martes, 3 de febrero de 2015

AVET

La música de Money for Nothing de Dire Strairs me despertó. A pesar de que se escuchaba muy baja hizo abrir mis ojos como platos. Los acordes de Marck Nofler no pasaban inadvertidos para mi subconsciente. Mis primeros recuerdos como adolescente acompañaban ese tema. Aparté suavemente la mano de mi compañera de cama dejándola mansamente en el  lecho. Al levantarme admiré una vez más su belleza. Su melena rubia desordenada entre las sábanas de seda. Me gustaba ver aquella criatura reposando con esa cara de felicidad, durmiendo placidamente, con una sonrisa plácida. Modelo quizá. Apostaría por ello. Piernas largas, poco pecho y elegante hasta sin ropa. Preciosa.

Saqué una foto con mi iphone. Una de
mis manías recientes. Me parecía un poco deshonesto, de mal gusto, poco caballeroso. Tener un recuerdo, sólo eso. En cierta manera no podía asegurar que esta conquista y la magnífica noche de sexo anterior hubiesen ocurrido. Ya no había nadie a quién contarlo, nadie que lo recordara. Sólo resonaría en mi cabeza cuando viese a aquella mujer en un anuncio de parada de autobús. Mis ya pocos amigos estaban casados y con hijos. Ni era la conversación y ya ni siquiera era el lugar. Incluso J.J estaba casado. Verlo era como pedir hora con el rey. Era mi mejor confesor y compañero pero ahora ese puesto quedaba vacante. Sólo. Sólo con mis grandes éxitos.
Decidí buscar una cerveza en la nevera y dejar de pensar. Machacaría más mi hígado pero me generarías menos arrugas que darle vueltas a las cosas. Quizá así cogería el sueño y volvería a la cama, para el polvo mañanero y de despedida. Despedida, sí. Esta hembra ya estaba cazada. Deambulando por aquel inmenso piso no me cabía duda que su marido era un hombre de dinero. Ahí la tenemos, la foto de boda. Un viejo con pasta, sin lugar a dudas. ¿Viejo? Cuarenton. Un par de años más que yo. Guapo, pero demasiado confiado. Dejaba sus tesoros al alcance de tipos como yo. Tipos despreciables que conquistaban desconocidas desde el otro lado de la barra de un bar. Ella no fue más difícil que muchas otras, pero la estrategia la misma. No me sorprendió la pregunta. “¿A qué hora acabas?”
El comedor era un verdadero desastre. La decoración que estaba encima de la mesa ahora eran añicos por toda la alfombra del salón. Aquella mesa barroca me llamó la atención nada más entrar. Oscura, lacada, perfectamente aliñada con objetos a juego. Decidí poseer a mi anfitriona encima de ella. Cuando apareció con esas dos copas de vino decidí Levantarla de improviso, sentarla en la mesa, apartar toda aquella parafernalia de un manotazo y hacer lo que su marido nunca imaginó cuando la compró. Por su forma de gemir algo me dijo que a ella también le gustó la idea y le pareció original. Demasiado joven para conocer El cartero siempre llama dos veces.
No dudé en sentarme en aquel sofá  y observar el desbarajuste que había provocado. Cualquier cosa que manchase no desentonaría. Bonita casa. Un tanto ostentosa con tanta decoración pero amplia. No cotillearía más. No era ese mi estilo. Salir de la habitación matrimonial era algo vedado para mí. A veces pensaba que siempre permanecería en ella.

- ¡Este video es indignante, inapropiado y desde luego innecesario!
- Pero señor juez.
- No le he dado la palabra abogado. Es más. Voy a procesarle por este escándalo. Es bien sabida la situación económica y social del demandante. Usted y su cliente, con esta grabación lo único que intentan es hacer que el demandante sea el hazmerreír de la sociedad por el mero hecho de que su cliente se acostó con su esposa, conocida modelo. Mostrando este video únicamente nos ofrece una versión más desagradable si cabe de su cliente. No sólo esta acusado de robo de una antigüedad de gran valor sino que muestra su actitud, zafia, pornográfica e insana de grabar una relación sexual y exhibir dicha acción. Y usted abogado – señaló con el dedo- lo ha permitido y consentido en mi juzgado y ante el jurado. Es más, asegurando y mintiendo que con esta reproducción se aclararía todo.
- Señoría ¿Puedo hablar? ¿Me concede la palabra?
- Hable usted abogado.
- Si observa, en el minuto uno y quince segundos ver como la supuesta copa robada por la que mi defendido está acusado sale volando por los aires, impactando en el suelo y rompiéndose – tras una brevísima pero medida pausa continuó -. Justo al lado de la ropa interior de la mujer del demandante.

El juez tosió y por un momento perdió su fachada dura, seria y conservadora. Parpadeó nerviosamente y clavó sus ojos en el  jurado e inmediatamente después en el abogado.

- ¿Era necesario mostrar seis minutos de grabación?

El abogado alzó sus cejas, giró lentamente el cuello y miró a su cliente. Nando Martín esbozó una sonrió desde el banquillo de los acusados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario