domingo, 9 de noviembre de 2014

Paz, diversión, miedo... kansei.

Paz. Esta es la primera palabra en la que pienso cuando escucho la palabra literatura. Y, ¿por qué paz? Pues supongo que porque es la sensación que me invade cuando, inmersa en una historia que nada tiene que ver con mi vida real, pasan las horas sin que sea consciente de ello, sin que nada de lo que ocurre a mi alrededor me turbe. Podría decir entonces que en la literatura encuentro la paz. Pero además de darme grandes momentos de tranquilidad, ha provocado instantes de diversión, ternura o miedo.

Al observar a otras personas leer en soledad, puedo percibir sensaciones similares a las propias, incluso adivinar los sentimientos que les está generando el libro que tienen entre manos. El siempre tan indiscreto lenguaje no verbal me permite identificar la intensidad y tipología de estos sentimientos. En ocasiones el lector presenta una actitud tranquila con sus músculos al completo relajados y dejando asomar un leve sonrisa entre la comisura de sus labios; esto me hace pensar que se trata de una novela suave, tierna o incluso amorosa. En otras ocasiones sus músculos proyectan una gran tensión (incluso el ceño fruncido) y una postura corporal que indica que su cuerpo está alerta; en este caso me inclinaría por pensar que está leyendo una novela policíaca, negra o algún texto que le hace viajar a experiencias propias que preferiría no recordar.

El gran misterio que esconde para mí la literatura (y más concretamente la creación de la misma) es cómo logra con simples palabras que el lector llegue a sentir con tanta intensidad. ¿Cómo son capaces los escritores de lograrlo? ¿son conscientes de antemano del sentimiento que van a despertar en sus lectores? ¿es su intención generarlos? ¿o simplemente contar una historia sin tener en cuenta lo que va a suponer para el lector?

Y a partir de preguntas directas es cuando mi mente ingenieril comienza a trabajar para darles respuesta. Si hay algo que caracteriza a los ingenieros o a las personas de ciencias en general (además de dar respuesta a todas las preguntas que se plantean) es la ambición por cuantificar y medir todo aquello que les rodea, incluidos los sentimientos. Por tanto a la pregunta de si los escritores son conscientes de antemano del sentimiento que van a generar en los lectores, le seguirían otras cuestiones: ¿cómo de profundo va a ser ese sentimiento? ¿dónde está la línea que separa la sonrisa de la carcajada? ¿o la pena de la lágrima?. Y esto llevado al extremo generaría la siguiente pregunta: ¿podríamos obtener un modelo matemático capaz de predecir los sentimientos que va a generar un libro y cuantificarlos atendiendo al uso de, por ejemplo, unas palabras o un estilo determinado? Algo así intenta hacer la ingeniería kansei.


Kansei es una palabra japonesa que no tiene una traducción precisa al idioma español, pero su significado es cercano a un “sentimiento psicológico”; se podría interpretar como ingeniería emocional. La ingeniería Kansei permite MEDIR LAS EMOCIONES y conocer las características de un elemento que más incidencia tienen sobre los sentimientos que genera sobre las personas. De esta manera, identificar las características en cuestión y en qué medida modificarlas nos daría un poder absoluto para generar las emociones deseadas. ¿Utilizan los escritores este tipo de herramientas? ¿podría yo utilizarla para escribir? ¿y para mi día a día?

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