(Basado en el Relato de Tola)
Era la primera vez que viajaba en
avión. Me invitaron a la boda de una gran amiga de la infancia en la ciudad
suiza de Zúrich. Los lazos de amistad con Elena, mi amiga, eran de tal manera
fuertes que la consideraba una hermana, es por lo que acepté la invitación. Me
compraría ropa para la ocasión, así que me acerqué a varias tiendas de la Calle
de Colón. También necesitaba un sombrero. De pronto, en la tienda, me
acudieron un cúmulo de recuerdos de la infancia, precisamente de cuando conocí a
Elena.
Aquella mañana me vistieron de manera
especial y, por primera vez mi madre, después de peinarme, cuando estaba ya
vestida con el abrigo de terciopelo negro , calcetines largos hasta la rodilla
y zapatos negros de charol, me colocó aquel sombrero gris claro, con un gran
lazo que caía sobre mi pelo hasta la espalda. Recuerdo su beso, e intuí una
despedida, que más tarde comprendí que lo era. Mi padre conducía el Mercedes en
silencio. Varias veces acudieron a sus ojos lágrimas y las disimulaba con el
propósito de ocultar su emoción de algo que ni por asomo podía yo entender de
lo que se trataba. No me contestó a ninguna de mis preguntas. Su
conversación era un monólogo. Me hablaba de mi futuro como si quisiera que yo
consiguiera ser una mujer importante y que era lo único que pretendía, solo por
mi bien. Lo curioso era que mi madre no venía con nosotros. Siempre lo hacía
cuando íbamos de viaje. Yo tenía 6 años, pero era lo suficientemente despierta
para predecir que aquel viaje tenía que ver conmigo y con mi futuro.
Entré en el gran patio de aquel
edificio cubierta casi completamente su fachada de hiedra. En las ventanas
había muchas flores de todos los colores y unas monjitas estaban en el patio
hablando con unas personas con un niño con ellos. Comprendí que era un colegio,
que mis padres habían decidido internarme.
Al principio me dolió tener que abandonar a mis amigos y a mi casa, con
los juguetes de mi habitación, pero la sorpresa por mirarlo todo, de ver a
otras niñas vestidas exactamente como yo, y con el mismo sombrero, me
abstrajeron.
En el aeropuerto, a mi llegada al
destino, me estaban esperando Elena y su
prometido. Nos abrazamos mi amiga y yo y nos pusimos a llorar. Dijo Elena:
“Recuerdas, prometimos ser amigas hasta el final de nuestros días y lo seremos”
. Lo seremos, le contesté..
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