Pero no enseñar en el sentido de
“educar”, ni mucho menos. Enseñar en sentido más cercano a
“ilustrar”.
Desde temprana edad el ser humano
siente fascinación por las narraciones, y éstas constituyen la base
de su aprendizaje. No necesitamos experimentar un cierto suceso para
saber lo que va a pasar a continuación, es pura tradición y
dinamismo a su vez. Los hombres, independientemente de su cultura,
sienten igual admiración por los relatos.
No tener necesidad de tocar el fuego
para saber que te va a quemar es un ejemplo de la evolución que la
narración puede ejercer en las personas. Evolución en la que es
clave el desarrollo de una técnica, técnica en la que es necesario
el diálogo entre dos sujetos, sea oral o escrito.
La narración se lleva a cabo con la
ordenación de sucesos en un tiempo determinado. La narración es
la forma más antigua de conocimiento.
Para que una
narración sea fructífera es necesario que el narrador estimule al
lector, debe calibrar su tono (sea oral o escrito) a la atención del
lector u oyente, y éste debe manifestar una actitud activa de
atención hacia el orador.
Una vez la
narración ha finalizado, el oyente o lector, queda impregnado de esa
historia y le servirá para futuras vivencias, no como relato
moralizador, ya que raro es que ese sea el objetivo del narrador,
sino como advertencia empírica o imaginaria de una serie de sucesos
reales, ficticios o a caballo entre la realidad y la ficción
debido al paso del tiempo y de los que, en primer lugar, fueron
receptores del relato y, posteriormente, se convirtieron en
narradores de éste, aunque la intención de estos sujetos haya sido
mantenerlo lo más parecido posible al relato original, es decir, el
primero, sea un mito o cualquier otro tipo de relato.
El hecho de
crear situaciones ficticias en nuestra mente es una necesidad
universal, ya sea de inventiva propia como absorbidas de otros.
Saber quién mató al dragón, porqué la princesa se enamoró o qué magia podía usar el duende son preguntas cuya respuesta es de universal y primitiva necesidad. La mente humana parece estar diseñada para que nos interesen las historias.
Saber quién mató al dragón, porqué la princesa se enamoró o qué magia podía usar el duende son preguntas cuya respuesta es de universal y primitiva necesidad. La mente humana parece estar diseñada para que nos interesen las historias.
La narración
es una posibilidad de romper con lo cotidiano y adentrarse en
situaciones hipotéticas que logran que nuestra capacidad imaginativa
crezca, nos plantea dilemas en los cuales cada persona puede estar
de acuerdo o no con la forma de actuar del personaje y nos previenen
para futuras situaciones similares de las que hay tantas soluciones
alternativas como receptores tenga un relato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario