domingo, 10 de marzo de 2013

AMPLIACIÓN

LA ESTILOGRÁFICA                                                                                                       PILAR   FOLGADO

Silvia, como buena artista, detestaba los horarios y las obligaciones, encauzaba su vida con total anarquía.  Su único hábito era visitar  el  café-bar donde acostumbraba,  desde hacía muchos años, a desayunar bien entrada la mañana, y donde durante una alargada sobremesa, encontraba su inspiración dibujando los personajes que en el local  iban entrando y saliendo. Era el único lujo que podía permitirse, su economía lejos de estar saneada sólo se sustentaba con alguna venta de los retratos que en la cafetería a alguien le pudiesen gustar.

Sus dedos ágiles y seguros se movían impulsivamente sobre su inseparable bloc de papel de dibujo, apenas sin prestar atención al dibujo, sus ojos escrutaban las formas, las luces, las expresiones de las personas que por un momento compartían con ella el espacio.

Cada día cambiaba de mesa y de esa manera variaba el punto de vista, la ambientación con distintas perspectivas, las intensidades y la orientación de las sombras creadas por la luz natural que se filtraban a través de los grandes ventanales.

“Lo de siempre?” preguntó  el camarero.

Silvia asintió con un ligero movimiento de cabeza, demasiado absorta para poder articular palabra alguna.

Al momento volvió con un café con leche  y unas tostadas rociadas de aceite cuyos reflejos verdes desvelaban el origen del mismo.

Al pasar la hoja repleta  de figuras, un gesto poco acertado lanzó la cucharilla al suelo, y con un movimiento reflejo Silvia se lanzó en su búsqueda debajo de la mesa.

Bajo el asiento la encontró y a su lado un objeto alargado metálico que también rescató del suelo.

“Es una pluma estilográfica” pensó y aún sin abrir, se acercó al mostrador.

“Sabe si alguien ha preguntado por algún objeto que pudiera haber extraviado?”

“Al menos  durante mi horario, no… nadie”  contestó el camarero

Silvia volvió a su mesa, dispuesta a examinar su hallazgo.

El objeto  parecía desgastado y llevaba grabado aleatoriamente unos símbolos que Silvia no pudo  identificar con ningún idioma conocido.

Al retirar el capuchón comprobó  que, en efecto, era una pluma estilográfica y  llevaba grabada en la parte de sujeción una frase  en espiral que rodeaba el objeto.

Silvia leyó intrigada: “Pregunta sólo 3 veces y te contestaré”

“Qué querrá decir esto?.. Cómo me va a contestar?”

Impulsivamente la cogió entre sus dedos y sobre la siguiente hoja en blanco de su cuaderno, formuló la primera pregunta.

“Quién soy?” sin pausa y a una velocidad increíble la pluma añadió sobre el papel   Silvia De los Arcos Martínez, Española y Artista 

Atónita Silvia se quedó paralizada por la experiencia. No eran sus dedos los que escribieron… seguro. Su mano se había sentido impulsada por una fuerza incontrolable.

Pero dudó. Claro… habría sido su subconsciente…” “En el movimiento Dadá los artistas utilizaban la escritura automática…vaya pregunta que se me ha ocurrido!” “Cómo no voy a saber quién soy?”

La pregunta tendría que ser algo que no supiera y que se pudiera comprobar…” ya lo tengo!”

Y escribió; “Cómo se llama el camarero?” Javier Montesa Mundijar fué la respuesta instantánea.

En un rápido movimiento se acercó al mostrador y sin rodeos le preguntó su nombre al camarero

“Javier Montesa Mundijar” respondió sorprendido

Sin justificarse Silvia se volvió de súbito a su asiento, sus piernas temblorosas a duras penas podían sostenerla de pié.

Su corazón bombeaba con velocidad, su respiración jadeante tardó en volver a la normalidad.

Cuando su mente logró recuperar la lucidez,  volvió a coger la pluma que había dejado sobre la mesa.  Sus ojos se detuvieron sobre la frase en espiral que volvió a releer.

“Pregunta sólo 3 veces y te contestaré” Y analizando lo sucedido, se dio cuenta que sólo le quedaba 1 última oportunidad.

Tenía en su mano la llave que todo lo sabe, era magia! Y porqué no preguntarle sobre el futuro, aquello que está por venir…

Un sinfín de dudas le invadió, nunca se había detenido en pensar qué tenía realmente importancia en su vida. Sólo se limitaba en vivirla sin marcarse ningún objetivo y ahora se presentaba la oportunidad de encontrar  un rumbo hacia una meta que podía llegar a alcanzar. “Ya lo tengo!!!”

“Qué he de hacer para que se valore mi obra alcanzando la fama?” escribió Silvia temblorosa

La pluma cogió la iniciativa, y dibujando las grafías a una velocidad de vértigo rellenaba las hojas de papel  dándole a penas tiempo para poder pasar las páginas. 

Silvia estaba hipnotizada, atónita, no podía dar crédito a lo que estaba presenciando.

Su mano se movía impulsada por esa fuerza creativa pura, sólo servía de instrumento para sujetar esa herramienta que extraía de la nada la materialización No pensaba, ni podía leer, su voluntad había quedado al margen, era testigo de la Obra con mayúscula.

Apenas quedaba una hoja para terminar el cuaderno cuando la pluma se paró en seco y cayó de entre sus dedos sobre el  punto y final que había marcado en el papel.

Silvia tardó en reaccionar. Volvió a coger la pluma pero ésa volvió a deslizarse inerte y pesada. Sintió que la pregunta se había respondido en su totalidad y le colocó el capuchón.

El reloj de la pared le confesó que habían transcurrido 3 horas desde su llegada. Silvia se levantó sorprendida tropezando  con la mesa. Ese impulso hizo desbordarse el café ya frío, las tostadas se cayeron y también la pluma.

Por mucho que buscó bajo los asientos, encontró las tostadas pero la estilográfica había desaparecido.

Resignada por la pérdida, cogió el cuaderno, pagó al camarero y se fué con la seguridad de que por fin sería dueña de su futuro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario