Media hora escribiendo. Vaya locura. No me da ni para el preámbulo. Pero en
fin, lo intentaré.
No me gusta la zona del Palau de la Música. Me recuerda al examen de
Análisis de Formas de primero de carrera que me suspendieron. Me da grima. Menos
mal que desde donde estoy sentada no se ve.
Es más fácil dibujar lo que se ve que describirlo.
Una pareja pasea con su hija. Es él quien lleva el carrito súper moderno de
color rojo. La niña, peinada con dos trencitas, mira aburrida al suelo mientras
los padres conversan. La verdad es que no pasean, sino que andan a bastante
velocidad y desaparecen rápidamente de mi vista.
Un grupo de turistas. Es fácil distinguirlos porque van vestidos con camisetas
de manga corta o de tirantes, van en grupos de más de cinco personas y su color
de pelo suele rayar en lo albino. Por no hablar de la obsesión por hacer
fotografías.
Me visita un tren blanco con una lucecita naranja intermitente. Tres
vagones llenos de gente.
Esto está resultando divertido, no me lo habría imaginado nunca. Eso sí, la
gente que me ve, me mira extrañada. Ja, ja. Pensarán que estoy algo colgada.
Cada vez hay más personas. Cuando he llegado, he tenido la impresión de que
era la primera. Pero ahora ya no.
Un ciclista pasea a su perro. Es pequeño, de esos de lanas y de color
negro. Lo lleva atado al manillar de la bicicleta. ¿Al perro le gustará eso? ¿O
pensará que su amo está un poco loco? No tengo respuesta porque el perro no me
ha dicho nada.
Falleras, claro. ¡Cómo no! Dieciséis de marzo. Es la época. Vestido verde
esmeralda, bordados dorados, lazos color cobre.
La campana del tren blanco se oye a lo lejos. Está regresando al punto de
partida. Es un tren un poco anacrónico. En los tiempos del AVE, el primer vagón
imita la máquina de los trenes del siglo XIX. Anticuado para la zona moderna de la ciudad.
Bicicletas, más bicicletas. Carritos, más carritos. ¿Es que hoy no hay nada
más por aquí?
Echo en falta algún perro curioso, de esos que lo olisquean todo. No es que
me gusten, la verdad, pero le daría el toque familiar definitivo.
A ver si me centro en otra cosa… Hum, pensemos…
Así no se puede pensar. Ya han empezado mis hermanas con el chat del grupo
de Whatsapp. Cada vez que intento concentrarme se oye el pitidito. Y ¿qué se
puede esperar de un grupo de cuatro chicas? Pues una larga, larguísima
conversación.
Volvamos a pensar. Percepción es el tema. Realidad lo que hay que
describir.
El color es naranja puro. Ni oscuro como el ámbar, ni fosforescente como el
de los rotuladores marcadores. Tiene unos tres centímetros de ancho. Es una
especie de cinta de goma elástica pero dura. No sé lo larga que es, pero
rondará los veinte centímetros.
Da la sensación de que está dividida en dos partes de diferente longitud
porque un rectángulo blanco está insertado en ella. Pero no es así. Es un
elemento continuo.
En uno de los lados hay ocho pequeños agujeros. Son rectangulares, están
alineados al eje longitudinal de la cinta. El acabado es biselado. El primero
de ellos está situado a unos dos centímetros del borde y el resto separados entre
sí por escasos milímetros, suficientes como para que sean agujeros
perfectamente independientes.
En el otro lado, una pieza metálica con forma de C se ancla al borde, un
poco separada de él. Es articulada. Tiene un eje oculto que hace que se mueva
en dos direcciones: delante y detrás. Hay algo muy curioso en este lado: una
lengua burlona. Bien mirado, toda esta parte parece uno de esos emoticonos que
te sacan la lengua y sonríen. ¿Se los habrán copiado de aquí?
Un aleteo distrae mi atención. Creo que ha pasado un pájaro cerca de mí. No
sé, no lo veo. Solo lo he oído.
El rectángulo blanco incrustado en la cinta naranja parece un cuadro. Un
marco de pocos milímetros de espesor que rodea un cristal. Creo que es cristal.
O, al menos, lo parece. Igual es un plástico rígido. El fondo del cuadro es
naranja, el mismo naranja puro.
Este pequeño cuadro es muy curioso. Tiene una parte fija y una parte móvil.
La fija la forman una serie de dibujos en color negro. Parecen desordenados,
pero si observas en detalle, te das cuenta de que están colocados formando una
especie de círculo. Son de diferentes tamaños, algunos se superponen a otros.
Eso sí, son dibujos formados por líneas finas y continuas, que se retuercen o
se doblan en ángulo recto.
La parte móvil del cuadro es blanca. Dos piezas puntiagudas, una más grande
que la otra, giran alrededor de una piececita redonda. Su movimiento es lento,
muy lento. Apenas te das cuenta del momento exacto en el que cambian de
posición. A veces señalan las líneas negras. Y otras veces, tan solo el fondo
naranja.
Maletas. Un grupo con maletas. Los habrán echado del hotel. Eso es lo malo
de los hoteles. Que a las doce te quedas en la calle con el equipaje en la
mano.
¡Hey! Acaba de aparecer el perro curioso… Ahora sí está completo el
paisaje.
Una pieza más fina que las otras dos, también blanca, con un círculo rojo
en un extremo y un puntito blanco en el otro, gira a gran velocidad. Debe ser
la pieza fundamental del cuadro, la que mueve a las otras dos. Sus pasos llevan
un ritmo hipnotizador. Si los miras fijamente unos segundos, parece que el
corazón se acompasa a ellos.
Estoy más de una hora. Ya me lo figuraba antes de empezar a escribir. Y no
sé cuantas palabras llevo. Ahora no las voy a contar. Seguro que ni las mil… Igual
tengo que pensar en ir acabando este texto.
Pero no, falta algo.
Hay otros dibujitos muy pequeños que podrían pasar desapercibidos si no te
fijas bien. Están alineados por encima y por debajo de las tres piezas móviles.
A veces quedan ocultos por ellas. Pero no en este momento. Se ven
perfectamente. Intentaré copiarlos de la forma más precisa posible.
Arriba el dibujo es algo como: Chic Watch.
Y abajo: QUARTZ 0916.
No hay comentarios:
Publicar un comentario