EL ATRACO
(Basado en el texto de
Carmen Andrés)
Aquella mañana lucía el
sol de una manera especial, los rayos refulgentes hacían que todo pareciera más
vistoso, se respiraba en el ambiente un
olor a azahar, propio de la estación primaveral y también mucha alegría, que se
reflejaba en el rostro de la gente.
Miré por mi ventana el
reloj de la iglesia que tengo enfrente de mi casa, la cerré. Eran las 9:30 h,
me apresuré en vestirme, lo hice de una manera desenfadada: pantalón tejano,
blusa blanca, chaqueta fucsia y zapatos mocasines. Aquel día tenía muchas cosas
que hacer.
Como el tiempo se me
echaba encima, rápidamente cogí el bolso y me fui a la cafetería de la esquina
de mi casa a desayunar. Me pedí un café con leche, allí meditaba lo que tenía
que decir al director del Banco, quería solicitar un préstamo de 15.000 euros
que necesitaba.
Después del desayuno,
me fui por la calle de San Vicente con paso ligero. Una vez llegué allí, empujé
la puerta giratoria y me dispuse a coger número para el turno, en una maquinita
que estaba instalada a la derecha. Me aproximé a un mostrador, había tres
personas delante de mí. De repente, sentí un empujón, me giré y vi a un hombre
de complexión fuerte con traje blanco, pelirrojo, llevaba puestas unas gafas de
sol Ray-Ban verdes. Sacó una pistola del interior de la chaqueta y con voz
altiva, dijo:
- ¡Qué nadie se mueva, todos al suelo, es
un atraco!
Inmediatamente nos
echamos al suelo. El hombre continuó:
-¡Qué no cunda el pánico, si hacen lo que
les diga, no ocurrirá nada!
Todos obedecimos. Yo
estaba muy cerca de una mesa de un empleado, poco a poco, sin que me vieran, me
deslizaba como una serpiente, pero muy despacio para que no notaran como iba avanzando. Logré llegar a la
mesa, solo tuve que elevar el brazo sin que me vieran, y con el dedo índice
pulsé un botón que estaba camuflado debajo del tablón de la mesa.
Me acuerdo que lo pulsé
dos veces. A los tres minutos, ya estaban allí cuatro coches de la policía. Se
abortó el atraco.
La policía detuvo al
atracador y al compinche que lo esperaba fuera en un coche.
Al cabo de una semana
el director del Banco me llamó a su despacho. Quería gratificarme con 20.000
euros, por mi valentía y serenidad con que actué.
Me puse muy contenta,
ya no tenía que pedir el préstamo. Fue como una secuencia de película con final feliz.
Unos días más tarde me
puse a meditar, ¿y si…no hubiera conseguido llegar a la mesa y accionar el
botón, como consecuencia de un pinzamiento de hernia que tengo en la espalda?
¿Quizás el ladrón hubiera llevado a cabo su propósito? ¿Hubiera habido algún
muerto, algún herido?
Aunque tarde,
reflexiono y me pregunto el por qué de las cosas. En esta ocasión me salió bien
la jugada, pero pensando fríamente, tengo que sopesar el pro y contra de una
acción, no tengo que ser tan impulsiva y arriesgada.
Me puede ir la vida en
ello.
Carmen Márquez.
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