RELATO
Las
trapisondas de EME y CE
La vida de los protagonistas transcurre
en Valencia, ciudad no excesivamente grande pero en la que cuentan con todo lo
suficiente para su día a día. La pareja sin embargo no parece satisfecha, es
inquieta y aspira a más.
Hace unos años iniciaron su vida en
común, se casaron siendo muy jóvenes y
tienen tres hijos pequeños. Ambos son profesores de Educación Secundaria y su
trabajo es estable con interrogantes sobre todo el de ella. En su relación
diaria compaginan sus actividades
laborales y domesticas.
El gusanillo de tener una vida más
segura les empieza a hostigar e incluso les roe y les perturba su
responsabilidad. Ella, como madre de niños pequeños, teme quedarse en la calle
sin trabajo.
Compaginar la maternidad y la vida
laboral en aquel momento estaba reñido, era complicada su contratación para
cualquier empresario e incluso para la Administración pública suponía un
inconveniente grave la ocupación de un puesto de trabajo por una joven
veinteañera o en edad fértil. Esta situación de rechazo no era solo por parte
de los hombres, era más acusada incluso en las propias mujeres, en ocasiones
más machistas que los propios varones.
Ce, totalmente en desacuerdo con la situación de marginación
que sufre ella y sus semejantes, comienza su renovación, su propia lucha hasta
sentirse una mujer fuerte para enfrentarse a esta situación de desamparo.
Decidida intenta convencer a Eme para
que tanto él como ella que ya habían padecido situaciones
problemáticas por este motivo: “Nena no,
haberlo pensado antes, hijos y trabajo no” (Frase dicha por la directora del
centro) aborden la seguridad en el trabajo. Llegan a la conclusión de que
ambos deben opositar para obtener una plaza fija y un salario de por vida, en el que esté resuelto su día a día y su año
a año.
La pareja pese a la inquietud provocada
por la inseguridad de no tener un
salario fijo y seguro disfruta de una vida en común grata. Su edad y el bienestar
de sus vivencias les proporcionan cierta satisfacción. Solo la duda del mañana
les provoca inquietud. Es en este momento cuando la mentalidad de los dos protagonistas
se transforma.
La búsqueda de equilibrio les lleva a un
deseo de cambio radical a partir de los treinta años.
Eme, se va trasmutando hasta encarnarse
en un Jonathan Smith- protagonista de la serie: Autopista hasta el cielo- e
intentara resolver todos los problemas que se les vayan presentando. Apretando
a Ce y refugiándola en su pecho, con ardor, le manifiesta que cumplirá su
tarea:
─ No sufras tendremos una vejez feliz
tal como tú deseas.
¿Iban a conseguir con el cambio mayor estabilidad a esa edad? ¿Era
este momento es más idóneo para
involucrase y lanzarse por el tobogán vital? La duda les corroía.
El viaje que iban a emprender y que los dos
deseaban les iba a llevar a un país enmarañado
ideológicamente, posiblemente se trataba de… Ahí estaba la incógnita.
Estas desconcertantes preguntas se las
repetían una y otra vez los protagonistas pero ya no tenían remedio. La función
había comenzado sin intermedio. No había vuelta atrás, le verticalidad les
arrastraba, solo era posible iniciar la representación.
La aparición de un hombre gigantesco con
un solo ojo destapado en la frente y un
parche de cuero tapándole el otro les aterró. Ambos tenían que desterrar el
pánico para sentirse héroes y alcanzar el triunfo.
Cada actor en pie, colocado en su lugar
exacto.
Por los laterales figuras sin caras y
cuerpos desdibujados que poco a poco se convertirán en seres vivientes, en
amigos, en conocidos, en espectros.
La pareja arremete contra los
impedimentos y abre la puerta que da acceso a un nuevo escenario del que
surgirán extraordinarias parejas, introvertidos y extravagantes compañeros,
injustificables situaciones, cotidianas escenas con inesperados y sugerentes
personajes como el de la “Lechera”.
Nunca más restablecerán su vida anterior.
Han dado un paso hacia adelante y no pueden ni deben caer en el abismo aunque
les espere el averno.
Eme, parece que ha
conseguido llegar a la meta
propuesta.
Uno de los dos se ha afianzado laboralmente pero… ambos se preguntan:
¿Qué precio hay que pagar por ello?
Sin duda una serie de trapisondas que no
quiero adelantar, en su momento saldrán y las compartiremos a lo largo de la
tragicomedia teatral.
PRIMER ACTO.-
Tiene lugar un una ciudad pequeña. Un
contexto espacial, político- social, geográfico y climatológico diferente al de
la anterior ciudad.
Allí les esperaba Tántalo, condenado a
un duro castigo consistente en que, estando en un lago cuyas aguas le llegaban
hasta el cuello, y los árboles llenos de frutas sobre su cabeza, cada vez que
querían comer o beber descendían las aguas y se alejaban los frutales.
