EL MIRADOR
Otra vez estaba él delante de la
cama encorvado como cada tarde después del trabajo con un libro en la mano.
Valentina se disponía a merendar
en su cocina igual que todos los días al volver del ambulatorio y se sentaba
junto a su espectacular mirador. Tenía una cocina amplia y luminosa. Era su
lugar preferido de la casa y aunque tenía una gran casa con un estudio
estupendo donde leer, escribir o hacer cualquier tipo de actividad o de ocio,
siempre acababa ubicándose en la cocina. Allí tenía todo lo necesario, una
bonita mesa de madera de arce, espacio, luz, comida y bebida y sobre todo un
gran ventanal en forma de mirador sin cortinas.
Debía ser su marcado carácter
observador con un punto voager que le predisponía a estarse horas y horas
observando todo lo que a través de ella pasaba. Desde hacía tiempo su ansiedad
por llegar a las seis de la tarde y sentarse en ella a mirar se hacía cada vez
más obsesiva ya que había una escena que la tenía totalmente enganchada.
Un tipo moreno y alto entrado en canas, con un toque
atractivo pero dejado, entraba en la habitación de enfrente todas las tardes a
las seis, se inclinaba para besar a alguien postrado en una cama que no
alcanzaba a ver con claridad, luego parecía contarle algo con mucha
expresividad y finalmente cogía un libro de su mochila se sentaba junto a ella
y se disponía a leerle. Y así estaba entre una y dos horas sin parar todas las
tardes de lunes a viernes.
Los fines de semana no le veía
leerle y además solía venir acompañado de otras personas que habitualmente se
disponían alrededor de la cama y hablaban entre ellas y en ocasiones incluso
comían y bebían como si estuvieran celebrando algo. Entonces Valentina
desconectaba de la cocina y se disponía a continuar con su vida, deseando que
llegara el lunes para volver a ver a su vecino misterioso a través del cristal.
En ocasiones se preguntaba qué
poder tenía esa imagen para que ella no pudiera parar de observar y estuviera
tan desesperada por volver a casa y seguir observando la escena. Sería el tipo
atractivo, sería la escena, sería la curiosidad por saber quién estaba en la
cama. Ninguno de esos motivos y todos a la vez. Se daba cuenta que la imagen
hipnótica de alguien leyendo siempre le había transportado a otra dimensión.
¿Qué libro leería, a quién, por qué, qué relación tendría aquel tipo con esa
otra persona?
¡Mierda!, alguien llamaba a la
puerta, no podía seguir la escena.
-Hola buenas tardes venimos a
revisar la instalación del gas, estaba puesto en el ascensor que vendríamos hoy
a partir de las seis de la tarde.
-Sí si disculpe me ha pillado
usted distraída y no lo recordaba. Pase, pase.
El técnico se dispuso a tocar la
caldera y medir un montón de cosas con un aparatito similar a un data fono, se
movía por la cocina a su antojo mientras ella intentaba no perderse nada de la
escena de enfrente.
-¿Me puede indicar donde están
los radiadores?
Valentina le acompañó por el
resto de la casa indicándole la ubicación de cada radiador.
Después de una ligera charla y
firmar un par de hojas que el técnico le había indicado, Valentina volvió con
desespero a la cocina. Cual fue su sorpresa al ver que el tipo ya no estaba en
la habitación. Se puso algo nerviosa maldiciendo al revisor del gas y la
incertidumbre que ahora se ceñía sobre ella. No era normal, solo había pasado
una media hora leyéndole y nunca se marchaba tan pronto.
Ahora tendría que esperar hasta
mañana para ver que ocurría, ¡nooo!, mañana era sábado. Hasta el lunes no
volvería a poder seguir con su espectáculo particular, se maldecía por ello y
se preguntaba qué clase de obsesión la tenía tan enganchada que no era capaz de
relajarse y desconectar de aquel momento.
¿Qué habría pasado, cual sería el
motivo de su breve estancia esa tarde? Ella continuó con su rutina y se dispuso
a preparar la cena. Mientras, no paraba de pensar el tipo de relación que aquel
sujeto tendría con la enferma, sería su marido, su amante, tal vez una hija,
no, esa mirada no era fraternal? De cualquier manera le leía a una mujer, de
eso estaba segura. Su imaginación empezó a divagar, sospechando que la enferma
no podía leer porque probablemente había tenido algún trágico accidente que la
mantenía postrada en la cama, quizá en coma.
