_ ¿Pero qué estáis diciendo? ¿Qué debería hablar con mi jefa y delatar
a mi compañero? Yo nunca haría algo así. Aunque mi cargo como jefe de
departamento de la mayor cadena alimenticia del país, lo requiera- hizo una
breve pausa para remarcar estas últimas importantes palabras para él pero innecesarias para el resto -. He sido un
trabajador más y se lo duro que es ganarse el pan.
_¡No
sigas! ¡Alto! Antes de que arruines nuestra feliz hora del viernes por tanta
incredulidad acumulada en nuestras jóvenes cabecitas -dijo mientras entraba en
escena de forma teatral y con una sonrisa que le tapaba toda la cara-.
¡Trabajas en una fábrica de salchichas Peter! Y tu trabajo -él también bajó el
tono de voz ante tanta expectación felizmente lograda-, es mantener a raya a tu
grupo, pero tienes tanto miedo de tus
musculosos y descerebrados trabajadores, que callas como una…
_ ¡Charles!
_
Espera, espera Alice -le indicó con la mano mientras se sentaba-. Iba a decirle
que si quiere le ayudo, ya sabéis que se me dan bien las peleas de barrio.- Y
guiñó un ojo a los presentes mientras le daba palmaditas en la espalda al
susodicho.
Peter,
aunque acostumbrado, estaba rojo de ira ante Charlie. Que había captado la
atención de todo el bar, como era de esperar.
Allí estábamos, como cada viernes, a las 17:00 de la tarde, Peter,
Charlie, Alice y yo. En este nuestro lugar de encuentro desde que nuestros
padres empezaron a dejarnos salir después de las 18.00 de la tarde. Aunque
juraría que Charlie lo regentaba desde los trece años. A esa edad ya conducía
el tractor de su abuelo, y recuerdo que me impactaba su aliento a cerveza por
las tardes en el parque central. Él siempre había hecho absolutamente todo
antes que los demás. Fue el primero en ponerse a trabajar, el primero en beber,
el primero en fumar, conducir... en fin todo. Antes de entrar lo había visto en
le ventana con su decimocuarta novia. Y, por cómo se habían despedido pronto
llegaría una decimoquinta. Su virtud era que Charlie se preocupaba de todo el
mundo. Nos cuidaba a todos. Siempre me había parecido un mafioso atrapado en un
cuento de agricultor inglés, al que mucho le tenía yo que envidiar. Al igual
que nosotros, rondaba los 28 años, con la diferencia de que a él parecía que
todo le iba bien. Ayudaba en el negocio familiar, cultivaban cebada. Una
variedad de trigo que él pretendía virar hacia la industria cervecera, aunque
ahora la vendían para producir pan tradicional. Se permitía todos los caprichos
con la satisfacción de alguien que se lo puede permitir. Disfrutaba de la vida.
Le daba igual ir a la moda, llevaba ropa anticuada pero de muy buena calidad
heredada de su abuelo. Su semblante más serio únicamente lo sacaba a pasear en
peleas inocentes de tardías borracheras siempre por, lo que él llamaba, asuntos
de honor entre hermanos. De ahí que Alice y yo lo viéramos como el Corleone del
grupo. Y si a este detalle, añadimos sus usuales intentos, fácilmente
conseguidos, de ser el centro de atención, obteníamos la receta del creciente
odio de Ali. Ella, que llegó hace varios años, a este pequeño barrio del
extrarradio londinense, le incomodaba incluso su tono de voz, la manera en que
se reía de la gente.
_¡Pero
James! ¡No piensas decirle nada! ¡Tu amigo es un machista y encima lo grita a
voces! Escribes en el periódico semanal por el amor de Dios, es que no te da
vergüenza que te oigan, que te comparen.
