Carmen
es una muchacha de veinticuatro años, que todas las mañanas coge el metro, el
de la línea 5, para ir a su puesto de trabajo.
Le
llama mucho la atención la gente que va leyendo libros físicos o electrónicos
en el metro.
Una
mañana se sentó al lado de una chica joven, estaba leyendo en un ebook. La
muchacha estaba ensimismada, la curiosidad fue en aumento y le preguntó, -
perdona que te moleste, ¿qué lees?, la chica amablemente le contestó: -Cisnes
Salvajes, respondió, - ¿de quién es?, le dijo, - Es de Jung Chang, trata de
tres mujeres, abuela, madre e hija, luchan por sobrevivir en una China
sometidas a violentas guerras. El libro es muy interesante, narra las
biografías de la familia y lo mal que lo pasaron.
Carmen
le dio las gracias por su explicación, se apresuró diciéndole, que a ella
también le encantaba la lectura, era una manera de viajar y conocer la cultura
de otros países.
Entre
ellas dos fluía un ambiente agradable de dos personas que acababan de conocerse
con palabras de camaradería. Se dieron los nombres y se despidieron
amigablemente.
Carmen
se bajó en Joaquín-Sorolla.
Al
día siguiente, cogió como de costumbre el metro de las 8:30 h, ese día el tren
iba medio vacío, se sentó al lado de un hombre de mediana edad, Carmen sacó de
su bolso un libro pequeño y comenzó a leer. El señor de al lado le preguntó, -
¡Ah!, qué gratos recuerdos me trae a la memoria el libro que estás leyendo. El
señor inmediatamente se percató de la portada del libro, preguntó , - ¿ El
Principito, verdad? Prosiguió, - Es una novela corta, escrita e ilustrada en
1943 por un aviador francés, llamado Antoine de Saint – Exupèry. Es un clásico
de la literatura infantil, llega al corazón tanto de niños como de adultos. Es
un pequeño gran libro, en él explica las diez enseñanzas, son valores para el
hombre, frente a la vida, - concluyó el señor. Carmen le contestó, - Se nota
que le gusta la enseñanza, y éste libro está muy documentado. El hombre hizo
una mueca de complacencia, sonrió y añadió: - La literatura es el arte en
el cual, el instrumento utilizado son las palabras leídas o escritas de obras
maestras, por eso la lectura enriquece tanto a la persona, nunca dejes de leer,
a continuación añadió : - Soy profesor de educación secundaria y toda la vida
la he dedicado a la enseñanza, hay libros que se quedan marcados en la memoria
para toda la vida y no sólo eso, sino definen como persona e imprimen carácter,
bueno, continuó, - me tengo que bajar en la próxima parada, encantado de
conocerte, sería estupendo coincidir contigo, adiós.
Se
bajó apresuradamente. Se quedó muy pensativa, la coincidencia de este profesor
en el metro tan amable, se había quedado pasmada, no sabía cómo reaccionar.
Esa
mañana había sido para ella, muy aleccionadora. A partir de ese día, elegiría
mejor sus lecturas.
Era
grato recordar, como las casualidades de la vida, a veces, eran propicias, por
los libros había conocido a dos personas que le habían hecho mella en su vida,
eran maravillosas, simpáticas y agradables.
Al
día siguiente, Carmen, con las prisas no cogió ningún libro, el tiempo se le
echó encima. Corrió hacia la estación, y menos mal que el primer metro que
llegó, era el de ella, pensó – Por los pelos lo he cogido -. Ese día el vagón
iba lleno, se agarró de la barra de hierro, al lado de la puerta. Se percató de
un asiento libre, al lado de una señora octogenaria con un libro entre las
manos, ésta ni parpadeaba del placer de la lectura.
Carmen,
le embargaba la curiosidad, poco a poco, conforme sucedían las estaciones, la
gente se iba bajando, más que las que subían, ella, poco a poco se fue
acercando a la señora y le preguntó: - Perdone, la estaba observando, tiene que
ser una lectura muy interesante. Pues sí, -contestó la señora, estoy
leyendo “La Sonrisa Etrusca “, De José
Luís Sampedro, una novela que desde el principio te engancha y no puedes dejar
de leer.
Entonces,
¿me la recomienda?, - dijo Carmen: Por supuesto, te encantará su autor. Es una
novela muy tierna.
Así,
estuvieron hablando cinco minutos más. Le aconsejó la señora que a ella, la
lectura le había hecho de terapia en algunas ocasiones, ya que su vida no había
sido un camino de rosas. Lo había pasado mal, la vida fue injusta con ella,
pero gracias a la lectura, se evadía de sus problemas, en los momentos aciagos.
Fue
una conversación muy fructífera para Carmen y aleccionadora.
Era
viernes, aquella mañana de noviembre, hacía mucho frío, arreciaba todo lo que
tocaba.
