viernes, 15 de marzo de 2013

Los 5 centavos


- Es una bonita moneda. Aunque la veas oxidada y sucia tiene un valor muy particular. Es una moneda de la suerte. Estaba allí pero sólo tú la vistes, sólo tú la hallaste. Aunque te parezca extraño ella te ha encontrado a ti, por algún motivo. Guárdala, mímala, disfruta de su poder porque seguramente igual que ha aparecido se esfumará…

Aquellas enigmáticas palabras de mi profesor marcaron mi vida aquella mañana, en ese perdido río de Cuenca. Rebuscando entre las piedras, intentando hacer una balsa para contener el agua surgió aquel oxidado doblón. En algunas de sus partes un esbozo plateado parecía querer surgir con fuerza y orgullo. En otras el óxido quería mutar a un negro ocre para quedarse por siempre. En una de sus caras el perfil de una persona se abría hueco entre las impurezas. Las extrañas letras, enigmáticas entonces, me hacían pensar en un curioso mundo de fantasía bajo aquellas aguas. Al otro lado, una forma irreconocible que años después distinguí como un histórico edificio del continente americano. A mis siete años era mi única posesión verdadera. Desde ese momento decidí que me acompañaría siempre.

Treinta años después seguía en mi mano. Perfectamente limpia, tratada, expoliada de suciedad. La apreté fuertemente mientras esperaba una importante decisión. Jugó en mis nudillos, aliñado con la historia de su origen en aquel río, para impresionar a muchas féminas. Incluso en algunas de las más importantes decisiones de mi vida no dudé en tomarlas a cara o cruz con ella planeando en el cielo.

Ahora la lanzaba al mismo río, con una lágrima en mi rostro. Describía una bella parábola mientras se olvidaba de mí. El sol rebotaba en ella despidiéndome por última vez. Antes de penetrar en aquella corriente deseé una vez más superar mi enfermedad terminal.  

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