Hoy en la playa hace un buen
día, el calor del verano ya ha terminado
y la brisa es agradable. Nuestra
protagonista conoce las costumbres del astro, que le ofrece un punto de
equilibrio perfecto para ella: puede estar en biquini sin exponer su piel a
quemaduras. Es sábado por la mañana y se ha abandonado junto a la orilla del mar para gozar de su kit otoñal: una toalla amarilla, una coca cola
y un libro con muchas páginas.
Está sentada con las piernas
cruzadas, encorvada y con el libro apoyado sobre las rodillas; se le deben de
haber dormido, porque el libro es grueso y pesa bastante. Sin perder la concentración
en la lectura, la barbilla descansa sobre la palma de su mano.
Unas gaviotas nerviosas han
sobrevolado sobre ella, pero está tan absorta con su novela que no le ha
apetecido percatarse de su presencia o más bien de sus advertencias.
A continuación, un trueno ha
retumbado. La gente ha mirado hacia el cielo, pero está despejado y no saben de
dónde proviene. Ella no parece molesta por el ruido… está claro que las frases que lee tienen
gancho.
Se ha escuchado otro trueno y una
sombra circular ha aparecido como una mancha negra de chapapote en el mismo
cielo. La sombra cada vez se acerca más, parece una nave, enorme y siniestra. Se
ha dejado caer sobre las olas. La gente, sorprendidísima, se ha incorporado
para averiguar qué es exactamente ese armatoste, todos menos ella, que continua
abstraída en su lectura.
Es como un platillo volante, y de él han descendido unas sombras extrañas de
color fucsia que son capaces de caminar
sobre el agua. Los bañistas no salen de su asombro y han gritado, temerosos, cuando han visto que se dirigen hacia la orilla.
De repente, algunas sombras han cobrado forma humana y, desnudos, se han besado en la orilla. Parecen
tan enamorados...
Los bañistas no salen de su
asombro, y los fotografían con el móvil, qué aterrador y a la vez qué excitante. Pero
cuando aún no han tenido ni tiempo para asimilar el fenómeno, las sombras se
han vuelto a transformar: unos son soldados, otros son mujeres con niños
llorando, y una ballena enorme ha salido del mar y se ha tragado una barquita repleta
de seres, parecían piratas...
Los bañistas se apelotonan y se
abrazan entre ellos, demasiadas emociones y sorpresas. Y una sombra que se pasea
con traje militar, ¡se acaba de poner una toga blanca y sandalias! Lee un
pergamino en un idioma desconocido, qué paz transmite, piensan los bañistas que
no pueden retener las lágrimas... y entonces viene otra sombra a su encuentro,
pero lleva sombrero, guiña el ojo a una mujer, que por unos segundos cree que el
corazón se le va a salir, al final se ha desmayado en sus brazos. ¡Qué envidia
tienen las otras mujeres! Pero no tienen tiempo a vengarse de la envidia de la
desmayada, porque un zombi les ha tocado el hombro... gracias a Dios ha salido
del agua una vaquera con pistolas, y lo ha matado de un solo tiro. Un hombre tiene ganas de besar la heroína, pero está
sucia... Entonces una mujer en camisón,
con las orejas puntiagudas y el pelo dorado le quita con suavidad las pistolas…
y le lava las manos con el agua del mar,
casi interrumpen al viejo pescador que
canta para entretener su soledad.
Unos niños llegan corriendo hasta
el viejo, y le lanzan caramelos para endulzarle... uno va cojo, su madre corre
detrás de él con una muleta... y junto con los niños, el sacerdote que les
quiere regalar crucifijos. Algunos la rechazan, porque acaban de ver a un
hombre de capa volando, ¡quieren ser como él!
El cielo se ha nublado, llueve muchísimo
y se escucha una voz grave desde las nubes que retumba. Hay
gente que ríe, otra grita; unos se tiran al suelo y patalean, otros miran hipnotizados
el mar y dos han comenzado a hacer el amor, como si no hubiera mañana.
Un tornado, llega un tornado. Y
las sombras son absorbidas por el vendaval, suben por un embudo transparente y
se evaporan en el cielo. Las nubes desaparecen y las olas del mar se vuelven
pequeñitas y suaves.
Las personas se miran unas a
otras, contrariadas. Ella no se ha dado
cuenta de nada, solo existen ella y el libro, que está a punto de terminar. Lee
las últimas palabras y respira profundamente durante unos segundos. Se siente
plena, satisfecha. Levanta la mirada y
se sorprende. "¿Y toda esta gente abrazada? Ya no saben qué inventar para
entretenerse... hace falta más lectura, más lectura…”
El texto es de Ana Vila .
El texto es de Ana Vila .
No hay comentarios:
Publicar un comentario