-La
verdad, no me apetece volver a casa y ver cómo mis padres vuelcan en mí sus
frustraciones. -A veces hablaba así, en serio, resultaba enervante para los que
no le conocían.
-Ya, seguro que estás exento de
culpa en ellas. -Seguirle la corriente era uno de mis pasatiempos favoritos.
-No te metas en mi vida. -Replicó
tajante, pero conservando el tono burlón que definía su modo de ser.
-Pero no, hablando en serio, te
tienes que ir. -Si había suerte, accedería sin más, pero aquel día le dio por
mostrarse reticente, más de lo habitual. Lo supe al advertir que su sonrisa no
variaba un ápice.
-No creo que a tus padres les
haga mucha gracia que te quedes solo, con una compañía responsable estarán más
tranquilos.
-No me jodas tío, vete.
-¿Qué dices? ¿No estamos aquí
fetén? -Su repertorio de arcaísmos nunca dejará de sorprenderme. Pero eran todo
tretas. Sabía que me conocía y yo sabía que él sabía que me conocía, y así
sucesivamente, por eso deduje que, en última instancia, ganaría el más
obstinado, y aquella vez tenía yo más motivos.
-Soy algo más grandote que tú y
se dónde se esconden las armas en esta casa. -Me costaba demasiado hablar en
serio, y eso no me favorecía.
-¿Oye, cuando acabemos la partida
voy sacando el colchón? ¿O esta noche dormimos juntitos?
¿Ahora se apuntaba ya la
victoria? Sólo había una manera de ganar, las cartas sobre la mesa. Tenía un
mal presentimiento con esa jugada, pero no quería perder más tiempo. ¿Por qué debí
sugerirle pasar la tarde en mi casa?
-No es contigo con quien pensaba
dormir precisamente…
Aquello le chocó. Trató vanamente
de aparentar normalidad, pero sonaba un poco nervioso y acalorado. No
debía ser fácil, y menos en su situación, como más tarde aprendería.
-Pues lo siento tío, de veras,
pero será mejor que le digas que otra noche porque esta no puede ser.
-¡Hombre! ¡Ya era hora de que
dijeras algo gracioso de verdad! ¿Sabes? Llevaba toda la tarde esperando. -Ahora
parecía más sereno. En un principio pensé que el rápido cambio se debía a la
anulación de sus planes, primero, y a la asimilación de esto, después, pero ya
entonces sospeché que subyacía algo.
-Venga, me iré, pero voy a
satisfacer mi instinto de maruja. Dame unos detallitos. Cuanto más explícitos,
mejor.
-Yo no cuento esas cosas, soy un
caballero. -Los tópicos eran bromas recurrentes entre nosotros.
-Vamos, si sabes lo discreto que
soy. -Era cierto, nunca confiaba secretos a nadie. Ciertamente, era discreto.
Quizá demasiado.
-Mejor no, sería irrespetuoso.
-¡La conozco! ¡Es increíble! Ahora sí que quiero saber detalles. -En
ocasiones me calaba a la perfección. Era casi admirable. Lástima que no tuviera
yo esa facultad. Descubierto y confiado, cometí uno de los grandes errores
de mi vida. Guiñándole un ojo le confesé:
-No creo que a Blanca le gustase
que desvelo sus cosas íntimas.
Cuando
se enteró de que había quedado, estuvo contrariado. Esta vez los colores
huyeron de su rostro y su mirada se perdió, formando una mueca indescriptible
que me aceleró el corazón de puro terror. Segundos eternos después se apresuró
a coger el mando, musitando un huy tan
apagado, tan muerto, que me paralizó por completo. No supe adivinar con
exactitud lo que pasaba por su mente, ni lo intenté, pues su reacción me
bastaba para intuir el horror que le consumía. Seguimos jugando a la consola
forzadamente, tratando de aplazar lo que ambos preveíamos. Mientras mi
personaje moría sin cesar, pequeños detalles que no tenían sentido en su
momento iban abriendo una brecha en un muro que no me había molestado en
sortear, a pesar de tantos años contemplándolo. Su presencia ya me era
familiar, pero ahora llegaba el fatídico día en el que se derrumbaba, y era
deslumbrado por los paisajes del más allá.
