EL
CARPINTERO ATRAPADO PILAR FOLGADO
Bernardo
miraba satisfecho el encargo que había terminado para la fecha prevista. Hacía
varias horas que había anochecido, se había quedado solo en el taller. Fueron
despidiéndose los aprendices en
prácticas y después el encargado que vio como siempre su jefe quedarse a
concluir el encargo.
No
sentía cansancio alguno. Era de los pocos trabajadores para los que no había
horario, porque más que una obligación para Bernardo era un placer trabajar.
“Cuando
vaya a entregarla mañana, nadie me preguntará cuantas horas he tardado en
llevarla a cabo, sólo verán si está bien
realizada o no”… “Y desde luego es perfecta! No tiene ningún defecto!... Diría yo que es
tan bonita que hasta parece irreal!”
Mientras
contemplaba su obra, sus rudas manos se deslizaban sobre las formas labradas en
la madera apreciando la delicadeza del barniz suave y liso que despertaba en
las yemas de sus dedos un cúmulo de sensaciones, casi sexuales. Los nudos de la
madera configuraban unos mapas donde su imaginación se perdía y vagabundeaba
durante largo rato imaginando paisajes nuevos todavía por descubrir.
Bernardo
amaba su profesión. Ya desde pequeño su padre le había enseñado apasionadamente
el oficio. El olor de la madera era un
perfume que no podía dejar de inhalar. Con el tiempo fue adecuando sus
realizaciones a las necesidades actuales e incorporando los nuevos materiales
que estaban tan demandados, debido al incremento de los robos en domicilios.
“Qué
tiempos, todo por la maldita crisis!, aunque a mí, la verdad, ésto me
beneficia!”
Y
así pasaban los meses, sin apenas tener tiempo de vivir esa vida que todos
desean, como tener familia, ir los fines de semana al chalet, que tampoco
tenía, viajar… nunca había salido de su barrio, que según él tenía todo lo que
necesitaba..
“Sólo
me queda probar la cerradura y ver si encajan los puntos de anclaje”
Había
ideado en el fondo del taller, un
pequeño habitáculo de dos por dos metros, que tenía triple función. Por una parte le
servía de mini-despacho, de cocina- comedor y espacio para comprobar los
herrajes.
Hizo
bascular la pieza que hasta el momento se encontraba sobre la mesa de trabajo,
y abrazándola delicadamente la trasladó verticalmente hasta encajarla en el marco de pruebas. Todo coincidía perfectamente. Introdujo la llave en la cerradura y le dio
varias vueltas. Para él el ruido de los anclajes eran música para sus oídos.
Quedó
sentado un buen rato, examinando su trabajo, y ya consciente de la hora que
debía ser se levantó para volver a su casa.
Pero
la llave no respondió. Había quedado bloqueada.
Lo
intentó repetidas veces… nada… los anclajes se habían quedado mudos e
inmóviles.
¡No
podía ser! Si todo estaba tan perfecto… como su vida… o ¿No?
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