Señoras, señores, lectores, críticos de reconocido
prestigio, siento comunicarles que la historia perfecta ya está escrita. Aquí
les dejo el enlace:
Por si las nuevas tecnologías no fueran lo suyo, también les
muestro una foto de este extraordinario relato:
Obviamente el cuento es mío.
Ya habrán despotricado y concluido que no es la historia
perfecta, pero yo les voy a explicar su equivocación.
Una mañana de Mayo, mi móvil sonó y tras preguntarme si era
Miguel Valero Sanz, me informaron que mi relato era el ganador del II Premio de
microcuentos de ….(Entidad oficial que no voy a nombrar). Sólo indicarles que
si las malas lenguas literarias hablan de Premios mayores o menores, este se
podrían encuadrar de nanoscópico. No les voy a describir la sensación obtenida
tras la noticia pero imagínensela y multiplíquenla por dos ya que no
conocía a nadie del jurado. Con esto
pensarán que la perfección es un sentimiento de megalomanía porque a mí me hizo
feliz, pero ahí no queda la cosa. Casi cincuenta personas aplaudieron a rabiar
(es mi versión, lo siento) la lectura pública que yo, como ganador tuve que
realizar. Mis camaradas disfrutaron de 60 € en cervezas (tres quintos 1 € dan
para mucho) que fue la recompensa por mi victoria. Y sí, a ustedes también les
hizo felices y cambió sus vidas. ¿Cómo? El Señor Montoro me reclamó 20 € en mi
declaración de Hacienda, los cuales, aunque ínfimamente (igual que lo era el
micropremio) se usaron para esas autopistas, pensiones, subsidios, subvenciones
a ONGs y algún que otro bolsillo de
político corrupto, que todos nosotros disfrutamos, damos uso, o
sufrimos. Por lo tanto y al igual que un capítulo del Equipo A, los planes
salieron bien. Ganaron los buenos, no sufrió nadie y todos obtuvieron algo positivo
de mi relato. Incluso me quedé con los derechos de autor. Perfecto…
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