Alguien puede afirmar
que no ha sentido nunca el cosquilleo expectante de una espera?..
Con el paso del tiempo
y con el uso, vamos erosionando las
palabras hasta dejarlas secas, las vamos vaciando con descuido, casi sin darnos
cuenta le quitamos el alma a las palabras.
La “espera”, en este mundo nuestro que vivimos, está llena de prisas y la hemos revestido con
stress, reduciendo su esencia a los minutos , confundiéndola con un simple
cronómetro, identificándola con la mayor o menor puntualidad..”¡Adiós que llego
tarde!..” “Te dejo..que me esperan!”..”Me retraso, lo siento..Estoy llegando!”
Nos hemos olvidado
Dicen
que los diez años marcan ya la distancia entre la infancia y la pubertad pero
no es cierto, Todavía se queda en la mirada vestigios de niñez. Las pupilas
reflejan, todavía, la cándida esperanza
y la fe inquebrantable en que las cosas van a suceder tal y como entonces se desean.
Hace tanto que tuvimos diez años que ya hemos
olvidado nuestros sueños! Y no sólo los sueños. Nos hemos olvidado del sentido
profundo de la “espera” palabra que
se nutre de esperanza y la esperanza
nada tiene que ver con un cronómetro porque no incluye el tiempo sino que abre
expectativas y estas expectativas se nutre de ilusiones que alimentan los
sueños y la ilusión nos va abriendo las puertas de un mundo de deseos que pone
el alma en vilo ¿Cuándo hemos vuelto a sentir la expectante ilusión de una
Noche de Reyes?
En este breve espacio os propongo un viaje a
un lugar muy cercano, un viaje interior iniciando un descenso, como un buceador
recorriendo las simas olvidadas,
haciendo un recorrido hacia espacios que son no todos ciertos, pero sí
reconocibles.
Sólo
una condición : que cerremos nuestros ojos de adulto ¡tan cansados e
incrédulos!
Tola Clérigues
3 – 12 - 2014 .
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