Esta vez era Ramón Sánchez Ocaña. Presidente Sánchez, más concretamente. Su objetivo era mantener el comercio interior, formar una autarquía y cerrar fronteras. Este hecho pensaba que marcaría la productividad interna. Exportando únicamente productos de extrema calidad e importar bienes muy necesarios podría mejorar la balanza arancelaría. El mantenimiento de la población haría un predicción más exacta de necesidades y por tanto la planificación correcta para andar en el camino de la mejora.
Pamplinas. Nada cambiaba. Ayer fue Saúl Iglesias con su proyecto de I+D. Mariano López dos días atrás quería una subida de la educación y filosofía para alcanzar un karma similar al de los griegos de la antigüedad para llegar a la Democracia perfecta. Incluso Wilson Fedírez un mes atrás prometió cambiar el país con una leve inversión en antropología siendo nuestra tierra el turismo arquitectónico por excelencia en el mundo.
Eran historia, como sus promesas. No se ponía en marcha ningún proyecto. La ilusión se iniciaba y sólo duraba veinticuatro horas. En un día se reservaron casi cinco mil billetes de retorno a nuestro país. Norman Arruabarrena quería implantar la tasa fija por tiempo pasado en el extranjero. Para así traer experiencia, conocimiento, e intercambiar los mejores nociones sobre relaciones exteriores de todo el mundo.
Pero con cada amanecer el presidente cambiaba. Otro ocupaba su lugar. Un país no puede estar vacío de poder. Por ello todo continuaba igual. Ser el hombre más poderoso del país era el mejor reclamo. Tener el mando. Dirigir los destinos. Representar a todo un pueblo. Enriquecerse ¿Incluso si sólo era un día? Valía la pena arriesgarse.
Ajusté la mira de mi fusil Dragunov. Sus sólo cuatro kilos facilitaban su transporte y su colocación o movimiento. La munición NV120 colocada en estrías estaba preparada.
Tres proyectiles. Posiblemente me sobrase uno Estaba a más de dos mil metros. No importaba. No era la primera vez que hacía esto. Exactamente la vigésimo tercera. Días atrás quedaron la bomba en el coche, el veneno en la copa, la explosión de gas o mi preferida; el corte en la yugular. Limpio, cercano, sutil. Reservado para los mejores momentos. Para cuando más me repugnaba. Más complicación, pero mejor premio.
La cabeza de Ramón Sánchez voló por los aires. No me regocijé. Quedaba huir para luchar mañana. Para asesinar mañana. Para cumplir mi objetivo.

No hay comentarios:
Publicar un comentario