RJ45
se encontraba sentado en una roca, mirando al horizonte, estaba anocheciendo,
olía a salitre del mar, la brisa le daba golpes suaves a la mejilla, escuchaba
el romper de las olas, descalzo sentía la arena galáctica fría en sus pies, los
perrigats revoloteaban por el cielo, y él seguía pensando en Insignia.
Se
encontraba en Integria, y ese lugar lo había descubierto por casualidad, era
secreto, y nadie sabía que allí se albergaba algo maravilloso.
El
mar se iba enfureciendo poco a poco, el aire lo hacía cada vez más fuerte,
levantaba la arena galáctica y poco apoco le daba golpes por todo el cuerpo, no
le hacía daño, pero sí que le resultaba molesto.
De
repente, miró fijamente a la orilla y había algo, no se veía muy bien que era,
se levantó y fue a por ello, cuando llegó había una pequeña caja, envuelta de
algas, y lodo marino, era extraño haber encontrado aquél objeto allí, pero la
cogió y se la llevó.
Insignia
volvía aparecer en sus sueños, quería deshacerse de ellos, pero le resultaba
muy duro, después de haber pasado una noche con UTP. No quería hacerle daño,
pero su corazón se encontraba dividido en dos.
Se
despertó de golpe y porrazo, fue a buscar la caja, aún estaba húmeda, al
principio le costó abrirla, se encontraba oxidada y las bisagras no abrían ni
hacia delante ni hacia atrás, después de varios intentos al final la consiguió
abrir, en su interior había un pañuelo que envolvía algo, cuando lo desenvolvió
se encontró una bala y llevaba escrito RJ45. Arqueó las cejas, sus ojos se
abrieron como un búho, se la acercó, estaba reluciente, era de plata. Cerró la
caja, la depositó en su mesita de noche, y se puso a continuar con el sueño.
Vivía
en KALOS, era un planeta que estaba en la otra punta de la galaxia, de
formaciones rocosas y árido. Aunque no solía estar mucho tiempo allí. No podía
disfrutar de los habitantes, ni de los lugares más recónditos que allí existían.
Siempre
se encontraba realizando misiones fuera de su órbita espacial. Insignia era su
comandante, y aunque RJ45 no le había dicho lo que sentía, él podía
imaginárselo.
Se
levantó como cada mañana, se puso su desayuno y se fue a correr, a ponerse en
forma, ya que pronto tendría una misión y no sabía cuando regresaría. Tuvo un
sueño bastante extraño, el haber encontrado la bala, y además con su nombre
grabada, sin ninguna nota, ni dada más escrito, vacía y en su interior una
bala.
Estuvo
mirando la caja, a ver si podía ver su procedencia, de color caldera vieja, con
las bisagras oxidadas y de un tacto rugoso. Aparentemente no se veía nada más,
pero se quedó mirando y había marcas, parecían letras escritas en un lenguaje
antiguo, que él ya no recordaba. Se las anotó y fue a buscar la llave que abría
la habitación, dónde se encontraba el libro. Después de registrar cajones por
toda la casa, la encontró. Cogió un candil que tenía en la mesita de noche y se
dirigió a la habitación, metió la llave, y se escuchó -clac, clac- un ruido
seco y hueco al abrir la cerradura. Andaba con cuidado, para no tropezar con
objetos antiguos que allí dentro había, todo lleno de polvo y de telarañas, las
arañas vivían en un paraíso. En la última estantería se veía el lomo de un
libro rojizo, lo cogió y sopló con fuerza y se llenó todo de polvo. Se podía
leer "AMPERA", letras escritas en dorado. Esa lengua fue hablada hace
mucho tiempo antes, pero nunca se volvió a hablar, no le dijeron porqué, pero
sus antepasados tampoco se lo contaron, era una lengua muerta que cayó en
desuso.
Después
de buscar en páginas y páginas, no tuvo suerte y no encontró nada interesante, demasiadas
incógnitas, para tan poca información.
-
Ringgggg, ringgggg - se escuchaba, sonaba su auricular que llevaba colgado
siempre en su oreja derecha. Era un móvil que se insertaba a cada habitante de KALOS
cuando llegaban a la mayoría de edad.
-
Si -
-
RJ45, estas ahí, soy Insignia- se escuchaba por el altavoz
-
Sí, sí, dígame comandante - contestaba
-
Prepárate porque dentro de tres días partirás con la flota a una nueva misión,
como siempre ya recibirás más instrucciones.
