NARRAR…. PILAR FOLGADO
PEÑA
Narrar es relatar, transmitir, comunicar, aportar un mensaje, un
conocimiento, una visión…
La narración puede ser oral, escrita, visual, sonora, táctil,
todos los sentidos pueden verse involucrados.
Narrar es crear, es abrir nuevas dimensiones, expandir
horizontes y consciencia, es magia. Porque magia es crear un mundo, unos
personajes, unas sensaciones y sentimientos que sin la narración no tendrían
razón de existir.
El cerebro, que habitualmente funciona de forma totalmente
autónoma, motivado por la ley de la supervivencia vital y contextual del
Individuo, se detiene, se entretiene, da forma
a nuevos Mundos que el autor de la narración va apuntando.
El relato o mensaje sirve de senda para que la mente del
lector divague lo “ justo necesario” y
digo justo necesario porque si la imaginación se desborda en exceso y la mente
va por diferentes derroteros, se
trataría de “otro relato” uno que ya no participa de la narración sino de la
imaginación propia, de lo onírico anárquico e inconexo
Se pueden vislumbrar dos procesos bien definidos. El primero
despliega un camino por descubrir que será la trama del relato, donde éste se
define y va adquiriendo cuerpo al mismo tiempo que coherencia. El segundo va acotando
las circunstancias y las características de lo expuesto para que el lector no
se evada demasiado, influido por sus propias fantasías, del contexto
presentado.
Narrar es elaborar un guión para acotar la imaginación del
lector o espectador, haciendo aflorar sentimientos y vivencias a veces ocultas
en el subconsciente o el consciente colectivo y que todo ello sea lo
suficientemente potente para atrapar su interés.
La capacidad mental es tan sorprendente que, a veces gracias
a las narraciones, se encuentra paralelismos situacionales, o recuerdos
insondables, que ya se creían olvidados para siempre. Incluso se aprecian
placeres de todo tipo, incluso nuevos que no sabíamos podían existir; sentidos
y sentimientos por descubrir; emociones por experimentar; espacios y paisajes
inexplorados…
Y algunas narraciones son tan potentes que eclipsan cualquier
otra necesidad. La mente se queda atrapada, incapaz de olvidarse de ése mundo
fantástico que ya cree real, hasta conseguir averiguar su desenlace final, para
así evadirse de esa atadura.
Tanto la literatura, la locución, el cine, el teatro, el arte bidimensional, tridimensional tienen
el poder evocador de otros espacios, otros mundos, otros horizontes, el buen
narrador se convierte en el mago que accionando su varita mágica hipnotiza todo
aquel que cae en su radio de acción. Y como buen mago crea y trabaja en otra
dimensión y permite que aquel que se deja seducir por su hechizo pueda
proyectarse, formarse, enriquecerse para descubrir y consolidar nuevos
horizontes.
Apuntaría otro aspecto de la narración, y es el de la
comunicación: el intercambio de información, o de visión, para ser catalogadas
por nuestra prodigiosa mente.
Ése intercambio se consolida en experiencias personales
basadas en experiencias ajenas, en vivencias por otros personajes vividos, pero no menos formativas. Una vida es un
espacio muy limitado y todo lo que puedan aportar las experiencias ajenas, al
menos como juicio, pueden servir. La
aprehensión es inmediata y su catalogación en nuestro disco duro personal
también.
Con la narración como comunicación, se abre la valiosa
posibilidad de, si no adentrarnos en la sabiduría, sí acceder a conocimientos
que sin comunicar otras experiencias
sería muy difícil tener apreciación personal.
Puedo concluir esta visión general argumentando que narrar es
imprescindible para que otros puedan acceder a determinados conocimientos,
tanto científicos, históricos, vivenciales, psicológicos, médicos, culturales,
artísticos, etc. A la vez que tiene una función mágica: la de abrir la puerta a
una posibilidad infinita de exploración mental y personal.
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