Este texto lo escribí a finales del año pasado. No es exactamente lo que tenía pensado para el cuento fantástico pero me encantaría tener vuestra opinión. Un saludo.
LA
MUJER DEL ESPEJO
Mª Dolores García
La
luz del baño fallaba otra vez, dejándolo todo nuevamente a oscuras y con cada
golpe de interruptor se escuchaba un resoplido.
Esto
no lo hacía más fácil.
En
uno de los intentos, la luz volvió, mostrando lo que a simple vista no parecía
nada tan excepcional. Después de todo ¿qué hay de excepcional en que una mujer
se pinte delante de un espejo? Aunque hacía mucho tiempo desde la última vez
que ella se veía en esta situación. De hecho, se sorprendía de no haberlo
olvidado, sintiendo por ello un extraño orgullo.
Los
recuerdos de otros años se amontonaban en su cabeza igual que los pinceles y
las sombras de ojos se amontonaban en el pequeño neceser rosado que sujetaba
entre las manos.
-
Supongo que debíais de estar impacientes por volver a sentiros útiles.- dijo
dulcemente mientras abría la cremallera intentando justificar el desorden que
reinaba dentro.
Por
un momento se paró a escuchar sus propias palabras como si lo hiciera realmente
por primera vez, como si se llenasen de un nuevo significado a cada segundo que
las retenía resonando en su interior.
- ¿Y
quién no quiere sentirse útil?- dijo por fin con tristeza volviendo la mirada
hacia el espejo.
Y
por un instante se sintió extraña y desconfiada ante la imagen que le
proyectaba, como si no fuera ella la persona que tenía justo enfrente, como si
no se reconociese.
- Es
una tontería, no sé por qué estoy haciendo todo esto.- vio como decía la imagen
del espejo a través de esos labios que eran también los suyos.
Y
con torpeza intentó inútilmente cerrar la cremallera del neceser rosado que aún
sujetaba entre las manos aunque lo único que consiguió fue que algunos de los
pinceles más impacientes cayesen por el suelo.
- No
ha sido una buena idea, no ha sido una buena idea...- empezó a repetirse una y
otra vez, mientras miraba los pinceles inertes por el suelo y resoplaba de
nuevo.
-
¡Mírate!- se oyó.
- ¿A
quién quieres engañar? ¿Y este vestido?
-
¿Acaso te crees qué tienes 15 años? Vas haciendo el ridículo, como siempre…
Después
de esas palabras los labios de la mujer se tensaron y en su lengua apareció un
sabor amargo muy familiar. El tiempo se paró. Parecía como si ya no hubiese
aire.
Muy
lentamente apartó la mirada del suelo para fijarla en la imagen del espejo que
tenía enfrente, volviendo a sentir esa extrañeza mientras se contemplaba. Cómo
podía ser, nada había cambiado, cómo iba a hacerlo, era ella, era su imagen y
era como siempre.
-
¿Ridícula?- repitió a su propia imagen escupiendo cada sílaba con desprecio.
- Tú
has aguantado durante años una situación que no te hacía feliz pero, ¿yo soy la
ridícula? Tú te has escondido entre estas paredes hasta ser igual que el papel
pintado que hay en ellas pero, ¿yo soy ridícula? Tú has apartado de tu vida
cualquier cosa que te
hiciera recordar que aún estás viva pero, ¿yo soy la
ridícula? Discúlpame si no lo sé hacer tan bien como tú.- dijo dejando entrever
dolor y rencor a partes iguales.
Durante
unos instantes permaneció así, fría, inmóvil, de pie frente al espejo,
contemplando algo más de lo que nadie hubiera podido ver de estar allí.
-Está
bien.- le replicó la imagen del espejo con una tranquilidad inquietante.
- Y
¿qué es exactamente lo que vas a hacer ahora? ¿Cambiarlo todo, empezar de cero?
¿Construirte una nueva vida mejor? ¿Pretendes pintarte los labios y salir a
comerte el mundo como si no te hubieras atragantado ya lo suficiente? ¿Quieres
que la gente te valore por lo que vales y olvide lo que eres?
- No
suena mal, la verdad.- se respondió desafiante, aunque las manos le temblaban
mientras sujetaba un lápiz de labios que no se decidía a usar.
- No
pensaba pintarme pero… ahora creo que la ocasión lo merece.
- Ya
sabes lo que pareces...
- ¡Lo
que me parece increíble es que tú me digas eso!
-
¿Por qué? ¿Acaso tú no lo has pensado ya tantas veces? ¿De verdad crees que en
cuanto salgas por esa puerta dejarán de pesarte los años y las penas? ¿Crees
acaso que serán más benévolos contigo de lo que tú lo fuiste? Estás cometiendo
un error y lo sabes.-
-
Puede ser, pero hoy me apetece equivocarme. Además, ahora sé que no hace falta
que sea perfecta, ya no.
-
Sabes lo que va a pasar...
- Te
equivocas, sé lo que ha pasado, no lo que va a pasar. Pero sí sé lo que quiero
y no está aquí.
- ¿Y
qué es lo que quieres si se puede saber?
-
¿Te acuerdas de cómo era ser feliz? Te acuerdas de los paseos, de los días de
lluvia y del olor a hierba. De los sueños, de las ganas de ver, de ser, de las
caricias. ¿Te acuerdas de cuando me miraba al espejo y me devolvías una
sonrisa? Te acuerdas de las promesas de “no, a mí no me pasará”, de los
abrazos y de la música… Algo de todo eso tiene que quedar ahí fuera y voy a
salir a buscarlo. Contigo o sin ti.
La
luz se apagó nuevamente pero esta vez nadie se molestó en encenderla. Sólo un
último resoplido junto al ruido alegre de unas llaves, acompañaron a unos pasos
que se alejaban tras la puerta.
Quizás
si la oscuridad hubiese dado unos segundos más de tregua, hubiéramos podido ver
la fugaz sonrisa de una mujer que, por fin, había escapado del espejo.
Suerte.
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