Me siento en un banco, saco de
la mochila papel y bolígrafo, y me quedo varios minutos sin escribir una
sola palabra. Parece a priori muy obvio lo que significa narrar, es
algo que he hecho tantas veces que creo saberlo, pero como es intuitivo
nunca me lo había preguntado. Ahora me lo pregunto y, pese a que me
resulta familiar, no lo sé.
No quiero inclinarme demasiado hacia
explicaciones románticas, no creo que este ejercicio tenga ese fin.
Busco una definición lo más objetiva posible a través de un análisis
inevitablemente subjetivo. Aunque no lo consiga, puede que me ayude a
entender cómo se hace, o por lo menos cómo lo hago yo, y por tanto a
hacerlo mejor. Veamos.
Narrar es contar una historia, un
suceso, pero a diferencia del mero hecho de contar, narrar pasa por un
proceso analítico del narrador, que construye una seriación lógica que
concatena los elementos contados para formar un relato. Se trata por
tanto de un ejercicio de creatividad, inteligencia, técnica y obligada
subjetividad del autor, que implica la interpretación también subjetiva
del lector.
Contrariamente a “describir” que no conlleva
necesariamente acción ni tiempo, pudiendo reducirse a la contemplación
de una imagen, narrar necesita acciones inscritas en una cronología que
hagan avanzar la narración, teniendo estas como resultado una
transformación de la situación inicial de la historia. Necesita por
tanto además uno o varios sujetos u objetos de dichas acciones: los
personajes, que acompañarán al lector a lo largo de esta historia.
Lleva
también implícitas una calidad del lenguaje y de la estructura del
relato, derivados de ese proceso analítico del narrador. Tiene, en
definitiva, la voluntad de enriquecer los hechos por la palabra.
De
esta manera el autor canaliza sus ideas en palabra argumentada (escrita
o no) para transmitirla a otras personas, regalándoles así una parte de
él, haciéndoles partícipes de sus pensamientos, de sus sueños y
demonios, estableciendo un vínculo de complicidad e incluso amistad
entre autor y lector (o interlocutor).
Este lazo va
fortaleciéndose con el transcurso del relato, conforme el autor va
regalando al ávido lector los secretos que guarda y solo él conoce;
conforme, astuto, consigue poner en jaque las ideas preconcebidas del
lector dando la posibilidad a este de regocijarse en su inteligencia, y
conforme el mismo descubre la vida que se esconde dentro de los
personajes, empatizando con ellos, disfrutando sus triunfos y sufriendo
sus desventuras.
Narrar no se reduce sin embargo a relatar, ya
sea por escrito u oralmente, una historia de índole novelesca, sino que
es una necesidad propia al ser humano por su inteligencia, por la
necesidad de expresarse que le es inherente, que se da en su
cotidianidad.
Tenemos la necesidad de narrar, a otra gente o a
nosotros mismos, los sucesos ocurridos, de transformarlos, de
impregnarlos de juicios de valor y de argumentos para convencer o auto
convencernos de las certezas que percibimos desde nuestro prisma
subjetivo, o por el contrario para darnos cuenta o que alguien nos
convenza de que no son tales (lo cual me parece más inteligente).
Ya
que abogo por lo segundo, en este artículo escribo lo que me parecen
certezas propias para ponerlas en duda e intentar aprender por mí mismo
(o que quien lo lea y no esté de acuerdo me enseñe) a corregirlas y
escribir mejor.
Al final me encuentro como al principio, ahora
frente al ordenador, varios minutos sin tocar el teclado, dudando de
todas esas certezas pero sin poder sacar conclusión alguna. Supongo que
es buena señal. Dudo que existan certezas a la hora de narrar. Puede ser
que haya una: narrar trasciende de reglas, no hay conclusión posible.
...............................
Me llamo Emilio y estudio Arquitectura en la Universidad Politécnica de Valencia, aunque hasta entonces he vivido en Murcia.
Es
la primera vez que asisto a este taller. Siempre he encontrado, desde
pequeño, un cierto gusto por escribir, por evadirme en ideas que se me
ocurrían. Sin embargo nunca he conseguido seguir el hilo de ninguna de
ellas, todas quedaron en fragmentos cortos de historias inconclusas por
desarrollar, supongo que por la dificultad de encontrar una trama
general que me inspirase.
Por eso me apunté, para tener un apoyo
para poder hacerlo, para mejorar mi manera de leer, escribir y pensar, y
como fin último intentar encontrar inspiración para poder llegar a
escribir algo que me llene.
Lo ha escrito Emilio, no soy mas que el intermediario por problemas informaticos. ;)
ResponderEliminar