domingo, 2 de febrero de 2014

LAS FLORES QUE HABLAN

LAS FLORES
QUE HABLAN

CAPITULO I: EL ORIGEN

Cuentan aquellos que perdieron el olvido, de una noche en la que del cielo llovían luces que por su lentitud y su dirección variable parecían esporas encendidas.
En el suelo eran las luces urbanas del pueblo del fondo.
Aquel prodigio duro un instante y la eternidad de un sueño, hasta que se confundieron con el entorno
Nadie pudo encontrar muestras del fenómeno y la situación del lugar quedo a expensas de intereses locales.
Transcurrieron los años y aquella rareza, quedo en el despiste de la memoria.

Pero lo cierto es que el lugar quedo afectado.
Después de un intervalo indefinido, los árboles crecieron hasta parecer grandes padres, esos gigantes malhumorados y el resto de vegetación se volvieron como más femeninos, con buen color de cara, el pelo suelto y desprendiendo su aroma, como cuando llevan la fiesta en el cuerpo.
El paraje destaca por lo inusual, no hay camino visible en un lugar frecuentado. También parece como si las estaciones del año se volvieran perezosas o despistadas y dejaron afincada, con su lustre, a la primavera.

Su vegetación era extensa en variedad.

Cuentan de una hilera de cipreses de tan altos que parecen saltarse.
De unos algarrobos gruesos, de sus ramas cargadas de frutos que no necesitan ser apuntaladas y de su sombra que según los más viejos, no pesa
Los olivos emergen sus raíces del suelo a modo de rodillas articuladas dispuestas a andar y sus ramas se extienden en busca de su última hoja.
El viento los recorre y suena a modo de divertimento.
Reproduce olas del mar, en los campos tiernos de trigo salvaje, que empuja bravo contra las montañas y en alguna noche aireada, pintarrajea de su verde, el fondo oscuro del cielo.
Las flores, abundan tanto como los cumpleaños. Sorprenden con su generosidad, tanta belleza regalada.  Su olor te llega fresco y húmedo, como andar entre la ropa lavada y recién tendida. Son capaces de atraerte con tal intensidad como cuando lloras desconsolado y algo reclama tanto tu curiosidad que por un momento olvidas que te apeno.
Crean un rincón soleado.

Hasta aquí, todo lo ocurrido en el lugar encuentra una explicación lógica:
Es una zona que goza de un microclima especial, los ricos nutrientes de la tierra forman una combinación muy escasa en otros suelos. Al formar una vaguada esta protegida de paso violento de los vientos y de los grandes frentes tormentosos.

Lo que aconteció resuena mas por su calidad de fantástico que por la cantidad de los hechos.

Anton, es un niño de siete años que sus padres han puesto bajo dueño para que cuide de sus ovejas a cambio de su mantenimiento. Era tratado con dureza y severidad, como era la costumbre y con la aprobación de sus padres. Era un niño fuerte de carácter, como los que crecen bajo la necesidad. No solo la económica sino sobre todo la afectiva.
Una mañana temprana, descansando sobre el tronco del algarrobo mientras vigilaba el rebaño, se le adueño el sueño en el fresco amanecer.
Escucho como un arrullo antes de cerrar los ojos y sentirse arropado y mecido
con delicadeza por las ramas y hojas del algarrobo.
Durmió con la profundidad de un momento y despertó sobre un lecho de hojas que no estaban cuando se sentó.

Tato es un niño harto imaginativo, que siempre anda distraído. Sus padres dicen que es un vago. El cree que todavía no existe, “yo, aún no soy yo”.
Todo sentir le entretiene.
Profesa una gran atracción por los cipreses. Juega a su alrededor extendiendo sus brazos como un niño avión. Arriba y abajo, de izquierda a derecha, como el que se santigua, los recorre una y otra vez. Agotado se tumbo frente el ciprés más alto, aquel hasta donde alcanza su vista y deseo volar alrededor de su copa. Cerró los ojos y simulo sus brazos de papel volador y el ciprés se ofreció como una larga pista de despegue.
No despertó hasta oír su nombre con voz grave. Llego a su casa, con el eco de la voz de su padre en sus oídos y el cuerpo lleno de las ramas más jóvenes y más altas del ciprés.

