Es una muchacha vacía; es lo que
todo el mundo pensaba de Adela. No era su forma de hablar, ni su
inexpresividad, sino sus ojos fríos de estrella caída.
La dama era consciente, muy
consciente de sus carencias, y por ello se convirtió en una hambrienta de la literatura.
Porque de pequeña era lo único que había conseguido que llorara de alegría.
Empezó poco a poco, primero en
sus ratos libres y luego mientras comía. Después empezó a dejar de dormir para
poder leer. Hasta que acabó
dedicándole diecinueve horas al día.
Intentaba encontrar entre las
páginas, entre las palabras, puntos o comas, algún ser mágico como en La ciudad
al final del tiempo de Greg Bear que la despertara de su condición de reptil.
Pero nada, después de haberse leído todas las grandes obras; como Los
miserables de Víctor Hugo, La metamorfosis de Kafka, después de haber probado
el sabor de Shakespeare, Alejandra
Pizarnik, Lawrence Watt-Evans y muchos otros autores, seguía en busca de la
historia perfecta.
Un viernes a medianoche, mientras
cenaba un relato de H.P Lovecraft, notó unos piececitos detrás de ella y una
mirada inquieta.
- Daniel
qué haces despierto a estas horas, vete a la cama – sentenció con tono
monótono.
- – Mami,
no puedo dormir, he tenido una pesadilla – mintió su hijo de apenas cinco años
– déjame quedarme contigo hasta que se me pase el miedo.
- – No,
vuelve a la habitación – tajante.
- –¿Qué
estas leyendo? – parecía que no se iba a dar por vencido muy fácilmente.
- – El
que susurra en la oscuridad, no es para ti, es de mayores.
- – ¿Por
qué te gusta tanto leer mamá? – una pregunta inesperada. Era una mezcla de
curiosidad y tristeza.
- – En
realidad no me gusta mucho, es solo que intento encontrar la historia perfecta.
– ya no era un tono punzante.
- – ¿Qué
es una historia perfecta?
- – No
estoy segura, cuando la encuentre lo sabré. Pero creo que será tan maravillosa
que me devolverá el corazón.
- – ¿Y
cuando la tengas volverás a jugar conmigo como antes? – suplicó.
- – Claro
cariño. Cuando la tenga.
- – Entonces
yo te daré esa historia mami, te la daré para que podamos jugar juntos.
- – Bueno,
inténtalo, pero cuando termines a la cama.
Ni siquiera se le pasó por la
cabeza que un niño pequeño pudiera conseguir lo que en todo este tiempo no
había logrado.
Pero la criatura comenzó a
hablar, y Adela vio como la luz que entraba por la ventana le arrancaba de los
ojos un inusual resplandor. De pronto se encontró a si misma embrujada por el
brillo de su mirada, embobada por como se reflejaba en su sonrisa cada una de
las misteriosas criaturas, como viajaba a la frondosa selva y sufría, y reía, y
vivía con tanta emoción y realismo cada una de las increíbles y disparatadas
aventuras que estaba creando, que le abrazó, le besó muy fuerte en la mejilla y
le susurró al oído:
- Sí, esta es la historia
perfecta.
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