martes, 21 de abril de 2015

EGIPTOMANÍACA

Luisa Berbel Torrente ( Texto basado en el de Carmen Lacasa Esteban)

Valencia, 23 de abril de 2015
 Querida mía espero que estés bien por aquellos mundos perdidos donde te encuentras.
-Hija con la buena seguida que llevabas.
-Que entiendo que eso de leer jeroglíficos e investigar en las pirámides está muy bien, pero la vida real es otra cosa cariño.
Que esas cosas ocurrieron hace muchos siglos y ¿qué se te ha perdido a ti ahora perdiendo el tiempo con esas tonterías? ¿Qué más te da si Tuntankhamon fue un faraón bueno, malo o regular? ¿O si la pirámide de Kéops está en su sitio o no? ¿No comprendes que te has de centrar en tu trabajo que para eso es para lo que has estudiado tantos años y nos hemos sacrificado tu padre y yo?
Una carrera como arquitectura no es moco de pavo y ninguna de mis amigas tiene hijos que hayan llegado tan lejos como tú lo has hecho. No sé que esperas demostrar echando tantas horas en esa manía tuya de la Egiptología. Que yo entiendo que al principio después de todo lo que te pasó, tuvieras que buscar un desahogo, algún hobby, que lo comprendo. Es una manera de olvidar tu ruptura. Pero claro, esta obsesión, ya me parece que está acabando con tu sentido común y tu raciocinio.

Los Egiptomaníacos como os llamaís tú y tus amigos esos tan raros con los que últimamente andas, creo que te están llevando a una especie de locura que me preocupa hija. Tú que siempre has sido tan formalita y tan responsable, que has hecho lo que debías en cada momento, ¿cómo te has metido en esta especie de secta? No lo llego a entender, espero que no te echen a perder.

Me preocupa cuando te veo ahí en tu habitación con tu libretita, escribiendo esas figuritas tan extrañas que tú llamas jeroglíficos y que a mí se me antojan dibujos de niña de primaria, lleno de pajaritos y signos raros. Desde pequeñita fuiste muy influenciable y un poco excéntrica. Te dejabas llevar por las cosas más inverosímiles y poco prácticas. Pero claro, una cosa es ser pequeña y otra ser una mujer hecha y derecha que ha pasado la treintena.

-Que debes estar a otras cosas, hija. Por ejemplo, a buscarte un hombre que te quiera y te de seguridad, o a afianzar tu trabajo que ya eres casi jefa hija, y la cosa está muy mal. Tú misma me dijiste el otro día que están reestructurando la plantilla en la empresa y han echado a la calle a varios compañeros tuyos. Más motivo aún para que pongas todo tu empeño en demostrar lo buena que eres y no te tiren a ti también. Que en cualquier momento la vida te da un vuelco y todo lo que tenías se va al carajo. Que se lo digan a tu padre, que después de veinte años en una empresa a la que consideraba como su familia, lo despidieron con una mano delante y otra detrás. Y toda nuestra vida cambió, recuerda lo mal que lo pasamos hasta que el pobre encontró otra cosa que para nada tenía que ver con su profesión, pero que al fin y al cabo nos permitía salir adelante y seguir pagando tus estudios.

Y si no te encuentras realizada con el trabajo, -esas cosas que decís ahora los jóvenes- pues céntrate en salir por ahí a bailar y tomar copas con amigos normales y de tu edad, no con los egiptólogos esos, que alguno hasta podría ser tu padre. Que porque acabes de salir de una mala experiencia no quiere decir que todos los hombres sean iguales.  Hay muchos hombres buenos, mira tu padre, es una bellísima persona que me ha tratado toda la vida como una reina.

Tu último novio ya sabías que no era trigo limpio. El primer día que nos lo presentaste me di cuenta. Hija no me digas por qué, pero las madres tenemos un sexto sentido para estas cosas. Un hombre que solo piensa en él, no es un hombre que te merezca. Los seres egoístas nunca cambian hija y yo sabía perfectamente que era cuestión de tiempo que te dejara. Bueno perdona, “que lo dejarais”, como tú dices.
Espero que hayas aprendido que este tipo de hombres no te convienen, porque lo único que te hacen es sufrir y desestabilizarte. Y si no mira ahora, como estás, totalmente ida, metida en el antiguo Egipto por su culpa. Que no te podías haber ido más lejos hija. Cuanto te echo de menos, allí, con tantas cosas malas que se oyen por televisión. Ten mucho cuidado y cuídate, y acuérdate de ponerte mucha protección solar que en aquellos desiertos hace mucho calor.
¡Tus padres que te quieren y te echan de menos!

***
El Cairo, 23 de abril de 2015
-Hola mami, te escribo estas letras desde este maravilloso paisaje en los alrededores de la  Necrópolis de Guiza.
-Mamá no puedes imaginarte lo que es esto. Si existe el paraíso después de la muerte, ha de ser semejante a este espectáculo. No puedo ser más feliz de lo que soy. Si vieras los amaneceres, los atardeceres, las estrellas, el desierto,… todo. No hay nada que no me maraville. Creo que sufro el mal de Stendhal. Me siento como si de repente hubiera descubierto el mundo, como si acabara de nacer, nada de lo que hasta ahora he visto tiene relevancia. Ahora sé que toda mi vida ha sido una preparación para llegar hasta aquí.
El grupo de mis compañeros es fantástico, ¡son tan interesantes!, aprendo todos los días de ellos. La mayoría ya han hecho viajes similares a este y no como yo que soy una iniciada. Son personas con mucha vida personal y espiritual, en nada se asemejan a  mis compañeros de trabajo, tan planos y grises.
Y he de decirte que hay incluso una persona que me hace tilín, aunque quizá no lo aprobarás porque es un poco mayor que yo. Pero es un hombre espectacular, que sabe muchísimo de la cultura egipcia y que vive con pasión su profesión. Es arqueólogo e historiador y un fanático de la egiptología y en especial de los jeroglíficos igual que yo. Creo que somos almas gemelas.
Bueno mamá ya te escribiré otro día con más tranquilidad y te contaré más cosas. He de acostarme pronto porque mañana me levanto a las cinco de la mañana, ya que vamos al campo de trabajo y hemos de ir muy temprano porque si no después hace mucho calor y es más duro.
No te preocupes por mí porque soy plenamente feliz, por fin he encontrado mi lugar en el mundo mamá.
¡Tu querida hija que os quiere mucho! ¡Besos!

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