viernes, 29 de noviembre de 2013

DICEN POR AHÍ...

  Esto que te voy a contar, yo pensaba que sólo pasaba en las novelas románticas y en las series americanas tipo “Anatomía de Grey” en las que todos son amigos, trabajan juntos, unos se lían con otros, luego cortan y se siguen llevando estupendamente, como si tal cosa. Pero como se suele decir: “la realidad supera a la ficción”.
  En mi anterior trabajo todo iba más o menos bien, dentro de los líos personales normales de toda empresa, hasta que llegó un nuevo jefe. Un tipo alto, con aires de donjuán, mucha labia y siempre intentando ligar con las más guapas, a pesar de estar casado. Aunque, ahora que lo pienso, no creo que él se sintiera muy casado y con hijos… He de decir que conmigo nunca lo intentó, lo de ligar, me refiero, lo que no sé si me gusta o no, porque no sé si sentirme fea o afortunada por no haber tenido que aguantar sus bromitas pesadas.
  El caso es que se rumoreaba en la empresa que estaba liado con esta, con aquella, que si tal, que si cual. Rumores, apodados cariñosamente “radio-patio”. Nada probado.
  Es cierto que una vez, en una cena que organizaron unos compañeros y a la que fui, noté algo raro entre el jefe y una de mis compañeras. Pero pensé: “Bah, un tonteo sin importancia. No creo que esta chica se líe con él… Es un petardo. Y ella es inteligente”.
  Craso error. Me encanta esta expresión. Suena como contundente, ¿no crees?
  ¿Por dónde iba? Ah, sí. Por la cena. Después de esa noche, los rumores siguieron; al parecer no fui la única que vio cosas “raritas” entre ellos. Y alguien dijo, algunas semanas después, que los había visto liarse en no sé qué restaurante y cosas por el estilo. Ya se sabe: éste te dice que aquél le ha dicho que un amigo ha visto….
  Hasta que un día alguien de confianza te dice algo que tú te crees.
  Esta compañera, con la que compartía tareas y se sentaba a mi lado, vino una mañana de lunes alteradita. Era verano.
  -¡Tías!– nos dijo al entrar – Confirmado.
  Reunión de chicas más afines junto a la máquina de café.
  -¿Los has visto?
  -Pero, ¿a quién has visto?
  -¡Cuenta ya!
  Cuatro cafés malísimos en la mano y de pie.
  -Pues a estos dos…
  -¿Te refieres a…?
  -¡Qué fuerte! ¿Dónde?
  -¿Cuándo?
  -Dejadme hablar – dijo bajando la voz – Esto que no salga de aquí.
  -Claro.
  -Por supuesto.
  -Eso ni se menciona.
  -Pues el domingo por la mañana – empezó a contar – Resulta que ha venido mi hermana pequeña del pueblo y el domingo nos fuimos a la playa. Yo me había quitado las lentillas y ya sabéis que sin ellas no me veo mucho. Total que nos vamos a El Saler. Metros y metros de playa para elegir... todos al completo. Y vemos un huequecito algo lejos de la entrada y allá que nos vamos. Extendemos las toallas, ponemos el bolso al lado, sacamos la crema protectora, nos la ponemos y tan tranquilas. Y en eso que mi hermana me dice: “Esos de ahí al lado se lo están pasando bien”. “Déjalos”, le contesté sin mirar. “Deben estar todavía en la primera fase”.
  -¿Eran ellos?
  -¿En plena playa?
  -Bajad la voz – dijo enfadada. – ¿Queréis dejarme hablar? – Suspiró como si tomara aliento  y siguió – Al rato de estar allí, me doy la vuelta para tumbarme bocabajo y me veo a los tortolitos pegados con cola de contacto. El caso es que el tío estaba empezando a resultarme familiar, pero claro, sin las lentillas no sabía muy bien de qué. Hasta que se gira un poco y la veo a ella… “¡Joder!” grité. Mi hermana me miró asustada. “¿Qué pasa?” “Vámonos de aquí… ¡Ya!”.¿Pero qué pasa?”. “Esos de al lado… Es mi jefe con una del trabajo”. Mi hermana me siguió sin rechistar y salimos de allí a toda velocidad sin vestirnos y yo tropezando con la arena.
  -¿En serio?
  -Pero ¿seguro que eran ellos?
  -Pues claro que sí… Estaban a pocos metros de mí…
  -¿Y era ella?
  -Que sí, tía. Era ella.
  -¿Y te vieron?
  -No… Creo. Me levanté corriendo, con las gafas de sol, me giré de espaldas a ellos y recogí todo de la arena en cinco segundos.
  -O sea, que lo de estos dos está confirmado.
  -Confirmadísimo – dijo la testigo directa del caso – Yo los he visto.
  Así que imagínate qué situación: verte a tu jefe con una del trabajo liados en público en la playa. Y saberlo y verlos por la oficina en plan profesional. Y lo peor del caso… que parece que no es la única, que tiene más en rueda…
  Claro que esto que te acabo de contar, no se lo digas a nadie.

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