-
A sus órdenes mi comandante- contestó.
Colgó
el teléfono. Y comenzó a realizar todos los preparativos para la nueva misión.
Abrió
la mesita de noche y allí estaba la caja, pero al lado estaba el pañuelo de
seda, ya no se acordaba de él, se sorprendió y pensó, ya tengo otra pista para
continuar con mi investigación.
En
una esquina del pañuelo había una letra en mayúsculas bordada con hilo de
plata, era la letra I, - de quién será esto?- pensaba. - Se le ocurrió que
podría ser de Insignia, pero si acabo de hablar con él, y aparentemente estaba bien
- pensaba.
Volvió
a sonar el teléfono y era otra vez Insignia, pero esta vez volvió a repetir las
mismas palabras, - aquí sucede algo extraño -, pensó, la diferencia de una
llamada a la otra es que ésta empezó a entrecortarse, y repetía una y otra vez
las últimas palabras, parecía una grabación. Le extrañó muchísimo, empezó a
preocuparse, la sudor comenzó a florecer, las manos aparecieron mojadas, cada
vez tenía más calor, sintió un escalofrío que le recorrió por todo el cuerpo,
respiró hondo, pudo tranquilizarse, no entendía que estaba pasando.
Cogió
las llaves del coche y se fue a casa de Insignia. La ciudad estaba llena de
túneles transparentes, donde se podían ver las estrellas, en muy pocas
ocasiones se podía ver algo de luz solar. Vivía a la otra punta de la ciudad.
Los
coches viajaban con nitrógeno líquido. Era hora punta y sin pensarlo se metió
en un atasco, mientras tanto, escuchaba la FMX.
Llegó
a su casa, llamó al timbre y nadie le abrió, en esos momentos salía un vecino
del portal y se coló disimuladamente. Cogió el ascensor, vivía en el segundo
piso de la puerta 4. Llamó al timbre y no abría nadie, cogió el pomo de la
puerta y se abrió, gritó - Insignia, estas ahí-, una y otra vez, - Insignia -,
a la derecha estaba la cocina, vacía, enfrente el comedor, vacío, - no había
nadie, que extraño, todo en su sitio, aquí que está pasando -, pensaba. Al
final estaba el dormitorio y tampoco había nadie. Estaba vació el piso. Se
quedó mirando el espejo de la entrada, arqueó las cejas y no entendía nada de
nada. No se imaginaba que estaba pasando. Cerró la puerta y se fue a la base
a buscarlo, a ver si alguien sabía algo de él.
Pero
el resultado fue inútil. Empezó a llamar al resto de compañeros a ver si
alguien sabía algo y nada de nada, todos decían lo mismo, que habían recibido
la misma misión, dentro de tres días se marcharían.
Todo resultaba extraño, confuso, no podía entender que estaba pasando, preocupado pasó el día, se le hizo muy largo hasta que llegó la noche y se fue a dormir. El sueño fue muy turbio, tuvo pesadillas, una y otra vez le aparecía la bala, Insignia, la caja, el pañuelo. Se despertaba en mitad de la noche, sudoroso y con muchísimo calor, angustiado, bebía un poco de agua y volvía a dormirse.
Llegó
el día de partida, y no había recibido noticias de los detalles de la nueva misión.
Pero no pasaba nada, sabía lo que había que hacer. Presentarse a su superior en
centro de mando y allí le comunicarían con el resto de compañeros la nueva misión.
Y eso es lo que hizo. Cogió el equipo que llevaba a cada misión y se dirigió a la
base.
Allí
estaban todos sus compañeros, pero como él nadie sabía nada, no lograban entenderlo.
Se acercó el capitán. - Señores- dijo, todos se pusieron firmes, - ¡descansen!-,
dijo. - Dese hace tres días como bien saben estamos buscando a Insignia, y nadie
sabemos nada de él-.
Todos
nos miramos sorprendidos, - pero que ocurre mi capitán- dijo RJ45.
-
No lo sabemos -, dijo, - ahora tenemos trabajo, pero antes hay que encontrar a Insignia,
diríjanse al hangar, dónde están las naves, y contactaremos por radio, y ya recibirán
nuevas instrucciones -.
Todos
se levantaron y se fueron a sus respectivas naves.
-
Contactando con RJ45 -, se escuchaba por el monitor.
-
RJ45- al habla.
[...]
Sergi Navarro Galan
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