jueves, 7 de febrero de 2013

Nadie sueña de niño con ser inspector de Hacienda



Cada día que me levanto me hago la misma pregunta ¿por qué decidí presentarme a aquellas oposiciones de inspector de hacienda? Mi padre ya me decía de pequeño que con lo bien que se me daban las matemáticas de mayor seria economista, banquero o inspector de hacienda, desde luego que poco se equivocó.
Son las 6:00 a.m, me he quedado sentado en la cama un rato, me he vuelto a levantar un poco mareado, últimamente tengo la cabeza un tanto embotada. Creo que la presión en el trabajo me puede, no tengo ni ilusión ni ganas como tenia al principio. Desde que mi jefe me dió aquella declaración diciéndome “mira a ver que se puede hacer, es mi cuñado” no duermo bien.
El café es lo único que me levanta el ánimo, tengo que dejarlo, tomo mucho café, no debe ser bueno (piensa mientras menea la cucharita frenéticamente en la taza). Aún recuerdo a D. Arturo Escuder, fue uno de los profesores que tuve en la Facultad de Económicas. Creo que fue él quien me despertó la curiosidad por esto de los impuestos. Ese profesor me impacto sin lugar a dudas, el IVA él lo hacía más fácil e incluso interesante. De él heredé el amor que tengo por los trajes grises, es tan elegante el color gris.
Como no me dé prisa creo que no llego a la hora a la delegación ¡este maldito dolor de cabeza!. Cada día, delante del espejo del baño, me voy dando cuenta del paso del tiempo en mi rostro. Tantos problemas en el trabajo me están envejeciendo a la carrera. Yo antes no tenía ojeras ni tampoco estas horribles patas de gallo. Mi tía Lola desde hace unos años por navidad me regala lo mismo. “Toma cariño, una cremita facial reparadora que te irá fenomenal”. No, si al final la voy a tener que usar, las suelo tirar con caja y todo. Esto me pasa por tener una tía esteticién, está como loca por que vaya a su casa a que me haga las cejas y las uñas. Dice que tengo unas manos muy bonitas, pero las cejas, “esa cejas hay que arreglarlas”, me dice.
De camino al trabajo me he tropezado con Mariano Salado, un ex compañero de Económicas. La verdad es que hacia tiempo que no le veía, me he alegrado mucho de verle, hasta que me ha empezado a contar todos sus problemas. ¡Increíble! ¡A ver si se piensa que yo tengo el pelo lleno de canas por que si! Todos tenemos problemas ¿o no?.
Cuando he llegado a la oficina no sé por qué, se han quedado todos mirándome un tanto extraño. Se me debe notar la cara de cansado que tengo. Felipe, mi ayudante, me estaba esperando en el despacho, ¡qué chico más amable!, nunca había tenido un ayudante tan eficaz. El único día que me dejó un tanto sorprendido fue cuando me dijo: “D. Juan, se tiene que cuidar un poquito, está echando barriga” me dejó sin palabras. La verdad es que tiene razón, en estos últimos cuatro años creo que he engordado unos 15 kilos.
Como todas las mañanas, nos sentamos a ver las declaraciones que teníamos programadas. Estando revisando las que tenía encima de la mesa, Felipe me dijo: “D. Juan, ¡hay qué ver cómo cada vez son menos los ciudadanos que justifican el fraude! Hay una mayor conciencia fiscal ¿no cree usted?” En ese mismo momento estaba yo sacando de debajo del teclado la declaración del cuñado del jefe. A que  mala hora no tuve lo que tenia que haber tenido para no cogerla.

Paco Boigues

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