sábado, 18 de abril de 2015

EL ATRACO

(Basado en el texto de Carmen Andrés)


Aquella mañana lucía el sol de una manera especial, los rayos refulgentes hacían que todo pareciera más vistoso,  se respiraba en el ambiente un olor a azahar, propio de la estación primaveral y también mucha alegría, que se reflejaba en el rostro de la gente.

Miré por mi ventana el reloj de la iglesia que tengo enfrente de mi casa, la cerré. Eran las 9:30 h, me apresuré en vestirme, lo hice de una manera desenfadada: pantalón tejano, blusa blanca, chaqueta fucsia y zapatos mocasines. Aquel día tenía muchas cosas que hacer.

Como el tiempo se me echaba encima, rápidamente cogí el bolso y me fui a la cafetería de la esquina de mi casa a desayunar. Me pedí un café con leche, allí meditaba lo que tenía que decir al director del Banco, quería solicitar un préstamo de 15.000 euros que necesitaba.

Después del desayuno, me fui por la calle de San Vicente con paso ligero. Una vez llegué allí, empujé la puerta giratoria y me dispuse a coger número para el turno, en una maquinita que estaba instalada a la derecha. Me aproximé a un mostrador, había tres personas delante de mí. De repente, sentí un empujón, me giré y vi a un hombre de complexión fuerte con traje blanco, pelirrojo, llevaba puestas unas gafas de sol Ray-Ban verdes. Sacó una pistola del interior de la chaqueta y con voz altiva, dijo:

    - ¡Qué nadie se mueva, todos al suelo, es un atraco!

Inmediatamente nos echamos al suelo. El hombre continuó:

    -¡Qué no cunda el pánico, si hacen lo que les diga, no ocurrirá nada!

Todos obedecimos. Yo estaba muy cerca de una mesa de un empleado, poco a poco, sin que me vieran, me deslizaba como una serpiente, pero muy despacio para que no  notaran como iba avanzando. Logré llegar a la mesa, solo tuve que elevar el brazo sin que me vieran, y con el dedo índice pulsé un botón que estaba camuflado debajo del tablón de la mesa.

Me acuerdo que lo pulsé dos veces. A los tres minutos, ya estaban allí cuatro coches de la policía. Se abortó el atraco.

La policía detuvo al atracador y al compinche que lo esperaba fuera en un coche.

Al cabo de una semana el director del Banco me llamó a su despacho. Quería gratificarme con 20.000 euros, por mi valentía y serenidad con que actué.

Me puse muy contenta, ya no tenía que pedir el préstamo. Fue como una secuencia de  película con final feliz.

Unos días más tarde me puse a meditar, ¿y si…no hubiera conseguido llegar a la mesa y accionar el botón, como consecuencia de un pinzamiento de hernia que tengo en la espalda? ¿Quizás el ladrón hubiera llevado a cabo su propósito? ¿Hubiera habido algún muerto, algún herido?

Aunque tarde, reflexiono y me pregunto el por qué de las cosas. En esta ocasión me salió bien la jugada, pero pensando fríamente, tengo que sopesar el pro y contra de una acción, no tengo que ser tan impulsiva y arriesgada.

Me puede ir la vida en ello.


Carmen Márquez.

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