Ejercicio 3 : Punto de tensión.
̶ Bueno,
está bien, si no quieres salir esta noche, no salgas, pero no vas a conseguir
que por pena, nos quedemos todos en casa.
̶ No
pretendo que os quedéis, yo solo digo
que llevo unos cuantos días con un cierto malestar y que no me apetece pasar la
noche haciendo el gamba por ahí.
̶ ¡Ah,
por cierto! Con respecto a ese tema, tenemos que hablar, en serio. Si uno lleva
una semana entera con malestar, va al médico, porque es evidente que el
problema no está remitiendo y, aunque no te sepas expresar bien en alemán ¡mejor
ir al médico que no hacer nada!
̶ ¡Ay,
no me agobies! El lunes, si la cosa no mejora, iré al médico.
Y así quedamos, el lunes iría al
médico, ya me encargaría yo de que no hubiera ninguna excusa.
Pero la hubo.
Tres horas de fiesta fueron suficientes
para darnos cuenta de que las expectativas depositadas en ella no se habían cumplido y lo
que era peor, no se iban a cumplir, así que iniciamos la retirada.
Al llegar a la residencia, en la sala común
todavía había luz y la tele estaba encendida.
Por lo general, alcanzado este punto, cada uno se va a su habitación, cansado, borracho o las dos cosas, pero aquella noche algo nos empujó hacia la luz. Era Víctor, estaba sentado en el sofá, con la mirada perdida en algún sitio muy lejos de allí y la tez blanca y cérea como nunca antes se la vi.
Por lo general, alcanzado este punto, cada uno se va a su habitación, cansado, borracho o las dos cosas, pero aquella noche algo nos empujó hacia la luz. Era Víctor, estaba sentado en el sofá, con la mirada perdida en algún sitio muy lejos de allí y la tez blanca y cérea como nunca antes se la vi.
Había encontrado la excusa perfecta. El
apéndice le había estallado en mitad de esas tres aciagas horas, terminando con
él y con sus miedos por no saber expresarse correctamente en alemán.
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