lunes, 22 de abril de 2013
LA CIUDAD Y LOS SENTIDOS
LA CIUDAD DE LOS SENTIDOS
Solo un desvío en el camino te acerca a Maryluz. Una ciudad con duplicidad en los sentidos: se piensa de dos maneras, se huelen dos aromas, un mismo plato en el restaurante tiene dos sabores y el tacto en las paredes puede ser liso o rugoso, dependiendo de la mano que lo toque.
El caminante arquea los ojos para contemplar el paso de sus dos habitantes, pues Maryluz tiene dos aceras. Una de hilo de mercurio que arrastra los pies sin esfuerzo, donde las paredes no tienen preguntas y las respuestas se sirven dobladas en servilletas. Otra acera de plata, con bancos deformados y formados a la mismo tiempo, escaleras de conchas manchadas de pinturas urbanas y plantas colgadas en los balcones que tienen letras entrecruzadas y palabras en sus hojas. Si logras acercarte a uno de estos ventanales te encontrarás con historias nunca repetidas, pero sí en cambio te sumerges en el mercurio vivirás la misma historia con una verdad única.
Ciudad de dos pensamientos, dos olores y dos sabores donde a veces el caminante puede pensar que está en dos ciudades diferentes cuando realmente camina entre las mismas casas, compra en las mismas tiendas y se asombra en la misma catedral y en los mismos campanarios. Pero como ciudad de duplicidad de sentidos en Maryluz se camina diferente, se compra el mismo producto de dos formas y se contempla desde dos ojos.
Rara vez el habitante de la acera de mercurio logra desenraizarse para cruzar al otro lado, pues la practicidad del mercurio impide ver los rostros de la otra acera. Pero no así actúa la plata que refleja los rostros de la acera de enfrente, que sonríen sin sonrisa y ríen sin dientes. Es más fácil en este lado decidir cruzarte de acera, cuando los lazos de mercurio absorben el sabor de plata.
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