Estamos paseando por una calle de Ciudadela
mis padres, mi tío Toni, Chiara y yo. La calle es grande y a mediodía está
llena de gente y del ruido del tráfico. Los cinco nos dirigimos al paso de
cebra para cruzar, pero nos detenemos porque el semáforo está en rojo. Chiara se detiene casi por imitación; no se fija en el semáforo, tiene la mirada perdida enfocando al infinito. Tal vez piensa en la conversación que hemos tenido antes.
Observo la franja de mar que se divisa al final de la calle, a nuestra izquierda. Se encuentra muy calmado, casi plano, aunque algo rizado. Llega una ligera brisa de allí. Entonces por el rabillo del ojo me parece percibir que Chiara ha comenzado a andar, a la vez que escucho un “¡Cuidado, Chiara!” de mi padre. Al girar la cabeza veo que, efectivamente, ha avanzado unos pasos. Horrorizado, observo cómo una moto se aproxima inminentemente hacia ella. Se ha vuelto hacia nosotros al oír el grito, pero por el lado opuesto al del vehículo. Su expresión es interrogante, como diciendo “¿Eh? ¿Me habéis llamado?”.
Observo la franja de mar que se divisa al final de la calle, a nuestra izquierda. Se encuentra muy calmado, casi plano, aunque algo rizado. Llega una ligera brisa de allí. Entonces por el rabillo del ojo me parece percibir que Chiara ha comenzado a andar, a la vez que escucho un “¡Cuidado, Chiara!” de mi padre. Al girar la cabeza veo que, efectivamente, ha avanzado unos pasos. Horrorizado, observo cómo una moto se aproxima inminentemente hacia ella. Se ha vuelto hacia nosotros al oír el grito, pero por el lado opuesto al del vehículo. Su expresión es interrogante, como diciendo “¿Eh? ¿Me habéis llamado?”.
La moto está muy cerca de ella. Salto rápidamente y la agarro de la cintura, empujándola conmigo hacia
delante. Chiara chilla sorprendida y asustada mientras
caemos. Noto cómo la moto me golpea el pie, pero no siento
dolor. Consigo girar en el aire para caer yo en el asfalto y que ella no se
haga daño. Me golpeo la espalda y la cabeza. Chiara cae sobre mí. Cierro los
ojos deseando que todo termine ya. Siento el corazón de Chiara latir
fuertemente. ¿O es el mío? El claxon de un coche que se acerca me hace abrir
los ojos de nuevo. No es un coche, es un camión de reparto. El
conductor no ha tenido tiempo de frenar.
Nuestros cuerpos están
atravesados a la carretera. El cuerpo de Chiara me dificulta el movimiento. Aun así, consigo colocarnos paralelos a la calle y situar a Chiara debajo
de mí. La protejo con mi cuerpo y con mis brazos lo mejor que puedo. El camión nos pasa por encima. Las
ruedas, que tenemos a los lados, chirrían contra el asfalto, intentando detenerse. Ojalá no se desvíen de su trayectoria. Chiara chilla de nuevo. El
chasis es por suerte bastante alto, pero me desgarra la ropa. El vehículo se
para por fin, encima de nosotros. Siento el calor que irradia el tubo de escape
junto a mi cabeza. Miro a Chiara. Está pálida y sin terminar de comprender qué
ha ocurrido. No nos decimos nada. Empiezo a salir de debajo del vehículo
arrastrándome. Oigo cómo el conductor abre la puerta y sale murmurando algo.
Cuando ya estoy fuera me levanto. Siento como si me desvaneciese y me apoyo en
el camión. Creo que el conductor me pregunta o me dice algo que no escucho. Empiezo
a recuperarme y poco a poco vuelvo a ser consciente de todos los sonidos y la
gente que hay alrededor. Chiara sale en cuanto es capaz de reaccionar. La ayudo
a incorporarse. Ahora me doy cuenta de que tengo la espalda arañada y de que el
pie me duele terriblemente. Noto de nuevo ese desvanecimiento. Le pregunto a
Chiara si se encuentra bien. Ella asiente. Yo sonrío. Me desmayo.
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