sábado, 28 de febrero de 2015

Este texto lo escribí a finales del año pasado. No es exactamente lo que tenía pensado para el cuento fantástico pero me encantaría tener vuestra opinión. Un saludo. 

LA MUJER DEL ESPEJO
Mª Dolores García 

La luz del baño fallaba otra vez, dejándolo todo nuevamente a oscuras y con cada golpe de interruptor se escuchaba un resoplido.

Esto no lo hacía más fácil.

En uno de los intentos, la luz volvió, mostrando lo que a simple vista no parecía nada tan excepcional. Después de todo ¿qué hay de excepcional en que una mujer se pinte delante de un espejo? Aunque hacía mucho tiempo desde la última vez que ella se veía en esta situación. De hecho, se sorprendía de no haberlo olvidado, sintiendo por ello un extraño orgullo.

Los recuerdos de otros años se amontonaban en su cabeza igual que los pinceles y las sombras de ojos se amontonaban en el pequeño neceser rosado que sujetaba entre las manos.

- Supongo que debíais de estar impacientes por volver a sentiros útiles.- dijo dulcemente mientras abría la cremallera intentando justificar el desorden que reinaba dentro.
Por un momento se paró a escuchar sus propias palabras como si lo hiciera realmente por primera vez, como si se llenasen de un nuevo significado a cada segundo que las retenía resonando en su interior.

- ¿Y quién no quiere sentirse útil?- dijo por fin con tristeza volviendo la mirada hacia el espejo.

Y por un instante se sintió extraña y desconfiada ante la imagen que le proyectaba, como si no fuera ella la persona que tenía justo enfrente, como si no se reconociese.

- Es una tontería, no sé por qué estoy haciendo todo esto.- vio como decía la imagen del espejo a través de esos labios que eran también los suyos.

Y con torpeza intentó inútilmente cerrar la cremallera del neceser rosado que aún sujetaba entre las manos aunque lo único que consiguió fue que algunos de los pinceles más impacientes cayesen por el suelo.

- No ha sido una buena idea, no ha sido una buena idea...- empezó a repetirse una y otra vez, mientras miraba los pinceles inertes por el suelo y resoplaba de nuevo.
- ¡Mírate!- se oyó.
- ¿A quién quieres engañar? ¿Y este vestido?
- ¿Acaso te crees qué tienes 15 años? Vas haciendo el ridículo, como siempre…

Después de esas palabras los labios de la mujer se tensaron y en su lengua apareció un sabor amargo muy familiar. El tiempo se paró. Parecía como si ya no hubiese aire.
Muy lentamente apartó la mirada del suelo para fijarla en la imagen del espejo que tenía enfrente, volviendo a sentir esa extrañeza mientras se contemplaba. Cómo podía ser, nada había cambiado, cómo iba a hacerlo, era ella, era su imagen y era como siempre.

- ¿Ridícula?- repitió a su propia imagen escupiendo cada sílaba con desprecio.
- Tú has aguantado durante años una situación que no te hacía feliz pero, ¿yo soy la ridícula? Tú te has escondido entre estas paredes hasta ser igual que el papel pintado que hay en ellas pero, ¿yo soy ridícula? Tú has apartado de tu vida cualquier cosa que te
hiciera recordar que aún estás viva pero, ¿yo soy la ridícula? Discúlpame si no lo sé hacer tan bien como tú.- dijo dejando entrever dolor y rencor a partes iguales.

Durante unos instantes permaneció así, fría, inmóvil, de pie frente al espejo, contemplando algo más de lo que nadie hubiera podido ver de estar allí.

-Está bien.- le replicó la imagen del espejo con una tranquilidad inquietante.
- Y ¿qué es exactamente lo que vas a hacer ahora? ¿Cambiarlo todo, empezar de cero? ¿Construirte una nueva vida mejor? ¿Pretendes pintarte los labios y salir a comerte el mundo como si no te hubieras atragantado ya lo suficiente? ¿Quieres que la gente te valore por lo que vales y olvide lo que eres?
- No suena mal, la verdad.- se respondió desafiante, aunque las manos le temblaban mientras sujetaba un lápiz de labios que no se decidía a usar.
- No pensaba pintarme pero… ahora creo que la ocasión lo merece.
- Ya sabes lo que pareces...
- ¡Lo que me parece increíble es que tú me digas eso!
- ¿Por qué? ¿Acaso tú no lo has pensado ya tantas veces? ¿De verdad crees que en cuanto salgas por esa puerta dejarán de pesarte los años y las penas? ¿Crees acaso que serán más benévolos contigo de lo que tú lo fuiste? Estás cometiendo un error y lo sabes.-
- Puede ser, pero hoy me apetece equivocarme. Además, ahora sé que no hace falta que sea perfecta, ya no.
- Sabes lo que va a pasar...
- Te equivocas, sé lo que ha pasado, no lo que va a pasar. Pero sí sé lo que quiero y no está aquí.
- ¿Y qué es lo que quieres si se puede saber?
- ¿Te acuerdas de cómo era ser feliz? Te acuerdas de los paseos, de los días de lluvia y del olor a hierba. De los sueños, de las ganas de ver, de ser, de las caricias. ¿Te acuerdas de cuando me miraba al espejo y me devolvías una sonrisa? Te acuerdas de las promesas de “no, a mí no me pasará”, de los abrazos y de la música… Algo de todo eso tiene que quedar ahí fuera y voy a salir a buscarlo. Contigo o sin ti.

La luz se apagó nuevamente pero esta vez nadie se molestó en encenderla. Sólo un último resoplido junto al ruido alegre de unas llaves, acompañaron a unos pasos que se alejaban tras la puerta.

Quizás si la oscuridad hubiese dado unos segundos más de tregua, hubiéramos podido ver la fugaz sonrisa de una mujer que, por fin, había escapado del espejo.

Suerte. 

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