Me
pilló por sorpresa, Alice me tenía como el perfecto caballero inglés. Me
otorgaba cierta autoridad, que por supuesto yo no pretendía obtener. Aunque a
mí no me odiaba. No sé qué haría sin ella, sin nuestros paseos, sin nuestras
charlas…
_James.
Si no
respondía la cosa iría a peor.
_Vamos
a ver Alice, ya son mayorcitos para apañarse -dije en tono calmado en un
intento absurdo de enfriar el ambiente-. Además mientras esté sentado contigo
mi popularidad seguirá intacta.-Alice se ruborizó. Por suerte para mí sabía cómo
alagarla. Aunque estaba seguro de que no se quedaría satisfecha. No saldría del
bar sin responderle a su amigo del alma.
_Claro
que sí -dijo Charlie con una sonrisa que enfatizaba la audiencia conseguida-.
Además él sabe que yo no dejaría que le hicieran daño. ¿Ah que sí Pete? - Peter
quiso hacer una mueca pero su subconsciente le engañó, y exhaló aliviado.
Había
algo raro en Alice aquel día, tenía la sensación de que se me olvidaba algo,
pero no tenía ni idea de qué podía ser. Había sido mi mejor amiga desde que llegó
y conocía todas sus muecas, sus diferentes tipos de suspiros, su famoso cruzar
de brazos ante sus continuas decepciones, su risa nerviosa... Pero aquella
mirada perdida, se me escapaba.
_Bueno
Jamie. ¿Tú qué? ¿Sabemos algo del trabajo? – Dijo Charlie cambiando de repente
el tema.
_Nada
de nada. Vi que uno de los aspirantes en la última repesca se apellidaba como
el presidente de la fundación. Así que no me voy a hacer ilusiones.
_Cuando
vean que sabes más que hablas, vendrán a por ti en carruaje dorado. -Alice se
había vuelto solemne. Y dijo aquello mirando al vaso de su cerveza inusualmente
vacía.
_Pídele
que te firme un autógrafo en tu diario. Dentro de unos años valdrá millones- dijo
Charlie mientras le pellizcaba la mejilla a ella.
Como
iba diciendo, Ali sentía una veneración especial por mí, todo el mundo lo
sabía, y como no Charlie aprovechaba esa oportunidad siempre que no le echaban
los perros encima. Pero esta vez no
contestó. Era mi prueba definitiva de que algo le pasaba.
Estábamos
sentados en una de las mesas para cuatro al fondo del bar, con sus antiguos
bancos de cuero rojo que me encantaban. Yo tenía a Alice enfrente, y podía
tocarle los pies. Le tambolireaban especialmente rápido ese día.
_Buenos
chicos, hoy no podré quedarme, otros asuntos me esperan. -¡Y “voilà”! ¡La
decimoquinta! Chaqueta de cuero, pelirroja, acababa de saludarlo desde la misma
ventana donde había despedido a la anterior.
-No…
-dijo con un hilo de voz Peter, mientras se tapaba
inocentemente la boca con la manos, en un intento ridículo de disimulo para
seis metros de distancia a la que se encontraba la ventana.- A mi Annie me gustaba. Con ella no salías tanto y estabas más relajado.
-Querido
Peter ahórratelo, rondo la treintena y a diferencia de ti, necesito acción,
Annie era como leer el mismo libro todos los días.
-¡Eso
que te has llevado! Habrá sido una gran experiencia descubrir la lectura.
-
Totalmente de acuerdo mi querida Alice. Pero, a lo que iba. -Hizo una pausa
para mirarme significativamente a los ojos-. Mañana es el cumple nuestro James.
Estáis todos invitados a mi finca. He preparado algo especial.
-Muchas
gracias Charlie, pero ya sabes que no me gustan los cumpleaños. Para mí son un
día más. Prefiero venir aquí a tomarme unas birras –me apresuré a decir.
-Sí
pero si te aceptan, volarás en breves del nido, y eso se merece un cumpleaños
por todo lo alto.
