Faltan diez minutos.
Me giro y veo a mamá mirando desde la ventana, como siempre. No sé por qué pone
esa cara como si me fuera a caer de un columpio. Sólo he quedado con Maik, como
todos los días. No hace esa mueca rara cuando estoy con otros amigos.
Igual hoy tenemos que jugar dentro de casa. Hay nubes negras.
No me importa, a Maik le gusta jugar con mis muñecas. No sé por qué a los otros
chicos no. Dicen que son cosas de niñas, no lo entiendo. Son juguetes. Yo
también juego con coches y no soy un chico.
El sábado es mi cumpleaños pero Maik no vendrá, no le gusta la gente. Un día
traje más amigos a la hora que él viene siempre y no apareció. Tampoco le gusta
estar delante de mamá o papá, se esconde cuando los ve.
Hay una nube con forma de casa. A Maik le gusta descubrir las formas de las
nubes pero cuando hace sol no podemos jugar a eso. Hoy sí podremos. Ojalá no
llueva.
Huele a bizcocho. Mamá siempre lo hace cuando está nerviosa, dice que le
tranquiliza cocinar cosas dulces porque todo está medido y no hay que pensar.
No lo acabo de entender pero si ella lo dice será verdad.
No me preocupa que Maik no venga. Él siempre viene aunque haya tormenta. Todos
los días a la misma hora. Pero yo siempre estoy esperándole antes. ¿Y si algún
día viene pronto y como no estoy se va? Un día me puse malita y al día
siguiente me dijo que estuvo esperándome hasta que se hizo de noche. Pero tengo
miedo de que si llego tarde él se haya ido pensando que vuelvo a estar malita.
Es mi mejor amigo. Nunca me mira como si estuviera loca ni se ríe de mí. Los
demás se burlan pero nunca sé por qué. Me da igual, Maik y yo estamos pensando
en escaparnos un día e ir al centro de la ciudad y cuando vuelva al colegio les
podré contar a todos que hemos ido solos sin los papás y nadie podrá volver a
reírse de mí.
Faltan cinco minutos.
Me levanto y miro hacia la derecha, por donde siempre viene Maik.
Parece que sea casi de noche por culpa de las nubes.
El bizcocho cada vez huele mejor. Puede que mamá nos lo deje para merendar como
regalo adelantado de cumpleaños.
Maik dice que le gustan los dulces pero mamá nunca me deja comerlos para
merendar así que no come nada cuando viene a jugar. El año pasado le guardé un
trozo de tarta de mi cumpleaños pero estaba deshecha cuando se la di porque la
tenía en el bolsillo de la chaqueta. No se enfadó.
Nunca se enfada. Dice que es una tontería, que es mejor estar siempre bien y
contento con todo el mundo. Yo le digo que eso es muy difícil y él siempre me contesta
que no lo puede ser tanto si él lo consigue.
Ojalá pudiera ser como él. A veces creo que nos parecemos mucho pero luego
pienso que no porque no conozco casi nada de él. Ni siquiera sé dónde vive,
nunca quiere decírmelo, creo que no quiere que vaya a su casa. Igual a sus padres
no le gusta que tenga amigos y por eso tampoco viene a verme cuando hay más
gente.
Pero todo eso me da igual porque es el mejor amigo que tendré nunca. Es el único
que siempre sabe qué me pasa y qué decirme para que esté mejor.
Me siento egoísta porque yo nunca le ayudo a él en nada, tampoco me cuenta
cosas con las que necesite ayuda. Nunca parece triste, nunca llora, nunca se
queja si se cae y se hace daño.
Pero si algún día le pasa algo malo yo estaré ahí para lo que sea.
Se me están helando los deditos de los pies. Parece que va a llover de verdad.
Espero que venga rápido porque si no se mojará y mamá se enfadará si moja el
suelo de casa.
Caen gotitas pequeñitas.
Venga, Maik, no seas tan puntual, ven pronto o mamá no te dejará entrar.
El viento empieza a soplar hacia mí y las gotitas caen sobre mi ropa.
Ya es hora, debería estar viniendo.
Salgo de debajo del porche y miro hacia la derecha. No veo a nadie. Pero puede
que sea por la lluvia. Ahora es más fuerte y el viento me golpea.
Mamá me llama desde la puerta de casa pero no puedo entrar, no hasta que Maik llegue.
Huele a bizcocho… quemado. Ahora Maik ya no podrá comer. Nunca come nada. Nunca
me cuenta nada. Nunca se queda cuando vienen mis amigos.
Pero siempre viene, siempre, por qué hoy tarda tanto.
Mamá me coge de la cintura y me lleva hacia dentro de casa.
No lo entiendes mamá, si no estoy se irá, creerá que no quiero ser su amiga y
no volverá.
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