Pie forzado: El/la protagonista descubre que su mujer/marido le es infiel. Está hablando con un amigo/a en un entorno que les da algo de intimidad. Quiere desahogarse pero no quiere contarle a su amigo el desliz de su pareja.
El ruido de coches llegaba apagado desde el otro
lado del cristal. La pequeña cafetería estaba repleta de gente, o sea que las
tres mesas y la barra estaban ocupadas. Había sin embargo una cuarta mesa
esperando a ser reparada en el almacenillo, con lo cual se podría decir que, en
comparación con otros días, ésta era una mañana tranquila para charlar.
Dos
amigos ocupaban sendas sillas entorno a una mesita de aluminio. Uno de ellos
tenía los ojos hinchados y rojos, pero en el momento concreto en que describimos
la escena no lloraba.
-
No me lo puedo
creer…
-
Que sí, ¡que
te lo digo yo!
-
Ya, ya, solo
era una frase hecha…
-
¿Entonces me
crees no?
-
Sí, sí,
después de todo siempre fue un poco…
-
¡Eh, no te
pases ni un pelo!
-
¿Entonces en
qué quedamos? Mira a ver tú qué le pasa a este, porque no entiendo nada.
El
camarero que les servía dos cafés parecía ser amigo de ellos.
-
¿Qué le pasa
ya?
-
Pues que dice
que la Mari le es infiel y yo le apoyo, pero mira…
-
¡No me es…! Me
ha sido… es diferente… Y no, nunca fue nada, una santa es lo que era…
-
Era…
-
Todo es culpa
mía, que estaba todas las noches… ¡No, que digo! ¡Es culpa vuestra!
-
Anda que ibas
a aguantar tú las noches enteras con esa arpía…
-
Y dale, ¡que
pago y me voy eh!
-
¿Me vas a
pagar? A ver, que entonces esto es serio.
El
camarero tomó una silla de otra mesa que ya se levantaba y se sentó junto a
ellos.
-
Cuéntanos.
-
No, no. No
quiero hablar de eso.
-
¿Entonces qué
estamos haciendo?
-
No quiero
hablar de lo que ha hecho que me vengo abajo…
-
Pues dinos por
lo menos cómo se supone que lo sabes.
-
Mira que tú
eres muy de suponer… Como aquella vez que la viste cogida del brazo de un
hombre y te faltó tiempo para arrearle al de los cupones.
Los
dos amigos del supuesto cornudo estallaron a reír.
-
Ni me lo
recuerdes que…
-
¿Ése? Ese es
un listo, me he fijado yo cómo mira a las señoras cuando bajan todas escotadas
a la verdulería de la esquina. Se le cae la baba.
El
abuelote, que no estaba escuchando, había entrado en escena.
-
¿Pero qué dice
hombre? Si le cagó una paloma en la cara, con lo ácido que es eso.
-
Pero mira que
eres tonto, ¿cómo te va a dejar eso ciego? – añadió el otro amigo.
-
Tú lo que eres
es un incrédulo, que no se puede ir así por la vida hombre, que hay que confiar
en lo que dice la gente, ¡que aquí se sabe todo!
-
Pues sí, como
aquella vez que éste nos vino con el rollo de que la Mari no paraba de hablar
en secreto con alguien, llamó él y le soltó una sarta de injurias al pobre
primo moribundo de la parienta que lo dejó tieso…
-
Si es que,
Paco, eres muy burro.
Otro
que entraba justo en ése momento en el bar quiso unirse a la tertulia.
-
¿El Paco? Lo
más burro que ha pario madre. Mira
que hacerte pasar por un amante secreto y escribirle cartas a tu mujer para ver
si te seguía el juego… Lo que ha tenido que pasar la pobre Mari, no me
extrañaría que un día te la encontrases con otro de verdad bribón.
Le
dio unas palmaditas amigables en la espalda al susodicho y riendo se arrimó a
la barra a charlar a gritos con el otro camarero. El viejo le tomó el relevo:
-
La verdad es
que sí, con el ciego, te lo digo yo, ya verás… Bastante pocas le diste.
-
Pero hombre,
anciano, deje ya de malmeter.
-
Yo solo aviso.
Vuestras mujeres tampoco están a salvo, se creen que no ve y van con las
defensas bajadas y las tetas muy subidas.
-
Mire que le
doy… Tildando a mi mujer de ligera de cascos, ¡pero habrase visto!
-
Vale ya, vale
ya… ¿Entonces qué Paco?, cuenta.
-
Pues a ver… el
caso es que ayer llegué a casa antes de la hora de siempre y ella no me vio
pero la pillé con otro hombre.
-
¿Y?
-
No os voy a
decir qué vi, ¡no insistáis!
-
Ya estamos,
¿seguro que no era un familiar?
-
Mira que la
Mari se sube a la gente a la casa a hacerle los remiendos de la ropa, no será
que…
-
¿Qué qué…?
-
Venga Paco, no
empieces que te conocemos. Dime que ese hombre sigue vivo.
Las
risas estallaron de nuevo, ahora todos tenían los ojos hinchados.
-
Si pero como estaban
tumbados en el suelo…
Mientras
se secaba las lágrimas y se recomponía del ataque de risa:
-
Sería su
profesor de yoga. ¿No tenía la Mari un profesor de yoga?
-
Sí.
Ese
fue otro de la mesa de al lado, que se volvió a girar y siguió a sus cosas.
-
Gracias. ¿No
ves? Me apuesto lo que quieras a que ni lo sabías. Hay que estar más atento a
tu mujer Paco. Yo por ejemplo a la mía le ayudo a recoger la mesa. Cosas así
macho.
-
Ya, ya. Pero
es que ella estaba en sujetador…
-
Ala, ya salió
el hombre de neandertal. – el mismo.
-
Sí paco, eso
es lo que se lleva cuando haces yoga. La mía se pone falda cuando va a recoger
al crío al colegio y no le digo nada. ¡El siglo veintiuno, que ya no se paga
con pesetas!
-
Sí, colega te
falta el tricornio. – más risas.
-
Bueno, no se…
-
Mira, tú compra
unas flores, ve a tu casa y dáselas a tu mujer, que ahora deberías estar en el
trabajo y seguro que no se lo espera.
-
A las mujeres
esas cosas les encantan.
-
Ya pero…
-
¡Escúchanos
que eres muy cabezón! ¿Somos tus amigos o no? ¿Acaso dudas de que queremos lo
mejor para ti, de que te apoyamos?
-
¿Quién sino
hubiese aguantado la chapa que nos has dado? Venga anda, y paga tu los cafés
que nos lo debes.
-
Puedes empezar
a pagarme mejor los de principios de mes.
Y
con una carcajada volvió a la barra. Paco se levantó cabizbajo, esbozó una
sonrisa y se dirigió a la puerta. Antes de que ésta se cerrase, le llegaron las
palabras de su amigo, que seguía terminándose el café.
-
Ah, y la flor
que no sea una rosa, ¡que eso es para los amantes!
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