Carmen
muy abrigada salió de su casa para la estación. Ya iba pensando, ¿ a quién se
encontraría hoy? Ya que los encuentros con esas personas lectoras, le habían
hecho bien.
Entró
en el vagón y miró alrededor por ver si alguien leía, de repente, se sentó a su
lado una chica con una carpeta llena de apuntes, del bolso se sacó un ebook y
se puso a leer. Carmen enseguida le preguntó: - Yo tengo un ebook igual, ¿qué
lees? La muchacha le respondió: - La Regenta, de Leopoldo Alas Clarín. Carmen
prosiguió: - Te he visto tan cargada de apuntes, que creo que estás estudiando
-, pues sí, contestó la chica: -Soy estudiante de Filosofía y nos han mandado
este libro para leerlo este trimestre, por eso lo leo cuando puedo, a ratos. Y
¿de qué va?, continuó Carmen, - Pues veras, prosiguió la estudiante: - La
Regenta es un fresco de la Restauración. Clarín crea en su novela un
microcosmos. Vetusta es una ciudad imaginaria, por el que desfilan ciento
cincuenta personajes, deja ver sus entresijos. No es una novela histórica,
aunque el ambiente de la Restauración sea el marco preciso en el que se
desarrolla la historia de la protagonista, Ana Ozores. La Regenta es sobre todo
una novela psicológica, cuyos personajes tanto principales como secundarios,
desnudan su alma no sólo entre el lector sino ante sí mismos.
Carmen,
se quedó perpleja del comentario tan exhaustivo que acababa de decirle, y le
dijo:- Ya veo que te lo estás preparando bien, enhorabuena, - añadió Carmen.
Las
dos muchachas simpatizaron mucho en el vagón, se dieron los teléfonos y
quedaron para otro día tomar un café.
Carmen
había llegado a la conclusión, que si la gente leía en el transporte público,
era porque le gustaba leer, y también porque era imprescindible hacerlo,
siempre había tiempo suelto durante el día para poder aprovecharlo. Había una
necesidad imperiosa de conocimiento, entretenimiento y evasión, dado los
tiempos que corrían de depresión económica y desempleo.
Los
días sucedían muy deprisa, y ella continuaba observando a la gente que leía en
el metro. Tenía curiosidad por saber los gustos de las personas en la lectura y
de qué temas se leían más.
Una
tarde, Carmen salió del trabajo y se fue a casa, allí la estaban esperando dos
amigas de ella, Tere y Carla, cuando las vio, Carmen les preguntó: - ¿Pero qué
hacéis aquí? ¿Por qué venís sin avisar por teléfono? ¿cómo se os ocurre?
Imaginaros que no hubiera estado, hubierais perdido el tiempo, pero bueno,
¿cuál es el motivo de vuestra visita? Tere la más habladora, argumentó: - Pues
verás, Carmen, hemos venido de sorpresa a hablar contigo. Sabemos que te gusta
mucho la lectura y que tienes una biblioteca bastante extensa, a nosotras nos
ha surgido un viaje a Galicia, y nos gustaría que nos prestaras dos libros para
el viaje, nos vamos en autobús y queremos que el desplazamiento sea lo más
placentero posible. Carmen sonrío, diciendo: - No os preocupéis, conozco
vuestros gustos y os voy a prestar dos libros, que seguro os van a encantar.
Carmen se dirigió a una salita de estar donde se encontraba su biblioteca,
estuvo unos minutos buscando a conciencia dos libros, por fin, los encontró y
se encaminó hacia sus amigas, diciéndoles: - Mirad, uno es Fortunata y Jacinta,
es una novela escrita en el siglo XIX por Benito Pérez Galdós, es la mejor
novela de su autor y junto a La Regenta de Leopoldo Alas Clarín, una de las más
populares y representativas del Realismo literario español. Refleja el momento
en que la burguesía asumía el control político y social de la nación, al tiempo
que Madrid, protagonista indiscutible, adquiría el perfil de una urbe moderna.
Su autor, recoge aquí el palpitar de una época, dando lugar a una de las
novelas más conmovedoras de la historia de la literatura española. Creo que te
encantará, - prosiguió Carmen. Y para ti, Carla, tengo otra novela, también del
siglo XIX fabulosa, es Madame Bobary, escrita por Gustave Flauvert, es una de
las obras maestras de la literatura francesa, está encuadrada también en la
escuela realista, tiene una esmerada perfección de su estilo.
Sé,
que sois muy románticas y estos libros os agradaran y cuando volváis, ya me
contaréis si os han gustado, ¿vale?
Las
dos amigas muy complacientes se despidieron de ella, sabían que Carmen tenía un
gusto exquisito para los libros, seguro que les habría recomendado bien.
Carmen
estaba muy contenta de sus “encuentros” en el vagón con personas lectoras, y
así, podría ampliar mejor su biblioteca.
Carmen Márquez
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