Golpeó
la mesa, le dio un beso en la cabeza a Alice, que hizo una mueca de asco, cómo si acabara de sorber
un limón, y se fue.
_ ¿Queréis
otra cerveza? Este Charlie, hará lo que le dé la gana ya lo sabéis. Aunque por
mí encantando, una fiesta nunca está demás.
Los dos
asentimos sin vacilar, medio ebrios ya de la primera. Peter se levantó. Ya se
le veía más relajado ahora que huracán Charles se había ido. Cuando volviera de
la barra, lo cual sería tarde, ya que solo buscaba una excusa para hablar con
Laura, la única chica que le escuchaba en todo el barrio y la preciosa camarera española del Larry’s,
seguramente remataría su elegante excusa
para no llevar a cabo sus obligaciones como capataz.
Alice volvía
a mirarme fijamente. Estaba más seria si
cabe. A veces me daba la sensación que actuaba, pero me resultaba tan
graciosa..
_James,
ahora que puede que te vayas…
_Todavía
no lo sé, dejad de adelantar acontecimientos.
_Tenemos
que hablar.
Tragué
saliva. Siempre me había gustado, de hecho debería puntualizar. Estaba
enamorado de ella. Desde la nochevieja anterior en que la vi dándose un morreo
con el desaliñado de Henry, policía de la zona. Pero aun así no estaba
preparado para aquella charla, no estaba preparado para tener una relación. ¿Y
si se alineaban los planetas y conseguía el trabajo? Yo nunca querría hacerle
daño ni tampoco perderla, puede que se hubiera convertido en la persona más importante
de mi vida.
_¿Por qué
estás sudando? En todo caso debería sudar yo y ni siquiera sabes lo que te voy a decir.-Carraspeé más que
nada, por la sequedad repentina que sentía en la garganta y tomé aire. Que
hablara. Había peores cosas en la vida.
_Sabes
que me encanta aquella historia, aquella historia de cuando cruzaste el umbral.
_Si
bueno, fue una tragedia Alice. Tampoco es para que te guste. Éramos muy
pequeños cuando Anthony falleció. De hecho yo todavía jugaba con canicas por
aquel entonces.
_Sí, no
me malinterpretes, perdona. Simplemente creo que te has convertido en el hombre
que eres en parte gracias a ella. Bueno, a lo que iba. Esta semana Clair me ha
vuelto a hablar de la época en la que erais niños.
_¿Clair
la abuela que de los niños a los que cuidas o Claire tu compañera de piso?
_¡Quién
va a ser! La abuelita. Sabes que descubrí, para mi felicidad, que cuando me
revela secretos sobre su hija y su yerno, Marie le da golpecitos le acaricia el
pelo y le dice “Claire, no molestes a la niñera con tus historias, que tiene
mucho que hacer” Y acto seguido se la lleva a pasear, y cuando vuelven la pobre
señora siempre trae una cara larga, de niña malhumorada, que da lástima.
_Como
cuando te dijo, que qué simpático era el
cartero, que siempre le invitaba a pasar pero él se subía a tomar el té con su
hija y a ella no le hacía ni puñetero caso.- Se rió a carcajadas. Sin duda el
adulterio de su jefa es algo que la tenía muy entretenida desde hacía unos
meses. Le encantaba cuando James se acordaba de todos los detalles de sus
cotidianidades.
_Bueno
pues el otro día la reprimenda fue tremenda James -y se acercó más a él apoyándose
sobre la mesa-. La dejó encerrada tres
días en su habitación, y solo le daba unas míseras tazas de leche con galletas
y la medicina para la diabetes. Aunque de esto último la verdad que me aseguré
que se lo suministrara.
Me reí
a carcajadas. Aunque no era cómico en realidad. La pobre mujer estaba en la
primera fase de su reciente diagnosticada enfermedad, el Alzheimer. Por lo
tanto todavía tenía muchas etapas de lucidez que Alice se tomaba muy enserio.
