martes, 2 de diciembre de 2014

LA DECISIÓN



Te acostaste tranquila, teniendo la certeza de que mañana sería un día especial, aunque sonara muy grandilocuente, sabías que mañana sería el primer día del resto de tu vida. Estuviste temerosa durante toda la mañana, intentando tomar por fin la decisión. Analizaste en tu libreta como solías hacer ante las decisiones difíciles, los pros y contras. A la derecha de la hoja por qué habías de hacerlo, a la izquierda, por qué no hacerlo. 
Pacientemente fuiste anotando lo positivo y negativo de tan importante decisión. La columna derecha estaba llena de razones, la izquierda apenas un par de ellas. ¿Qué podías hacer?, tenías que llenar la columna izquierda fuese como fuese, porque tú querías que esa fuera la elegida, en tu yo interno irracional era la elegida, sin embargo tu cabeza prudente y racional que siempre te había caracterizado, no podía dejarse embaucar por la izquierda y debía como fuera encontrar razones que superase a tu diestra. Hiciste un repaso de estos últimos cuatro años. 
El principio en tu ciudad, en Valencia, llena de ilusiones por empezar algo nuevo, algo en lo que siempre creíste, que desde pequeña tuviste la certeza que harías, o quizá que siempre estuviste predestinada a hacer. 

Año tras año repasaste en tu cabeza lo mejor del recorrido, lo mejor de esos años, tus tardes de biblioteca disertando sobre la actualidad con tu compañero Juanma, ¿eso es lo que más recordabas? ¡Que bien lo pasabais! También los largos paseos por la Avenida Blasco Ibáñez, entre los cambios de clases o cuando quedabais a tomar algo en el bar de Chema pelándoos alguna clase. Cómo podías acordarte solamente de esos momentos, del entorno, de lo anecdótico, de lo colateral, ¿y lo sustancial?, ¿no lo recordabas? Por fin te paraste en el último año, en esta fantástica ciudad, toda una sorpresa para tí, nunca imaginaste que la necesidad de venir a ella para poder acabar tu sueño te llevaría a dar un giro a tu vida. 
 Te dolía la cabeza, dejaste la libreta en la mesilla de noche. El resto del día lo adornaste con quehaceres absurdos que entretuvieran tu mente y te condujeran hacia la nadería más absoluta. 

Por fin, hora de acostarse, ¡qué día más largo!, te dijiste. Preparaste tu ritual nocturno, limpieza de cara, libreta y bolígrafo, libro de cabecera y te fuiste a tu pequeña cama de 90 de aquella habitación alquilada en aquel barrio del Realejo donde tan a gusto te encontrabas. Habías encontrado tu sitio en aquel espacio desde fuera tan aparentemente cutre, ¡qué curioso!, vuelta a los orígenes, a la tierra de tu abuela, nunca lo hubieras imaginado, que bien te encontrabas, que paz te transmitía aquella ciudad y que vitalidad, toda ella te envolvía. Sonó el despertador, y con la tranquilidad de quien amanece en el paraíso, te despertaste. Primero la ducha en ese mini cuarto de baño donde al agacharte te dabas con las posaderas en la pared, después tus cremas de aloe, luego un poquito de colorete y eyeline, después la ropa; un baquero y una camiseta negra con mensaje “where it all begins” y unas deportivas de mil colores bastaron para salir a la calle. 

 Te encontrabas pletórica, eufórica, excitada de haber tomado la decisión. La columna izquierda seguía estando medio vacía, solo dos razones te habían llevado a tomar la decisión más importante de tu vida. No solo no te ibas a presentar al examen final de carrera, sino que te ibas a dedicar el día a ti misma, a recorrer aquella maravillosa ciudad que te tenía hipnotizada. 
Primero recorrerías todos los rincones de tu barrio que tanto te gustaba, seguirías hacia la Chana a tapear un pequeño almuerzo, después quizá subirías hacia el Zaidín o Sacromonte. Lo que tenías claro es que cenarías en la plaza que tanto te impresionó aquella primera noche que llegaste a la ciudad, cenarías en el Mirador de San Nicolás, con aquella fantástica puesta de sol que solo el Albaicín tienen y estarías tranquila, sabiendo que el día había pasado y habías tomado la decisión adecuada. 

 Luisa B.T.

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