LA ESTILOGRÁFICA PILAR FOLGADO
Silvia, como buena artista,
detestaba los horarios y las obligaciones, encauzaba su vida con total anarquía. Su único hábito era visitar el
café-bar donde acostumbraba, desde hacía muchos años, a desayunar bien
entrada la mañana, y donde durante una alargada sobremesa, encontraba su
inspiración dibujando los personajes que en el local iban entrando y saliendo. Era el único lujo
que podía permitirse, su economía lejos de estar saneada sólo se sustentaba con
alguna venta de los retratos que en la cafetería a alguien le pudiesen gustar.
Sus dedos ágiles y seguros se
movían impulsivamente sobre su inseparable bloc de papel de dibujo, apenas sin
prestar atención al dibujo, sus ojos escrutaban las formas, las luces, las
expresiones de las personas que por un momento compartían con ella el espacio.
Cada día cambiaba de mesa y de
esa manera variaba el punto de vista, la ambientación con distintas
perspectivas, las intensidades y la orientación de las sombras creadas por la
luz natural que se filtraban a través de los grandes ventanales.
“Lo de siempre?” preguntó el camarero.
Silvia asintió con un ligero
movimiento de cabeza, demasiado absorta para poder articular palabra alguna.
Al momento volvió con un café con
leche y unas tostadas rociadas de aceite
cuyos reflejos verdes desvelaban el origen del mismo.
Al pasar la hoja repleta de figuras, un gesto poco acertado lanzó la
cucharilla al suelo, y con un movimiento reflejo Silvia se lanzó en su búsqueda
debajo de la mesa.
Bajo el asiento la encontró y a
su lado un objeto alargado metálico que también rescató del suelo.
“Es una pluma estilográfica”
pensó y aún sin abrir, se acercó al mostrador.
“Sabe si alguien ha preguntado
por algún objeto que pudiera haber extraviado?”
“Al menos durante mi horario, no… nadie” contestó el camarero
Silvia volvió a su mesa, dispuesta
a examinar su hallazgo.
El objeto parecía desgastado y llevaba grabado
aleatoriamente unos símbolos que Silvia no pudo
identificar con ningún idioma conocido.
Al retirar el capuchón comprobó que, en efecto, era una pluma estilográfica y llevaba grabada en la parte de sujeción una
frase en espiral que rodeaba el objeto.
Silvia leyó intrigada: “Pregunta
sólo 3 veces y te contestaré”
“Qué querrá decir esto?.. Cómo me
va a contestar?”
Impulsivamente la cogió entre sus
dedos y sobre la siguiente hoja en blanco de su cuaderno, formuló la primera
pregunta.
“Quién soy?” sin pausa y a una
velocidad increíble la pluma añadió sobre el papel Silvia
De los Arcos Martínez, Española y Artista
Atónita Silvia se quedó
paralizada por la experiencia. No eran sus dedos los que escribieron… seguro.
Su mano se había sentido impulsada por una fuerza incontrolable.
Pero dudó. Claro… habría sido su
subconsciente…” “En el movimiento Dadá los artistas utilizaban la escritura
automática…vaya pregunta que se me ha ocurrido!” “Cómo no voy a saber quién
soy?”
La pregunta tendría que ser algo
que no supiera y que se pudiera comprobar…” ya lo tengo!”
Y escribió; “Cómo se llama el camarero?”
Javier Montesa Mundijar fué la
respuesta instantánea.
En un rápido movimiento se acercó
al mostrador y sin rodeos le preguntó su nombre al camarero
“Javier Montesa Mundijar”
respondió sorprendido
Sin justificarse Silvia se volvió
de súbito a su asiento, sus piernas temblorosas a duras penas podían sostenerla
de pié.
Su corazón bombeaba con
velocidad, su respiración jadeante tardó en volver a la normalidad.
Cuando su mente logró recuperar
la lucidez, volvió a coger la pluma que
había dejado sobre la mesa. Sus ojos se
detuvieron sobre la frase en espiral que volvió a releer.
“Pregunta sólo 3 veces y te
contestaré” Y analizando lo sucedido, se dio cuenta que sólo le quedaba 1
última oportunidad.
Tenía en su mano la llave que
todo lo sabe, era magia! Y porqué no preguntarle sobre el futuro, aquello que
está por venir…
Un sinfín de dudas le invadió,
nunca se había detenido en pensar qué tenía realmente importancia en su vida.
Sólo se limitaba en vivirla sin marcarse ningún objetivo y ahora se presentaba
la oportunidad de encontrar un rumbo
hacia una meta que podía llegar a alcanzar. “Ya lo tengo!!!”
“Qué he de hacer para que se
valore mi obra alcanzando la fama?” escribió Silvia temblorosa
La pluma cogió la iniciativa, y
dibujando las grafías a una velocidad de vértigo rellenaba las hojas de
papel dándole a penas tiempo para poder
pasar las páginas.
Silvia estaba hipnotizada,
atónita, no podía dar crédito a lo que estaba presenciando.
Su mano se movía impulsada por
esa fuerza creativa pura, sólo servía de instrumento para sujetar esa
herramienta que extraía de la nada la materialización No pensaba, ni podía
leer, su voluntad había quedado al margen, era testigo de la Obra con
mayúscula.
Apenas quedaba una hoja para
terminar el cuaderno cuando la pluma se paró en seco y cayó de entre sus dedos
sobre el punto y final que había marcado
en el papel.
Silvia tardó en reaccionar.
Volvió a coger la pluma pero ésa volvió a deslizarse inerte y pesada. Sintió
que la pregunta se había respondido en su totalidad y le colocó el capuchón.
El reloj de la pared le confesó
que habían transcurrido 3 horas desde su llegada. Silvia se levantó sorprendida
tropezando con la mesa. Ese impulso hizo
desbordarse el café ya frío, las tostadas se cayeron y también la pluma.
Por mucho que buscó bajo los
asientos, encontró las tostadas pero la estilográfica había desaparecido.
Resignada por la pérdida, cogió
el cuaderno, pagó al camarero y se fué con la seguridad de que por fin sería
dueña de su futuro.
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