sábado, 10 de noviembre de 2012


NARRAR….                                                                                   PILAR  FOLGADO  PEÑA


Narrar es relatar, transmitir,  comunicar, aportar un mensaje, un conocimiento, una visión…

La narración puede ser oral, escrita, visual, sonora, táctil, todos los sentidos pueden verse involucrados.

Narrar es crear, es abrir nuevas dimensiones, expandir horizontes y consciencia, es magia. Porque magia es crear un mundo, unos personajes, unas sensaciones y sentimientos que sin la narración no tendrían razón de existir.

El cerebro, que habitualmente funciona de forma totalmente autónoma, motivado por la ley de la supervivencia vital y contextual del Individuo, se detiene, se entretiene, da forma  a nuevos Mundos que el autor de la narración va apuntando.

El relato o mensaje sirve de senda para que la mente del lector divague lo “ justo necesario”  y digo justo necesario porque si la imaginación se desborda en exceso y la mente va por diferentes derroteros,  se trataría de “otro relato” uno que ya no participa de la narración sino de la imaginación propia, de lo onírico anárquico e inconexo

Se pueden vislumbrar dos procesos bien definidos. El primero despliega un camino por descubrir que será la trama del relato, donde éste se define y va adquiriendo cuerpo al mismo tiempo que coherencia. El segundo va acotando las circunstancias y las características de lo expuesto para que el lector no se evada demasiado, influido por sus propias fantasías, del contexto presentado.

Narrar es elaborar un guión para acotar la imaginación del lector o espectador, haciendo aflorar sentimientos y vivencias a veces ocultas en el subconsciente o el consciente colectivo y que todo ello sea lo suficientemente potente para atrapar su interés.

La capacidad mental es tan sorprendente que, a veces gracias a las narraciones, se encuentra paralelismos situacionales, o recuerdos insondables, que ya se creían olvidados para siempre. Incluso se aprecian placeres de todo tipo, incluso nuevos que no sabíamos podían existir; sentidos y sentimientos por descubrir; emociones por experimentar; espacios y paisajes inexplorados…

Y algunas narraciones son tan potentes que eclipsan cualquier otra necesidad. La mente se queda atrapada, incapaz de olvidarse de ése mundo fantástico que ya cree real, hasta conseguir averiguar su desenlace final, para así evadirse de esa atadura.

Tanto la literatura, la locución, el cine, el teatro,  el arte bidimensional, tridimensional tienen el poder evocador de otros espacios, otros mundos, otros horizontes, el buen narrador se convierte en el mago que accionando su varita mágica hipnotiza todo aquel que cae en su radio de acción. Y como buen mago crea y trabaja en otra dimensión y permite que aquel que se deja seducir por su hechizo pueda proyectarse, formarse, enriquecerse para descubrir y consolidar nuevos horizontes.

Apuntaría otro aspecto de la narración, y es el de la comunicación: el intercambio de información, o de visión, para ser catalogadas por nuestra prodigiosa mente.

Ése intercambio se consolida en experiencias personales basadas en experiencias ajenas, en vivencias por otros personajes vividos,  pero no menos formativas. Una vida es un espacio muy limitado y todo lo que puedan aportar las experiencias ajenas, al menos como juicio, pueden servir.  La aprehensión es inmediata y su catalogación en nuestro disco duro personal también.

Con la narración como comunicación, se abre la valiosa posibilidad de, si no adentrarnos en la sabiduría, sí acceder a conocimientos que sin comunicar  otras experiencias sería muy difícil tener apreciación personal.

Puedo concluir esta visión general argumentando que narrar es imprescindible para que otros puedan acceder a determinados conocimientos, tanto científicos, históricos, vivenciales, psicológicos, médicos, culturales, artísticos, etc. A la vez que tiene una función mágica: la de abrir la puerta a una posibilidad infinita de exploración mental y personal.

 

 

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