domingo, 9 de marzo de 2014

Dixit




                                 

 Nada más tener la carta en la mesa, intentó por todos los medios echar mano de algún súper poder que tuviera oculto, por ejemplo, el que atraviesa la materia, pero nada, no hubo manera; al menos, pensó, a la carta le habla el culo, aunque solamente dice una palabra: Dixit. Su destino venía marcado por esa única carta que seguía boca abajo repitiendo una y otra vez: Dixit, dixit, dixit, cada vez que ella parpadeaba, pero lo hacía de un modo contradictorio ya que lo pronunciaba enmudecida  -¡Eso!… ¡eso es lo que querría que hicieses! ¡Habla! ¡Vamos! ¡Porque por mucho que dices: “Dice”, no dices nada…! ¡Mal empezamos, bonita!

 Menos mal que la situación dio un giro copernicano, al permitirnos Fede que le diéramos la vuelta (no a él sino al naipe) y aparecieron ellos, los protagonistas del relato… ¡¿Pero cómo?! ¿No habíamos quedado que era un juego de cartas?…o… ¿es un puzzle? Porque le falta la pieza central; también es mala suerte…Con disimulo buscó sobre la mesa, pero no vio nada, así que puso cara de póker y empezó a analizar la carta que le había tocado. Debía ser un espécimen raro de puzzcarta, carpuzzle o puzznaipe, quizás la única que había en todo el mazo y le había correspondido a ella. Pues… ¡que salga el sol por Antequera!, se dijo sin pararse a reflexionar, intuyendo que el resultado iba a ser incierto (en su sentido más estricto)

 Se planteó entonces insertar una fotografía de la susodicha carta en el escrito para facilitar, más a ella misma que a los compañeros, la tarea; además, propuso su vertiente holgazana, si una imagen vale más que mil palabras, con escribir entonces sólo mil podría cumplir los requisitos puestos por Fede… pero nada, lo que no puede ser, no puede ser y sobretodo fue imposible encontrarla por Internet. Debería pues estrujarse los sesos para, con esas inacabables dos mil palabras, contar lo que percibieron sus ojos en cinco minutos escasos.

 Empezó por darle vueltas al posible título, debería dejar entrever algo de la trama, pero no sabía si dejando esta decisión para el final le permitiría escribir con mayor libertad, sin sentirse encorsetada por pretender ajustarse al mismo. Como le vinieron varias ideas a la cabeza, las escribió en una cuartilla para decidirlo en su momento (aunque si fuera completamente sincera diría que era para que no se le olvidase):

                                    -“Estar casado no es cazar”

                                    -“Y comieron ¿perdices?”

                                    -“Que vivan los novios, por favor”

                                    -“Bodas de sangre” – al lado de este apostilló: consultar si se puede poner un título ya usado por Fede (García, en este caso)

                                    -Porvenir incierto

                                    -Insoportable brevedad





Tras todos estos prolegómenos, por fin y al fin, llegó el fin, o…el principio (del fin), o…el final de este principio. Al final llegó el final.


                                              



                                            CAZADOR ¿CASADO?


 Érase una vez dos familias rivales, los Vulpinos y los Ovis. El único heredero de los primeros, Foxy, conoció en un baile a Ewe, hija mayor de los segundos. Lo suyo fue un flechazo antológico, como en la más cursi de las canciones cursis que ella escuchaba cada tarde. Dicha fiesta fue organizada para hacer público el noviazgo entre Ewe y  Paris, pero hete aquí que Foxy se coló en la misma aprovechando un momento de barullo en el que los seguratas no miraban. No había ninguna chica sola así que, puestos a desemparejar, se fijó en la que estaba suspirando en el balcón con las luces de colores. No sabía quién les podría presentar ni lo que le diría. Tan sólo se escondió debajo admirando el porte con que lucía su vestido de lana, mientras comía algo además de a ella con los ojos. Le hizo tilín, vamos, y, cuanto más movía la cabeza ella, más tilín le hacía, viéndose favorecida esta situación por las continuas veces que Ewe se asomó a la balaustrada buscando quién le podría traer un cubata, lo cual al final hizo que lo descubriera, extrañada de no haberse fijado anteriormente en aquel ejemplar.
 A partir de ahí todo se precipitó, en primer lugar ella, aunque Foxy consiguió cazarla al vuelo y llevarla en volandas hasta la pista de baile donde danzaron hasta que faltó un minuto para la media noche, justo cuando daban los cuartos y todos los invitados, con ellos a la cabeza, se pusieron a hacer cola para conseguir el mejor de todos, el que tenía vistas al mar.      
  Lógicamente los señores Ovis se negaron en redondo: ¡Habrase visto semejante desatino! ¡Jamás yacerás con un Vulpino!, exclamaron. A lo que Foxy, con la celeridad propia de los de su familia y no queriendo que tuvieran una opinión equivocada de él, de muy buena gana les explicó, con hechos más que con palabras, el modo en el que pretendía que su hija Ewe yaciera: exánime, y…si se ponían chulitos, muy gustoso estaría dispuesto a dar cuenta de ellos también.
 Todo esto lo contempló Paris sin poder dar crédito a lo que sus ojos veían. Los hechos habían sucedido a tal velocidad que no pudo mover ni un dedo para impedir el crimen. Así que, avergonzado, huyó del que hubiera podido ser su Euro Disney particular y se refugió en Terra Mítica, de donde nunca jamás salió por habérselo encontrado desmantelado.
 La familia Ovis muy consternados, pero aún más llenos de rabia si cabe, rumiaron cómo vengar la afrenta recibida. A estas horas, aún se encuentran en la segunda masticación que les permita digerir lo sucedido.

Y colorín, colorado este cuento ¿se ha acabado?

                                                 

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