Le había tomado mucho cariño y le encantaba hablar inglés con ella, aprendía
los refranes y dichos populares que no te enseñan en clase.
_ ¿Ah
sí? ¡Qué mucha rabia esa mujer! Que se gaste el dinero en una buena residencia,
en vez de andar maltratándola de esa manera. ¡Encima el dinero es de la pobre
abuela! Pero ni en eso la satisface.
_Es una
arpía. Pero James verás, la mujer estaba hablando de vosotros, de cuando murió
tu amigo, de cómo de consternado se quedó el pueblo.
_Alice,
lo hemos hablado mil veces, es normal que la señora se acuerde.
_Si
James pero no dejaba de decir, unas cosas muy raras sobre Charlie. -Volvió a
retroceder hacia su asiento. Decía algo que no llegué entender, que le pareció muy bien que lo encerraran un
tiempo. ¿Tú supiste algo sobre eso?
_Podría
ser. Charlie pasó mucho tiempo sin salir de casa. Y yo dejé de celebrar mi cumpleaños
por siempre jamás. Te sabes la historia de memoria.
_Ese
detalle no lo sabía.
_¿Y qué
ves de raro en eso? Las cosas cambiaron por un tiempo. De hecho mi madre desde
entonces siempre me da las buenas noticias y mi padre las malas, con esa ya
cumplió su cupo de poli malo para toda la vida.
_Las
mujeres siempre tomamos la responsabilidad -dijo levantando cómicamente la
cabeza-. El tema es que ha sido muy verídico y raro a la vez. Y si teniendo en
cuenta que la hija de Claire es la tía de Charles… No sé, inconscientemente se
me ha pasado por la cabeza, que tal vez… Erais muy pequeños James, los niños
pequeños pueden hacerse daño incluso jugando.
_ALICE
NO DIGAS TONTERÍAS. Sabes que no suelo dudar de tu intuición, y te prometí que
nunca me asustaría de lo que me dijeras, pero mujer, hay mil razones por las
que pudo no haber salido de casa durante algún tiempo.
_Encerrado.
Claire ha dicho que estuvo encerrado.
Al día siguiente recibí una llamada. Me habían dado el puesto. Iría a
Estados Unidos a trabajar en un periódico estatal. No me lo podía creer. Tenía
cinco días para preparar todo. Pero ya no estaba tranquilo. Se había sembrado
en mí una ridícula duda. Y digo ridícula porque pensándolo en frío, no tenía
sentido la nueva preocupación de mi amiga. A Alice le fascinaba Agatha
Christie, leía mucho sobre novelas policíacas y sobretodo se aburría y mucho. Había
estudiado Traducción e Interpretación,
en Amberes, su ciudad natal, pero no encontraría trabajo si no perfeccionaba al
máximo su inglés. Decía estar en una especie de purgatorio lingüístico del que
pretendía salir pronto. Sí, seguramente sería eso. Lo que en realidad me
preocupaba era separarme de ella y estaba claro que no le iba a pasar nada. Ni
a ella ni a nadie. Aquí no nunca pasaba nada. Era un sitio tranquilo, al norte
de Londres, y en realidad era como un pueblo. Por lo pronto encontraría a alguien con quien
compartir sus reflexiones, alguien con
quién tomar café irlandés disfrazado de capuccino dulce, alguien con quien dar
alegres paseos por las grises calles de nuestras esculturas industriales
favoritas, alguien con quien… Debía dejar de pensar. Pasaría lo que tuviera que
pasar. Por lo pronto iba a llamarla. Le daría la noticia, la tranquilizaría
haciendo bromas sobre cómo Charlie empezó a volverse majara tras su temprana
etapa adolescente, no antes, y le haría ver que la necesitaba. Sí eso la calmaría.
Adoraba ser útil. Y yo tenía que
asegurarme de no perderla en esta nueva etapa.
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