sábado, 18 de mayo de 2013

El año del gato



Después del primer misil nuclear lanzado por Corea del Norte la reacción fue en cadena. Una catástrofe mundial. El más rápido en reaccionar fue el gobierno de los Estados Unidos. Después Irán. Por último, superados por la situación fueron los rusos. La nube tóxica levantada en la atmósfera resultó ser tan densa que el ambiente era irrespirable. El oxígeno empezó a escasear en toda la extensión del planeta. La radioactividad resultó ser más agresiva de lo esperado. La luz del sol apenas conseguía penetrar esa capa de humo que se había apoderado de la atmósfera. El planeta de repente se había convertido en un escenario oscuro, sólo humo y tinieblas. La vegetación era escasa, la civilización había desaparecido, los mares hervían, las corrientes de aire era ácidas y corrosivas y la temperatura mantenía una media de 50 grados centígrados por el día y de menos veinte por la noche. Las cucarachas no habían sobrevivido contradiciendo las antiguas teorías. Las hormigas, sorprendentemente, sí. La mezcla química de ese ambiente nuclear tan pesado había provocado una mutación espectacular en estos insectos.  Habían crecido hasta el tamaño de un pulgar. Podían pensar y por tanto, también, caer en el pozo de la locura y la depresión.

En el continente africano el efecto de la nube tóxica había sido vírico en la colonia de hormigas. Un extraño virus había conseguido introducirse en el cuerpo de estos insectos. Una vez muertos volvían a la vida. Eran zombies desorientados, vagando sin dirección alguna y buscando cuerpos para devorar de otras hormigas aún sin enfermar. Un pequeño grupo había conseguido resistir a los efectos de la plaga y trataban de escapar hacia el norte sin un líder claro. Habían escuchado que en aquella zona la nube contaminante sólo había provocado un trastorno de identidad; no habían zombies, sólo hormigas convencidas de ser punk-rockers y trastornadas hasta las antenas. Se les podía ver cantando por la calle: Sheena is a punk rocker, Sheena is a punk rocker now. Eran inofensivas pero habían quedado mentalmente reducidas, no más allá que una simple canción de los “Ramones”.

Fue un mes después del colapso nuclear cuando las primeras expediciones de vida extraterrestre comenzaron a desembarcar en el planeta. En realidad era una evolución avanzada de los lagartos. Lagartos enanos. Un eslabón perdido. Su tamaño no superaba el palmo de estatura, sin embargo su cerebro se había desarrollado en una proporción considerable y, por tanto, eran una raza extremadamente inteligente. Se reconocían fácilmente pues todos vestían de la misma manera, un uniforme escamoso de color lila y una escafandra esférica de cristal, el triple de grande que el tamaño de sus cabezas. De esta manera evitaban la distinción de clases condicionada por el aspecto y, lo más importante, la aparición de revistas de moda. Sin embargo tenían una debilidad, eran adictos al güisqui mal destilado. Este licor les proporcionaba los nutrientes suficientes para mantener la temperatura de su sistema vascular. Tenían un único Dios, una botella de güisqui “madre” de la cual conservaban todas sus propiedades intactas en un lugar secreto. Células madre que replicaban en miles de destilerías expandidas en toda la superficie de su planeta. Esta adicción les había convertido en una raza de lagartos enanos alcohólicos. Su misión era clara, colonizar el nuevo planeta Tierra e implantar una nueva red de destilerías que garantizara su supervivencia y de las expediciones futuras.

El pequeño grupo de hormigas, en su desesperada huída hacía el norte,  no tardaron mucho en encontrarse con esta legión de lagartos. Para las hormigas suponía la aparición de otro foco de peligro pues resultaba un delicioso alimento para estos reptiles. Las hormigas, en su éxodo, sólo avanzaban durante la noche; en esta franja del día la temperatura era más baja. Los lagartos invasores para mantener la temperatura de la sangre bebían mayor cantidad de güisqui y en consecuencia la borrachera caía a plomo en sus cuerpos de lagartija. Se les podía ver convulsionando en el suelo y con las patas hacia arriba o, en el mejor de los casos, zigzagueando en una lucha feroz por no perder la conciencia. 

Las hormigas habían perdido la fe, se veían incapaces de hacer frente a la nueva especie invasora.  En su errante huída consiguieron ocultarse en la ruinas de una antigua iglesia. El refugio tenía aspecto de resultar seguro. No había presencia de hormigas zombies ni de lagartos enanos sin embargo la calma no era tan evidente, en una de las salas del edificio se podía escuchar una cadenas de ruidos extraños. El nerviosismo no tardó mucho en introducirse en el grupo. Fueron dos las que se ofrecieron para introducirse en el interior de la sala y descubrir el origen de ese angustioso ruido. Aprovecharon los primeros rayos de sol de la mañana, la luz penetraba los orificios de los muros derruidos e iluminaba una gran porción de las entrañas del edificio. A medida que se introducían el ruido era mayor y sólo cuando estaban a escasos centímetros de entrar por completo fueron conscientes que ese ruido era de un ser vivo en movimiento. Las dos hormigas se miraron. Sus corazones latían a una velocidad fuera de punto. Se introdujeron pensando que era la última cosa que iban a hacer con vida entonces vieron enfrente de ellos a un gato, flaco, sucio y ojos brillantes. El felino descubrió al grupo de hormigas y se dirigió hacia ellas. Las dos se quedaron estáticas por el pánico, sin capacidad de reacción pero de repente el gato se detuvo como si se hubiera congelado en el tiempo:

— ¡Joder Charly, mira, creo que tengo poderes mentales!.
— ¿Qué dices? — dijo la segunda hormiga. 
— Sí, mira, mira…he conseguido detenerlo con la mente. Voy a hacer que levante la pata — el gato levantó casi de inmediato una de sus patas peludas — ahora voy a decirle que se siente – La hormiga apretó los ojos con fuerza como si impulsara su conciencia a través de ellos. Un segundo después el felino descansó en el suelo.
— ¡Franky, eres un genio! — Las hormigas se miraron con cara de alivio, pero acto seguido el gato se levantó y continuó andando hacia donde ellas estaban — ¡Franky, detén a ese animal, detenlo!
— ¡Eso intento pero no me hace caso!
— ¡Pero si acabas de decir  que tienes poderes mentales!
— ¡Sí, pero parece que se han acabado!
— Y eso qué quiere decir…¡Franky, por dios, trata de pararlo!
— La hemos cagado Charly, la hemos cagado.

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