jueves, 7 de febrero de 2013


EL CARPINTERO ATRAPADO                                                      PILAR FOLGADO


Bernardo miraba satisfecho el encargo que había terminado para la fecha prevista. Hacía varias horas que había anochecido, se había quedado solo en el taller. Fueron despidiéndose  los aprendices en prácticas y después el encargado que vio como siempre su jefe quedarse a concluir el encargo.

No sentía cansancio alguno. Era de los pocos trabajadores para los que no había horario, porque más que una obligación para Bernardo era un placer trabajar.

“Cuando vaya a entregarla mañana, nadie me preguntará cuantas horas he tardado en llevarla a cabo, sólo  verán si está bien realizada o no”… “Y desde luego es perfecta!  No tiene ningún defecto!... Diría yo que es tan bonita que hasta parece irreal!”

Mientras contemplaba su obra, sus rudas manos se deslizaban sobre las formas labradas en la madera apreciando la delicadeza del barniz suave y liso que despertaba en las yemas de sus dedos un cúmulo de sensaciones, casi sexuales. Los nudos de la madera configuraban unos mapas donde su imaginación se perdía y vagabundeaba durante largo rato imaginando paisajes nuevos todavía por descubrir.

Bernardo amaba su profesión. Ya desde pequeño su padre le había enseñado apasionadamente el oficio. El olor de la madera  era un perfume que no podía dejar de inhalar. Con el tiempo fue adecuando sus realizaciones a las necesidades actuales e incorporando los nuevos materiales que estaban tan demandados, debido al incremento de los robos en domicilios.

“Qué tiempos, todo por la maldita crisis!, aunque a mí, la verdad, ésto me beneficia!”

Y así pasaban los meses, sin apenas tener tiempo de vivir esa vida que todos desean, como tener familia, ir los fines de semana al chalet, que tampoco tenía, viajar… nunca había salido de su barrio, que según él tenía todo lo que necesitaba..

“Sólo me queda probar la cerradura y ver si encajan los puntos de anclaje”

Había ideado en el fondo del taller,  un pequeño habitáculo de dos por dos metros,  que tenía triple función. Por una parte le servía de mini-despacho, de cocina- comedor y espacio para comprobar los herrajes.

Hizo bascular la pieza que hasta el momento se encontraba sobre la mesa de trabajo, y abrazándola delicadamente la trasladó verticalmente hasta encajarla  en el marco de pruebas. Todo coincidía perfectamente.  Introdujo la llave en la cerradura y le dio varias vueltas. Para él el ruido de los anclajes eran música para sus oídos.

Quedó sentado un buen rato, examinando su trabajo, y ya consciente de la hora que debía ser se levantó para volver a su casa.

Pero la llave no respondió. Había quedado bloqueada.

Lo intentó repetidas veces… nada… los anclajes se habían quedado mudos e inmóviles.

¡No podía ser! Si todo estaba tan perfecto… como su vida… o ¿No?

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