martes, 25 de marzo de 2014

EN EL PARQUE

            Media hora escribiendo. Vaya locura. No me da ni para el preámbulo. Pero en fin, lo intentaré.
No me gusta la zona del Palau de la Música. Me recuerda al examen de Análisis de Formas de primero de carrera que me suspendieron. Me da grima. Menos mal que desde donde estoy sentada no se ve.
Es más fácil dibujar lo que se ve que describirlo.
Una pareja pasea con su hija. Es él quien lleva el carrito súper moderno de color rojo. La niña, peinada con dos trencitas, mira aburrida al suelo mientras los padres conversan. La verdad es que no pasean, sino que andan a bastante velocidad y desaparecen rápidamente de mi vista.
Un grupo de turistas. Es fácil distinguirlos porque van vestidos con camisetas de manga corta o de tirantes, van en grupos de más de cinco personas y su color de pelo suele rayar en lo albino. Por no hablar de la obsesión por hacer fotografías.
Me visita un tren blanco con una lucecita naranja intermitente. Tres vagones llenos de gente.
Esto está resultando divertido, no me lo habría imaginado nunca. Eso sí, la gente que me ve, me mira extrañada. Ja, ja. Pensarán que estoy algo colgada.
Cada vez hay más personas. Cuando he llegado, he tenido la impresión de que era la primera. Pero ahora ya no.
Un ciclista pasea a su perro. Es pequeño, de esos de lanas y de color negro. Lo lleva atado al manillar de la bicicleta. ¿Al perro le gustará eso? ¿O pensará que su amo está un poco loco? No tengo respuesta porque el perro no me ha dicho nada.
Falleras, claro. ¡Cómo no! Dieciséis de marzo. Es la época. Vestido verde esmeralda, bordados dorados, lazos color cobre.
La campana del tren blanco se oye a lo lejos. Está regresando al punto de partida. Es un tren un poco anacrónico. En los tiempos del AVE, el primer vagón imita la máquina de los trenes del siglo XIX. Anticuado para la zona moderna de la ciudad.
Bicicletas, más bicicletas. Carritos, más carritos. ¿Es que hoy no hay nada más por aquí?
Echo en falta algún perro curioso, de esos que lo olisquean todo. No es que me gusten, la verdad, pero le daría el toque familiar definitivo.
A ver si me centro en otra cosa… Hum, pensemos…
Así no se puede pensar. Ya han empezado mis hermanas con el chat del grupo de Whatsapp. Cada vez que intento concentrarme se oye el pitidito. Y ¿qué se puede esperar de un grupo de cuatro chicas? Pues una larga, larguísima conversación.
Volvamos a pensar. Percepción es el tema. Realidad lo que hay que describir.
El color es naranja puro. Ni oscuro como el ámbar, ni fosforescente como el de los rotuladores marcadores. Tiene unos tres centímetros de ancho. Es una especie de cinta de goma elástica pero dura. No sé lo larga que es, pero rondará los veinte centímetros.
Da la sensación de que está dividida en dos partes de diferente longitud porque un rectángulo blanco está insertado en ella. Pero no es así. Es un elemento continuo.
En uno de los lados hay ocho pequeños agujeros. Son rectangulares, están alineados al eje longitudinal de la cinta. El acabado es biselado. El primero de ellos está situado a unos dos centímetros del borde y el resto separados entre sí por escasos milímetros, suficientes como para que sean agujeros perfectamente independientes.
En el otro lado, una pieza metálica con forma de C se ancla al borde, un poco separada de él. Es articulada. Tiene un eje oculto que hace que se mueva en dos direcciones: delante y detrás. Hay algo muy curioso en este lado: una lengua burlona. Bien mirado, toda esta parte parece uno de esos emoticonos que te sacan la lengua y sonríen. ¿Se los habrán copiado de aquí?
Un aleteo distrae mi atención. Creo que ha pasado un pájaro cerca de mí. No sé, no lo veo. Solo lo he oído.
El rectángulo blanco incrustado en la cinta naranja parece un cuadro. Un marco de pocos milímetros de espesor que rodea un cristal. Creo que es cristal. O, al menos, lo parece. Igual es un plástico rígido. El fondo del cuadro es naranja, el mismo naranja puro.
Este pequeño cuadro es muy curioso. Tiene una parte fija y una parte móvil.
La fija la forman una serie de dibujos en color negro. Parecen desordenados, pero si observas en detalle, te das cuenta de que están colocados formando una especie de círculo. Son de diferentes tamaños, algunos se superponen a otros. Eso sí, son dibujos formados por líneas finas y continuas, que se retuercen o se doblan en ángulo recto.
La parte móvil del cuadro es blanca. Dos piezas puntiagudas, una más grande que la otra, giran alrededor de una piececita redonda. Su movimiento es lento, muy lento. Apenas te das cuenta del momento exacto en el que cambian de posición. A veces señalan las líneas negras. Y otras veces, tan solo el fondo naranja.
Maletas. Un grupo con maletas. Los habrán echado del hotel. Eso es lo malo de los hoteles. Que a las doce te quedas en la calle con el equipaje en la mano.
¡Hey! Acaba de aparecer el perro curioso… Ahora sí está completo el paisaje.
Una pieza más fina que las otras dos, también blanca, con un círculo rojo en un extremo y un puntito blanco en el otro, gira a gran velocidad. Debe ser la pieza fundamental del cuadro, la que mueve a las otras dos. Sus pasos llevan un ritmo hipnotizador. Si los miras fijamente unos segundos, parece que el corazón se acompasa a ellos.
Estoy más de una hora. Ya me lo figuraba antes de empezar a escribir. Y no sé cuantas palabras llevo. Ahora no las voy a contar. Seguro que ni las mil… Igual tengo que pensar en ir acabando este texto.
Pero no, falta algo.
Hay otros dibujitos muy pequeños que podrían pasar desapercibidos si no te fijas bien. Están alineados por encima y por debajo de las tres piezas móviles. A veces quedan ocultos por ellas. Pero no en este momento. Se ven perfectamente. Intentaré copiarlos de la forma más precisa posible.
Arriba el dibujo es algo como: Chic Watch.
Y abajo: QUARTZ 0916.
 
 

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