lunes, 11 de febrero de 2013
Cerrando los ojos
Desde pequeña Julia le daba la espalda a la verdad. Trataba de e engañar a los demás tanto como trataba de engañarse a sí misma.
Creció enfermiza y tantas medicinas y poco aire libre hicieron que su cutis fuera muy pálido y su cuerpo delgado en exceso. Tenía la apariencia de una niña incluso cuando ya había cumplido los 30. Y eso la acomplejaba.
En la Universidad pasó casi toda la carrera sin pena ni gloria. Y sin amigos. Sólo Sonsoles hablaba con ella a menudo y le prestaba los apuntes cuando faltaba. Julia necesitaba estar al día en todas las asignaturas porque sólo así sentía algo de seguridad. De otra forma hubiera cedido a sus continuas ganas de abandonar los estudios.
Cuando él se incorporó a su clase, en el penúltimo curso, desde el principio se rindió secretamente a sus encantos. Tenía todo lo que ella deseaba: salud, simpatía, don de gentes.. además de un físico muy atractivo. Borja también pareció muy inclinado hacia ella desde su llegada. Sin duda su fragilidad le inspiraba ternura. Las otras chicas se extrañaban que siempre prefiriese su compañía. Una persona tan anodina. Sin embargo, al volver después del verano para empezar el último curso comprobaron con extrañeza y rabia que ya eran pareja estable. «La suerte de la fea...» solían comentar.
En los primeros tiempos de su relación Julia pareció cobrar la vida y alegría de las que había estado siempre tan escasa. Hasta su salud mejoró notablemente. Sin embargo esto no iba a durar siempre y su inseguridad le hacía sospechar de todas las mujeres de la tierra.
Esa inquietud se volvía cada vez más insoportable y una tarde en que las cavilaciones estaban a punto de volverla loca recibió una llamada tan inesperada como reconfortante. Su mejor compañera de la Universidad había conseguido su teléfono y le proponía quedar para verse y charlar. Hacía mucho tiempo que no sabían una de otra. Sonsoles cursó el último curso en otra ciudad.
Poco rato después de la llamada ya estaban sentadas frente a frente pidiendo dos cafés y dos croissants. Al principio la conversación no era muy fluida y las dos dudaban de haber acertado con aquella cita. Sin embargo poco a poco los temas iban surgiendo solos como si fueran tirando de hilos y de cada uno de ellos surgieran comentarios, intercambio de ideas, pensamientos y vivencias.
Esta confianza y el nudo que desde hacía tiempo tenía en el estómago animó en algún momento a Julia a, sin ni mucho menos sincerarse del todo, transmitirle a Sonsoles lo que sospechaba estaba ocurriendo en su relación. Quizá ella también sabía que Borja le estaba siendo infiel y siendo hábil quizá pudiera sonsacárselo. Pero no... ¡Como iba a soltarle a bocajarro sus temores!. La tomaría por indiscreta y boba. Además cualquiera podría oírla desde las mesas cercanas.
Había transcurrido bastante rato, entre silencios y momentos de animada charla. Habían pasado revista a los profesores y compañeros comunes de los cuales Julia reconoció no recordar casi ninguna cara. Entonces Sonsoles propuso que se acercaran a su casa. Allí, viendo fotos del Paso del Ecuador, se iría acordando de ellos. Julia aceptó de mala gana. Ella no estuvo en ese viaje ni Borja estudiaba aún con ellos con lo cual no sería fácil llevar la conversación al terreno que le interesaba. Pero tenía curiosidad por averiguar algo más sobre la vida de su amiga: como vivía, cual era su posición económica. Y, sobre todo, quizá en un ambiente más íntimo se decidiera a sacar el tema que la obsesionaba.
La casa era acogedora y alegre. No muy diferente de lo que Julia hubiera imaginado dado el carácter de su amiga. En las estanterías había fotos y en varias aparecían, juntos o separados, dos niños y una niña. Aprovechó para preguntarle:
- ¿Son tus hijos?
- No. Son mis sobrinos. Yo no tengo hijos. No he tenido ninguna pareja que me haya durado más allá de unos meses.. ¿Y tu? ¿tienes hijos?. Tanto hablar y nos dejábamos eso tan importante...
- No. Yo tampoco.
Por el tono le pareció que su amiga trataba de pasar de puntillas por esos temas. Sabe algo -pensó en seguida Julia-
No quería perder más tiempo. Estaba anocheciendo y quería estar en casa cuando volviera Borja. Siempre observaba su llegada para hacer sus conjeturas. Tanto si llegaba contento como preocupado o cansado, estaba segura que se debía al engaño.
En cuanto Sonsoles se sentó en el sofá no esperó más y le espetó:
- ¿Te acuerdas de Borja, aquel chico que llegó el último curso que tu estuviste en la Facultad?
- Sí, ¡claro que me acuerdo!. Con lo guapo que era cualquiera le olvida...
Otra vez la notó incómoda. Como si pensara que había metido la pata. Esto reafirmó a Julia en su sospecha.
- ¿Has hablado de él con alguien últimamente?.
- No. Bueno sí. -Le pareció que titubeaba- Tu teléfono me lo ha dado Teresa Santonja y se lo pidió justamente a Borja. Iba con él en el coche cuando la llamé. Le mandé recuerdos con ella y le pregunté como estaba. Me contestó riendo que tan estupendo como siempre. ¡Seguro! pensé yo. Supongo que habrá envejecido algo, como todos¡.. Pero seguirá estando buenísimo.
-Ah!
A Julia no le salían las palabras.
- Enséñame si tienes alguna foto de esa Teresa. No recuerdo como era.
- Si mujer. ¡Tienes que acordarte! Una morena que siempre iba muy llamativa y que era alegre como unas castañuelas. A clase no iba mucho pero cuando iba se hacía notar.
- Pues no. No la recuerdo. Y creo que me alegro de no hacerlo...
- ¿Por qué?. No me vas a decir que a estas alturas te puede importar haber tenido una compañera que llevaba locos a los chicos.
- No. Claro que no. ¡Que tontería!.
Se levantó como si algo en el asiento le pinchara.
- Me tengo que ir Sonsoles. Ya nos vemos otro día. Hoy creo que ya se me ha hecho demasiado tarde..
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