-Bueno -Se limitó a pronunciar a
la media hora, lívido. -Ya es hora de irse. Se movía maquinalmente, sin soltura,
como si una fuerza invisible se opusiera a todo cuanto intentara. Era
lamentable, pero logré recobrar algo de aliento para decirle que lo sentía.
Aquello fue el detonante. Se giró y me dirigió una mirada entre suplicante y
acusadora, con esos profundos ojos azules, a mi alma. Desde luego eran
profundos, quizá demasiado. Lo que dijo no se correspondía con su mirada.
-No tienes que sentirlo. Adiós.
-No, aquella vez no se escaparía.
-¿Estás de coña? ¿Me dices qué te
pasa o no?
-Sabes perfectamente lo que me
pasa, y lo que me ha estado pasando. -Hasta en los momentos tensos hablaba con
elocuencia.
-Sí, AHORA lo sé. Sientes algo
por Blanca.
-Puede, pero no es importante, lo
que ella siente por ti, en cambio… -Las lágrimas acudían a los ojos. Desde que
teníamos diez años no recordaba haberlo visto llorar. Se me partía el corazón,
de verdad.
-Eh, eh, que no hay nada serio
-Ya, para nada serio necesitas la
casa a solas y escondes velas perfumadas en el baño no?
-Si hubiera sabido ALGO,
entonces…
-Lo que debes saber es que Blanca
es una desalmada. Déjala, lo digo por tu bien. -Aquello fue demasiado. Después
de todo, seguía creyéndose superior. Quería hablar, ayudarlo, y no solo trataba
de rehuirme sino que me miraba por encima del hombro después de derrumbarse y
con sus ojos empañados, lo que era un sinsentido.
-¿No serás tú el desalmado?
-No empieces…
-¿Que no empiece a qué? ¿Qué
cojones te pasa?
-¿Ahora me insultas a mí? No me duele, me duele que lo hagas por ella.
No la conoces.
-Sabes, creo que eres tú el que
no la conoces. -Ahora que lo había desenmascarado, por primera vez en mi vida
podía jugar a su juego.-dudo que te dignaras a actuar como una persona, actuaste
como siempre, en la sombra, montándote tus películas habituales. Si tan fuerte
era lo que sentías, cabía la posibilidad de confesarlo a tu mejor amigo,
¿verdad? Pues no, claro que no, porque yo te cuento todo lo mío y es perfecto:
ya tienes un perfecto idiota lleno de debilidades y puedes sentirte
superior. Claro, para eso te sirvo. -Notaba cómo a cada palabra mi mente se iba nublando, pero con una niebla
cálida y agradable que purgaba todo el ambiente fétido que había estado
obligado a respirar durante años. Apenas necesitaba pensar, pues eran palabras
que clamaban ser oídas desde hacía mucho.
-Si
ella entra por esta puerta, lo pagarás. -Dijo sonando lo más furioso y
amenazador posible. En sus labios aquellas palabras sonaban como un mal chiste,
de los patéticos, y las lágrimas empezaban a brotar a causa de su impotencia.
Entonces,
embriagado por el calor de la superioridad, saboreando una sensación que le
había abandonado y ahora me pertenecía, ajeno al daño que le estaba causando,
le contesté.
-Llegará
en diez minutos, por favor. -Jamás había pronunciado esas palabras con un
sadismo semejante. Aunque entonces no lo sabía, estaba ahondando en una llaga
que atravesaba todo su ser. No me conformaba con tenerlo en el suelo, me
empeñaba en hundirlo más todavía. Entonces le abrí la puerta y le mostré el
camino.
Abatido
y cubriéndose el rostro parcialmente con una mano, en dos pasos cogió su
chaqueta y, sollozando, empezó a cruzar el jardín hacia la salida. En ese
momento Blanca abrió la puerta y coincidieron. Parecía resuelto a desaparecer,
pero ella lo retuvo, cambiaron unas palabras y él se zafó de su brazo
violentamente, entonces ella me vio en el umbral y gritó:
-¡Nadie
va a ningún sitio hasta que me entere de lo que ha pasado aquí!
Entonces
él detuvo sus pasos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario