Fragmentos extraídos de la introducción al Tratado de
Narrativa Contemporánea del profesor emérito Douglas Tilton (Ed. Oxford News, 2012):
El acto de
narrar, cualquiera que sea su intención (fijar de un suceso, transmitir un conocimiento
o elaborar una realidad fuera de la realidad misma), acompaña al género humano
desde los albores de su existencia. Ya las pinturas primitivas estampadas sobre
roca pueden ser consideradas narraciones puesto que algunas de ellas, además de
contener información práctica, testimonian acontecimientos históricos […].
Muchos de los
alumnos que han pasado por este curso me pedían que les enseñase las claves de
una buena narración; supongo que
esperando convertirse en grandes ventas, tal es el daño que autores como Skinner
Lamb han provocado en las hebras del tejido literario contemporáneo. Ante mi
mudez, he padecido pataleos y no pocos abucheos. Después de todo, esta es la
primera lección con que se topan los alumnos de mis clases: el tiempo. Aspiro a
que entiendan que el tiempo del autor no tiene porque corresponder con el
tiempo de aquello que cuenta. Y lo que es más, controlar el tiempo narrativo
les aportará mesura para reconocer los detalles que, orbitando alrededor de los
personajes y de sus acciones, pasaban antes inadvertidos […].
En el siglo
XIX, Fillippe Pinannthon sugirió el uso de una palabra (cuyo testigo recogería
Poe[1]) que
viene pintiparada para el inicio de este curso de narrativa: batracomiomaquio.
Se recomienda proponer esta palabra al grupo de alumnos y dejar unos instantes
de reflexión antes de iniciar su discusión. Como se verá, la clave de toda
narración se esconde en estas dieciséis letras.
En primer
lugar se encuentra el ritmo. Fíjese como, una vez superada la aprensión por
dicha palabra, su repetición se torna tímbrica debido a las dos sílabas tónicas
/-tra-/ y /-ma-/ y a los dos sonidos oclusivos /k/. El ritmo en un relato es fundamental para atrapar el interés
del lector tanto como el del propio escritor durante el ejercicio de la construcción.
En segundo
lugar se halla la rima. No es ésta un requisito necesario para la narración,
pero constituye un elemento de gran ayuda en determinados momentos (por
ejemplo, en la descripción de un paisaje o de un sentimiento), siendo una
herramienta poderosa a considerar. Nótese como la palabra en cuestión puede
descomponerse en los siguientes versos asonantes:
Batraco,
mio maquio.
Se llega en
tercer lugar al punto crucial en el arte de narrar: el extrañamiento y la
pregunta. La observación de la realidad es un terreno fértil donde el autor
puede plantar sus primeras cosechas, asumiendo que el extrañamiento ajeno pasa
antes por el propio. En este sentido, ¿qué es batracomiomaquio? Literalmente, batraco-
del griego batraceio, propio
de las ranas y –maquio también del griego macomai, arte
de lidiar. Desde el punto de vista de Pinannthon, la lidia con el batracio
que todo autor lleva dentro supone la evolución del mismo en pos de sus
hallazgos personales o de sus intentos por lograrlos (por analogía con la
definición zoológica del animal que nace respirando por branquias pero cuando
adulto lo hace por pulmones); siendo el fin último de toda narración el
descubrimiento […].
El txt es de Ernest Peris que por un problema con la pg ha tenido que echar mano de un deus ex batraco para publicarlo.
[1] Se refiere al relato de
Edgar Allan Poe “Nunca apuestes tu cabeza al diablo, cuento con moraleja”,
Graham’s Lady’s and Gentlemen’s Magazine 1841 (N. del T.).
Me he reído mucho con los versos y el tono general vuelve a ser delicioso. Las trampas etimológicas también me parecen divertidisimas.
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