Y,
AÚN ASÍ.
Aquí estoy,
otra vez, a tus pies. Que ilusa fui al pensar que no volvería.
Odio las
habitaciones de hospital, odio las duras sillas, el olor, los colores crema,
sucios, deslavados. Odio no poder gritarte, que no veas cómo te ahueco la almohada,
te arreglo la sábana. Odio verte llena de tubos, inerte sobre la cama. Te odio
a ti.
Y, aún así,
aquí estoy, Mamá. Cuidándote, velándote. Esperando que revivas o mueras, que
abandones esa paz inmerecida que te tiene, que me tiene, atada a esta habitación.
Te escribo
porque sería incapaz de decirte lo que te tengo que decir a la cara. Ver tu
expresión de superioridad, de desprecio, me enmudece. Te escribo para pasar una
noche más pensando en ti. Te escribo para entenderte, para apresarte, para
saberte.
El pitido de
la máquina que respira por ti es mi banda sonora esta noche, como las últimas
veinte. Deseando su silencio, deseando que continúe su rítmico silbido. Quisiera
entrar en tu mente y descifrarte.
Seguramente es
tu última noche y quisiera hablar contigo, darnos la oportunidad de perdonarnos,
de reencontrarnos, de conocernos. Intentar, al menos, explicarnos los porqués,
averiguar que nos ha distanciado tanto para ser irreconciliables, dos
desconocidas.
No sería
posible, ¿verdad, Mamá? Nuestro orgullo, tuyo y mío, tal vez la única cosa que
nos une y asemeja, no nos permitiría ser totalmente sinceras, ponernos en la
piel de la otra. Nos enrocaríamos tras nuestras murallas defendiendo nuestras
creencias, nuestra inocencia.
De verdad,
estoy cansada de guerras. Quisiera sinceramente empezar de cero. No sentir
odio. No me importa saber si lo que pasó, fue como yo recuerdo, o de otra
manera. Me da igual cual fue, es, la realidad. Estoy harta de rencores, de
sentirme culpable por cosas que racionalmente no son faltas mías, de ignorar cuales
son mis pecados.
Y, aún así, no
dejo de viajar mentalmente al pasado. De revivir los hechos de nuestra vida
desde varias perspectivas. Aplicar la lógica, la objetividad, a los recuerdos
es como intentar contener el mar en una poza de arena. Se filtran los
resentimientos, la repugnancia, la oscuridad.
Nunca me has
puesto la mano encima y recuerdo el primer sentimiento que me inspiraste, fue
miedo. No es un sentimiento natural en una niña. Es por lo que me daba la
sensación de estar rota, de no ser normal. Las emociones impropias que sentía y
no sabía manejar me desequilibraban.
Mis mejores
recuerdos están empañados por tus acciones, y si no eres la protagonista de los
peores, siempre estas allí. A pesar de lo que me has hecho y de lo que no. Aquí
estoy. ¿Qué cuerda me ata a ti? ¿Por qué no puedo decirte, no? Ni siquiera me
atrevería a elevarle la voz a ese cuerpo en el que no sé si aún estás.
Mi memoria ha ido
llenando una bolsa de frías piedras en mi pecho. Su peso y temperatura constituyen
el tipo de mujer que soy. Echarte a ti la culpa de todo es fácil, me absuelve, me
libra de toda la responsabilidad. Sé que no puede ser la verdad.
Siempre me dio
miedo permanecer bajo tu yugo, pero aún me daba más miedo dejarte. Cuando un
hijo vive su propia vida, no está abandonando a sus padres, está siguiendo su
camino que es lo que debe hacer. Eso significa un salto a lo desconocido, una
pequeña muestra de valentía. Me costó mucho pero finalmente lo conseguí. Corté
mi cuerda.
Entonces, ¿Qué
hago aquí? ¿Por qué las piedras en mi pecho se revuelven haciéndome sangrar? ¿A
qué viene este dolor tan profundo al verte indefensa entre las sábanas? Puedo
entender que me sienta obligada moralmente a cuidarte, pero eso no explica mi
tristeza. La mezcla de sentimientos que me embargan.
Yo te odio. A
pesar de tu influencia he conseguido lo que deseaba, estoy satisfecha con mi
vida. ¡Eso es! Ya no te odio. He llegado a un punto en el que no me puedes
alcanzar, dónde no necesito tu aprobación. Así pues, ¿por qué lloro? ¿Por qué
esta pena inmensa en la que será probablemente tu última noche? ¿Por qué la desesperación
de no volver a ver el azul de tus ojos?
Porque esa
cuerda no se puede romper. Está hecha del único material
realmente indestructible y a la vez más frágil del planeta.
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