Kaku es un joven peón agrario. Se dedica a trabajar en los huertos de naranjos, los labra, los abona, los poda y los recolecta. Tiene la misma profesión de su padre y de su abuelo y la del padre de este. Nunca ha salido de la comarca. Tiene una dolencia en la rodilla de su pierna derecha que no le impide trabajar pero si descansar más de lo que su edad le obliga.
Fantasea con ser un gran explorador y recorrer el mundo.
Un domingo, luego de la impuesta misa, subió el monte mas alto y después de todo el esfuerzo realizado descubrió el mismo paraje que había dejado atrás. La desilusión lo encarcelo en una armadura de gran peso.
Descendió, desando lo andado y en un viejo olivo se escondió entre su ramaje como capa invisible. Quería desaparecer y ser sorprendido por otro lugar completamente diferente.
Apoyo su cabeza entre unas ramas que se le antojaron con forma de almohada.
Escucho como el olivo le relataba sus grandes viajes y descubrimientos que había encontrado en la lectura de todo aquel libro que caía en su poder.
Se despertó sobresaltado cuando le pareció que el olivo intentaba andar sacando sus raíces de la tierra.
Devuelta a casa metió las manos en sus bolsillos y encontró un anuncio de una librería que vendía a mitad de precio sus existencias por cierre del negocio.

En cada cual, la posibilidad de repetir su sueño solo lo conseguían en aquel lugar y en su árbol.

Por una de aquellas casualidades caprichosas del destino, Anton, Tato y kaku se conocieron y entablaron una amistad a prueba de verdades.
Bueno, casualidad no es del todo cierta. El rostro de cada uno, les resultaba conocido. Quizás de sus propios sueños, quizás de las múltiples idas y venidas para volver a sus sueños.
Por supuesto cada cual contó su sueño, más bien aventura por como solían revivirlo.
Mostrando interés y deseo de experimentar lo vivido por los otros, en repetidas ocasiones intentaron reproducir en común el sueño de cada uno.
Todos fueron fallidos.
Persistieron en su intento y juntos decidieron adentrarse para explora el lugar en busca de algo, en el que en un sueño los tres fueran protagonistas o simplemente una mera presencia contemplativa.
Después de recorrer muchos de los árboles que protegían con su follaje el entorno, decidieron adentrarse donde las flores sin mucha confianza por aquello de que eran cosas de chicas.
Antes, hicieron un último intento en el campo de trigo salvaje, sumergiéndose entre sus olas y contemplando un cielo azul revuelto de verdes y amarillos.

Adentrase entre las flores no fue tarea fácil, como hemos dicho no habían caminos visibles. En cambio si impedían el acceso a las zonas de las flores la abundante mala hierba o maleza que según descubrieron mas tarde tenían la función de proteger el paso, era como un vallado de una propiedad privada
Al anochecer volvían sobre sus pasos y cuando volvían a los pocos días, estos habían desaparecido. No solo eso sino que era inaccesible de nuevo por la maleza que tan rápidamente se reprodujo.
Llego el día que toda la zona de las flores fue una franja amurallada.
Firmes en su decisión, empezaron por el principio.
Se protegieron las piernas con dobles pantalones largos, los brazos con camisas viejas también de manga larga y pañuelos viejos en las manos
Profundizaron entre la maleza ayudándose y animándose mutuamente hasta llegar por fin a un terreno donde habían petunias, anémonas y rosas.
Se felicitaron por el logro.
Resulto extraño la atracción que cada uno sintió por cada especie.
Anton se identifico con las petunias de fácil cultivo, resistencia y belleza de sus flores de función decorativa con un color rojo, puro y fuerte.
La anémona le correspondió a Tato de color azul cielo, gustándole los sitios sombreados y el viento.
En el caso de Kaku y la rosa o la rosa y Kaku, no sabemos quien eligió a quien. Este arbusto espinoso de flor sencilla, dispuesta sobre una rama en solitario y abierta, alberga en su saber millones de años de existencia.
Tumbados sobre el suelo, cogidos de la mano invitaron al sueño.
Sorprendidos se encontraron juntos, hablando con las flores de sus carencias y logros, de sus tristezas y alegrías, de sus sueños y realidades.
Al rato cayeron en la cuenta de que las flores no hablan y despertaron de su sueño.
Marcharon en silencio y reflexionando, no había de que hablar.
Cuando la maleza pregunto a las flores si debían crecer, la rosa, la mas vieja de todas le respondió que cada humano, sea hombre o mujer, lucha por encontrar su flor. Estos chicos lo han conseguido, no seamos nosotros quien les impidamos volver.
Cuidado rosa, le replico la anémona, aun están cerca y te pueden escuchar.





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