jueves, 30 de octubre de 2014

¿Qué es para mí la literatura?



Hoy en la playa hace un buen día,  el calor del verano ya ha terminado y la brisa es agradable.  Nuestra protagonista conoce las costumbres del astro, que le ofrece un punto de equilibrio perfecto para ella: puede estar en biquini sin exponer su piel a quemaduras. Es sábado por la mañana y se ha abandonado junto a  la orilla del mar para gozar de su  kit otoñal: una toalla amarilla, una coca cola y un libro con muchas páginas.
Está sentada con las piernas cruzadas, encorvada y con el libro apoyado sobre las rodillas; se le deben de haber dormido, porque el libro es grueso y pesa bastante. Sin perder la concentración en la lectura, la barbilla descansa sobre la palma de su mano.  
Unas gaviotas nerviosas han sobrevolado sobre ella, pero está tan absorta con su novela que no le ha apetecido percatarse de su presencia o más bien de sus advertencias.
A continuación, un trueno ha retumbado. La gente ha mirado hacia el cielo, pero está despejado y no saben de dónde proviene. Ella no parece molesta por el ruido…  está claro que las frases que lee tienen gancho.
Se ha escuchado otro trueno y una sombra circular ha aparecido como una mancha negra de chapapote en el mismo cielo. La sombra cada vez se acerca más, parece una nave, enorme y siniestra. Se ha dejado caer sobre las olas. La gente, sorprendidísima, se ha incorporado para averiguar qué es exactamente ese armatoste, todos menos ella, que continua abstraída en su lectura.
 Es como un platillo volante, y  de él han descendido unas sombras extrañas de color fucsia que son  capaces de caminar sobre el agua. Los bañistas no salen de su asombro y han gritado, temerosos,  cuando han visto que se dirigen hacia la orilla. De repente, algunas sombras han cobrado forma humana y,  desnudos, se han besado en la orilla. Parecen tan enamorados...
Los bañistas no salen de su asombro, y los fotografían con el móvil,  qué aterrador y a la vez qué excitante. Pero cuando aún no han tenido ni tiempo para asimilar el fenómeno, las sombras se han vuelto a transformar: unos son soldados, otros son mujeres con niños llorando, y una ballena enorme ha salido del mar y se ha tragado una barquita repleta de seres, parecían piratas...
Los bañistas se apelotonan y se abrazan entre ellos, demasiadas emociones y sorpresas. Y una sombra que se pasea con traje militar, ¡se acaba de poner una toga blanca y sandalias! Lee un pergamino en un idioma desconocido, qué paz transmite, piensan los bañistas que no pueden retener las lágrimas... y entonces viene otra sombra a su encuentro, pero lleva sombrero, guiña el ojo a una mujer, que por unos segundos cree que el corazón se le va a salir, al final se ha desmayado en sus brazos. ¡Qué envidia tienen las otras mujeres! Pero no tienen tiempo a vengarse de la envidia de la desmayada, porque un zombi les ha tocado el hombro... gracias a Dios ha salido del agua una vaquera con pistolas, y lo ha matado de un solo tiro. Un hombre  tiene ganas de besar la heroína, pero está sucia...  Entonces una mujer en camisón, con las orejas puntiagudas y el pelo dorado le quita con suavidad las pistolas…  y le lava las manos con el agua del mar,  casi interrumpen al viejo pescador que canta para entretener su soledad.
Unos niños llegan corriendo hasta el viejo, y le lanzan caramelos para endulzarle... uno va cojo, su madre corre detrás de él con una muleta... y junto con los niños, el sacerdote que les quiere regalar crucifijos. Algunos la rechazan, porque acaban de ver a un hombre de capa volando, ¡quieren ser como él!
El cielo se ha nublado, llueve muchísimo  y se escucha  una voz grave desde las nubes que retumba. Hay gente que ríe, otra grita; unos se tiran al suelo y patalean, otros miran hipnotizados el mar y dos han comenzado a hacer el amor, como si no hubiera mañana.
Un tornado, llega un tornado. Y las sombras son absorbidas por el vendaval, suben por un embudo transparente y se evaporan en el cielo. Las nubes desaparecen y las olas del mar se vuelven pequeñitas y suaves.
Las personas se miran unas a otras, contrariadas.  Ella no se ha dado cuenta de nada, solo existen ella y el libro, que está a punto de terminar. Lee las últimas palabras y respira profundamente durante unos segundos. Se siente plena, satisfecha.  Levanta la mirada y se sorprende. "¿Y toda esta gente abrazada? Ya no saben qué inventar para entretenerse... hace falta más lectura, más lectura…”

El texto es de Ana Vila .

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