¿Qué habría ocurrido
si la gaseosa no se hubiera inventado?
En primer lugar, que tendríamos
que hacer los experimentos sin probarlos antes con el líquido en cuestión, con
el consiguiente peligro para nuestro ser. Es de sobra conocido el ensayo
obligatorio que todo laboratorio químico/farmacéutico debe de realizar con
gaseosa, antes de usar el elemento final, para sacar su producto al mercado; por
eso la Agencia Europea
del Medicamento es socia mayoritaria y capitalista de la Multinacional Gaseosística,
ya que de ésta es de donde saca realmente sus mayores beneficios… Aunque en
verdad el peor de los usos que se le puede dar a una gaseosa es hacer
experimentos con ella, al menos así lo creo yo. Porque, ¿qué haría el camarero
de un bar cuando uno de sus clientes se manchara la camisa, si no pudiera
decirle: “Moje una esquina de la servilleta con un poco de gaseosa y frótese”?
o ¿qué nos tomaríamos en las calurosas noches de Agosto en un chiringuito de playa
sino es un “tinto de verano” o una “clarita”, teniendo además el absoluto
convencimiento de que no engordaremos? (ya que al menos, si el combinado está
hecho con la gaseosa más genuina, nos aseguran que tiene cero calorías).
Por otro lado, cómo
podrían los políticos desmerecer a sus contrarios cuando hicieran propuestas
que no les convencieran, si no existiera tal fluido para mandarlos a ensayar primeramente
con él.
Asimismo merecería que se
hiciera un estudio detallado de los motivos por los que no ha perdurado el agua
de litines y sí la gaseosa, siendo que aquella la reemplaza perfectamente y es
capaz de ayudar, según estudios recientes, al tratamiento de la depresión por
el litio que contiene y que tanto prolifera hoy en día – a la depresión me refiero, no al litio.
O ¿de qué otra mano podríamos haber entrado
los de mi generación en el mundo de los adultos al permitírsenos brindar en las
comidas familiares con nuestro vaso lleno de vino bautizado?
Y, finalmente, con
las gaseosas y similares todos tendremos una eterna deuda de gratitud por ser
la disculpa perfecta a los efluvios incontrolados o incontrolables; la misma Pe,
en sus primeros pasos en la publicidad, los sufrió y todos sonreímos con ella…
¿no van a ser igual de condescendientes cuando nos ocurra a nosotros? Seguro que si…como así lo fuimos con uno de los protagonistas de “El milagro de P. Tinto” hasta el punto de mitificar
la frase que pronunció y de la que me he servido para titular este escrito.
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