Hace unos años nadie podía evitar un soplido de angustia o
una mirada de asombro al pasar por allí. Los edificios parecían más negros y la
acera más sucia. Ahora en Enero de dos mil trece, auque la imagen era la misma
(o peor) nadie se asustaba, nadie se sorprendía. La fila de personas muchas
veces daba la vuelta a la esquina. Algún despistado, al indicarle que tenía que
ir al final de la hilera de personas, abría los ojos y entendía lo que la
televisión anunciaba a diario.
Recorriendo la interminable línea de sujetos, sus caras
reflejaban el desasosiego, miedo, preocupación. En algunas personas era mucho
peor. No había emociones, gestos de inquietudes. Al contrario, el sentimiento
de habitualidad o rutina era algo palpable. Incluso surgía la amistad o el compadreo
por compartir aquella interminable espera.
Todos estaban invitados a esta reunión. Licenciados,
diplomados, titulados, olvidados, electricistas, fontaneros, paletas, altos,
bajos, guapos, feos, tu vecino, tu primo, tú mismo. Idéntica escena se repetía
en distintos lugares de la ciudad, del país. El origen de esta cola de gente,
la oficina de empleo. El triste bajo con las siglas “INEM”,
en color verde espereranza...
Como le he dicho a Fede colgé este relato el Viernes. No se que ha courrido (y eso que soy informatico...) Lo dejo aquí y el que le apetezca comentarlo, pues eso...
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