miércoles, 7 de noviembre de 2012

Narrar es enseñar.


  Pero no enseñar en el sentido de “educar”, ni mucho menos. Enseñar en sentido más cercano a “ilustrar”.
Desde temprana edad el ser humano siente fascinación por las narraciones, y éstas constituyen la base de su aprendizaje. No necesitamos experimentar un cierto suceso para saber lo que va a pasar a continuación, es pura tradición y dinamismo a su vez. Los hombres, independientemente de su cultura, sienten igual admiración por los relatos.
  No tener necesidad de tocar el fuego para saber que te va a quemar es un ejemplo de la evolución que la narración puede ejercer en las personas. Evolución en la que es clave el desarrollo de una técnica, técnica en la que es necesario el diálogo entre dos sujetos, sea oral o escrito.
  La narración se lleva a cabo con la ordenación de sucesos en un tiempo determinado. La narración es la forma más antigua de conocimiento.
  Para que una narración sea fructífera es necesario que el narrador estimule al lector, debe calibrar su tono (sea oral o escrito) a la atención del lector u oyente, y éste debe manifestar una actitud activa de atención hacia el orador.
  Una vez la narración ha finalizado, el oyente o lector, queda impregnado de esa historia y le servirá para futuras vivencias, no como relato moralizador, ya que raro es que ese sea el objetivo del narrador, sino como advertencia empírica o imaginaria de una serie de sucesos reales, ficticios o a caballo entre la realidad y la ficción debido al paso del tiempo y de los que, en primer lugar, fueron receptores del relato y, posteriormente, se convirtieron en narradores de éste, aunque la intención de estos sujetos haya sido mantenerlo lo más parecido posible al relato original, es decir, el primero, sea un mito o cualquier otro tipo de relato.
  El hecho de crear situaciones ficticias en nuestra mente es una necesidad universal, ya sea de inventiva propia como absorbidas de otros.
  Saber quién mató al dragón, porqué la princesa se enamoró o qué magia podía usar el duende son preguntas cuya respuesta es de universal y primitiva necesidad. La mente humana parece estar diseñada para que nos interesen las historias.
  La narración es una posibilidad de romper con lo cotidiano y adentrarse en situaciones hipotéticas que logran que nuestra capacidad imaginativa crezca, nos plantea dilemas en los cuales cada persona puede estar de acuerdo o no con la forma de actuar del personaje y nos previenen para futuras situaciones similares de las que hay tantas soluciones alternativas como receptores tenga un relato.

No hay comentarios:

Publicar un comentario