La
literatura es el arte de la comunicación de la información de forma escrita. El
conocimiento transmitido será quien establecerá distintos géneros, así como la
técnica y sus distintas estructuras (asumiendo la ausencia de la misma como una
tipología estructural en sí misma) nos permitirán clasificar las distintas
muestras literarias para un estudio más detalladas de cada una.
Si
estableciéramos la literatura como un artefacto puramente técnico la definición
anterior seria, a grandes rasgos y sin profundizar en aspectos más teóricos,
correcta. En cambio una pequeña entrevista con cualquier lector habitual serviría
para decir que lo dicho en el párrafo anterior,
aunque cierto no es completo. Nadie puede negar que el escritor pueda llegar a
tener un gran impacto emocional en el lector, hecho que con esta definición técnica
podemos llegar a entender desde un punto de vista psicológico en el cual
ciertos mecanismos técnicos pueden desarrollar estímulos en el receptor. Pero la
definición más estricta empieza a tener problemas cuando observamos que cada
persona que lee la misma obra tiene ideas completamente distintas,
entendimientos diferentes y en general acaba construyendo una historia divergente
a la que quería contar quien la escribió. La definición debería ampliarse entonces
para asumir esta faceta de intercambio, de alguna manera, bidireccional.
La
literatura es, si tenemos en cuenta lo dicho anteriormente, el arte de la comunicación
de una información y la posterior interpretación de la misma por un lector,
siendo el proceso de asimilación único de cada receptor y dependiente de sus
distintas vivencias y recuerdos haciendo que cada lectura de la obra sea única
e irrepetible.
Una
vez concretados estos aspectos objetivos entramos en la parte de crítica subjetiva.
A partir de este instante, el texto se basara en unas ideas personales mías. En
particular, me fascina la facilidad relativa de la literatura para generar
mundos completamente diferentes del mundo real, o mejor dicho, fuera del papel.
La novela fantástica o con elementos fantásticos siempre ha sido un género con
un público muy amplio y una oferta plural que ha ido desde una muestra del
mejor arte hasta intentos balbuceantes que no tienen ningún interés en este
texto. Como principal figura a leer de este género, podemos encontrar al
inmortal J. R. Tolkien quien estableció una de las mejores muestras de la
literatura fantástica del siglo XX y uno de los escritores que consiguió crear
un mundo más definido, con cultura y religiones propias.
Aunque
empiece hablando de una figura de la envergadura de Tolkien, no es en cambio la
literatura que a mí me gustaría escribir ya que su obra, aunque de una calidad
magistral, ha llevado a un estancamiento del genero de más de 70 años en el
cual muchos autores jóvenes deslumbrados por este autor han caído en la
repetición de los patrones tópicos de los personajes. Por tanto prefiero fijarme
en autores más actuales como Patrick Rothfuss, escritor de “El Nombre del
Viento” primera parte de una trilogía fantástica en el cual se repiten algunos
patrones desvinculados de la postura clásica del héroe y Brandom Sanderson,
escritor de obras como la trilogía de los nacidos de la bruma.
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