seductor susurro que resuena en tu memoria. Es la llamada del héroe. Nuestra
llamada. ¿Y ahora qué? Ahora viene lo duro, ahora toca superar las pruebas y empezar
un viaje cuya única meta es el re-descubrimiento de aquella historia que una vez
nos fue contada y la vida nos arrebató. Tal vez ese sea el sentido de la vida,
o simplemente una increíble paja mental que sirve de justificación para que
miles de millones de personas a lo largo de los siglos hayan dedicado sus vidas
a las artes…o en su defecto a las drogas, aunque este último camino tal vez sea
el menos recomendable junto con el de no recibir llamada alguna. Para gustos
colores.
Creo firmemente en la búsqueda de La Historia Perfecta, con
mayúsculas. Hablaba Platón del mundo de las Ideas y Sócrates de su rol como
matrona a la hora de ayudar a otras personas a llegar a las ideas. ¿Y si un
escritor fuera una simple matrona de historias? Ayudando a tantas historias a
nacer…Pero por desgracia para darles vida nos veremos obligados a darles un guantazo y
claro a base de tortas nada conserva la perfección. Por delicadas o artísticas que sean
las tortas.
:La vida es dura, sí, pero la perfección una blandengue.
Pablo Garrido
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