Esa noche Valentina por suerte
tenía cosas que la ocuparían bastante,
porque el fin de semana iba a ir a un taller de narrativa intensivo en Ademuz al
que se había apuntado recientemente organizado por la UPV.
Se despertó dándole vueltas a la
historia de su vecino y construyendo su película particular. Valentina siempre
tuvo mucha facilidad para la fantasía y le era fácil construir historias e
imaginar realidades posibles.
Se levantó muy temprano para
llegar con tiempo suficiente al albergue, los asistentes iban apareciendo y
Valentina se iba haciendo su composición de lugar sobre los alumnos que como
ella iban a participar en el taller de narrativa. En general le sorprendió que
hubiera mayoría de hombres, porque a este tipo de actividades suelen apuntarse
normalmente más mujeres, no era una estadística contrastada pero a lo largo de
su vida había hecho innumerables de actividades, cursos y talleres de todo tipo
y rara vez han sumado mayoría de hombres, en cambio en esta ocasión así era,
incluso las edades de los participantes le sorprendió porque eran casi todos de
edades parecidas a las suyas o incluso más jóvenes. También pensaba que el
taller sería más reducido, eran más de treinta y sospechó que no podrían
trabajar como ella quería, ya que un taller de estas características es mucho
más provechoso si no supera las veinte personas.
Valentina se iba creando como
siempre su mundo paralelo esperando que de
un momento a otro todos acabaran de llegar y comenzaran las clases.
¡Hola buenos días, me llamo Juan
Madrid y voy a ser durante este fin de semana vuestro profesor de narrativa! ¡Espero que estemos todos cómodos y que este taller nos resulte lo más
provechoso y creativo posible. Ha sido todo un éxito de convocatoria y no os preocupéis
porque creáis que sois muchos, porque vamos a trabajar en forma de dinámica de
grupos y todos vamos a poder expresarnos y participar de forma activa!
Valentina se quedó totalmente
petrificada al ver a su profesor de narrativa, ¡era él!, ¡era su vecino lector!
Juan Madrid era el hombre que todas las tardes leía de forma cariñosa frente a
una mujer postrada en una cama. ¿Cómo podía estar allí? ¡Claro pensó, es fin de
semana y su amada tiene otras visitas que la pueden atender mientras él
trabaja!
Juan inició el taller de forma
afable y distendida intentando romper el fuego y preguntando a varios alumnos
¿qué era para ellos la literatura? Los más atrevidos se lanzaron a hablar de la
literatura como si fuera un ser personificado con rostro, cuerpo y
sentimientos, otros daban definiciones de lo más académicas sobre lo que
significa la literatura como acto de creación. Después de una decena de
intervenciones, Valentina levantó la mano tímidamente y dio su visión de la
literatura que seguramente al profesor le parecería poco convencional y le
provocaría muchas preguntas y gran sorpresa.
-“Para mí la literatura es dejar
volar la imaginación y recrearme en otros mundos que nada tienen que ver
conmigo, introducirme en situaciones que no sé si son reales o pura fantasía,
imaginar que frente a la ventana de mi cocina hay un tipo atractivo que cada tarde
de lunes a viernes le lee a una mujer enferma postrada en una cama sospechando
que seguramente ella será el amor de su vida, que tras un brutal accidente ha
quedado en coma y él cada tarde le lee y le cuenta su día a día y le dice
cuanto la quiere y le ruega que no se marche porque no puede vivir sin ella, y
se despide cada día esperando que al siguiente se la encontrará despierta y
recuperada de su gran sueño y nunca más tendrá que volver a leerle porque
podrán hacerlo juntos, como tantas veces hacían cuando ella estaba bien”.
Juan Madrid se sentó después de
oír dicha definición y por un momento no supo que decir, empezó a tartamudear,
le brillaban los ojos, se volvió a levantar de la silla y con un leve
acercamiento hacia ella le preguntó ¿perdone, cómo se llamaba?
- ¡Valentina, me llamo Valentina!
Luisa
Berbel Torrente
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