Redoble de tambores y chistus en lugar
de la orquesta. Rojos pañuelos anudados al cuello. Jolgorio entreverado de
miedo.
─ ¿Ce, qué hacemos aquí? ¿A qué hemos
venido?
─ El miedo me tiene amordazada. ¿Allá a
lo lejos no ves un cazador?
─ No, yo escucho de fondo un resueno
multitudinario.
Me balbucea:
─ ¿Podremos salir con vida?
No me sale la voz, tengo la garganta
agarrotada. Cala el silencio en nuestros cuerpos. Eolo sopla con fuerza.
Fuego en las carreteras, policías armados
por doquier, miedo, miedo, mucho miedo,
la multitud corre acosada por los pelotazos de goma, entre ellos alguna bomba.
la multitud corre acosada por los pelotazos de goma, entre ellos alguna bomba.
La pareja agarrada de las manos:
─ Confundimos la dirección que nos debía
conducir al paraíso y hemos recalado en el infierno.
─ Hermes, dios de los viajeros, nos
protegerá en esta hazaña. Dice Ce.
En ese momento cae el telón.
Los protagonistas han desaparecido del
escenario. Quizá…
─ ¡Qué hemos hecho!
SEGUNDO ACTO.-
Se ilumina el escenario con una luz
iridiada en dorados y plata. El telón trepa hacia lo más alto, dando la
sensación de querer huir. Eme y Ce agarran con fuerza a sus pequeños, los
cobijan. Por los laterales aparecen sombras, entre ellas se arrastran
personajes secundarios.
Entre palabras grises repletas de misterio y
movimientos confusos se abren por completo las cortinas del escenario. La
coreografía patética. Los figurantes, mudos y sigilosos, van situándose por el
fondo intentando resguardar el escenario.
El pánico es patente en el teatro. Sube
por los palcos en donde se guarecen los intrusos. Baja en espiral incandescente
al patio de butacas los espectadores tiemblan
aterrados por miedo a que se abran las puertas, penetren los
guerrilleros y maltraten al público que está en contra de la violencia.
En la nueva vida de la pareja cunde el
terror: Miedo de abrir la puerta de casa, miedo a la venganza porque los consideran impostores, advenedizos,
intrusos en su política, en su historia, en sus ancestros. Miedo a ser
asesinados reventándoles la cavidad craneal en cualquier momento, en cualquier
esquina. Miedo a Escila monstruo de siete cabezas que devora a los hombres…
Poco a poco se esfuma el telón, que
aguarda vigilante en lo más alto. Otros personajes emergen sigilosos, con morbo y van situándose
por la gradería de general, colocándose
en el sitio marcado por su destino.
El Nudo de la obra va tomando su rumbo.
Amainan las luces entre los bastidores.
TERCER ACTO.-
Lluvia de pétalos rojos sobre un féretro
que descansa en medio del escenario. Un foco en el ángulo izquierdo da luz al
espacio pero no ilumina el interior del ataúd.
¿Qué puede guardar la caja de madera
caoba sobre la que han caído pétalos de rosas rojas? ¿Cuál su significado y
mensaje? La incógnita es patente habrá que descifrarla, resolverla.
Tiresias, el más célebre adivino de
Grecia predice el porvenir de Eme y Ce. Les aconseja en la encrucijada y presagia
las penalidades que les aguarda.
Crece hierba verde sobre el suelo en el que
retozan niños jugando a la soga tira. El
“chirimiri” arrecia junto a la bambalina, las vacas pacen tumbadas entre
moscas. El aguacero persiste arrasando
todo lo que encuentra a su paso.
Los reflectores, candilejas y focos
encendidos. El teatro da la sensación de estar en llamas. Los espectadores en
pie aplauden. Dudo si terminó la obra o es ahora cuando llega la mejor
secuencia
Eme y Ce, en pie en el centro del proscenio han cambiado de rostro. Sus
ojos, la mayoría de veces lanzan miradas de alegría, otras son de titubeo y prevención.
Por el pasillo central avanzan los más
amigos, una gran ovación para ellos. Atrás compañeros y compinches.
Los protagonistas están comenzando a
evolucionar entre las bambalinas. El apuntador ha cerrado su concha y no sé
sabe nada de él.
En las calles sigue cayendo el
chirimiri. La luz del sol se filtra entre las nubes inmolando la realidad. Todo
el ambiente presagia un cambio, una nueva vida con un fin desconcertante para
la pareja.
El vaho de los focos va desfigurando los
personajes, diluyéndolos en la sombra. El velo del silencio cubre el teatro.
No sé si los espectadores son conscientes de
lo acaecido en el escenario. ¿Sería una premonición de lo que iba a suceder
realmente en la nueva fase vital de los protagonistas? O ¿Tal vez habíamos
elucubrado una fantasía sin ningún sentido?
Cae poco a poco el telón. El público asistente
se levanta dirigiéndose hacia la SALIDA.
En este momento va a iniciarse el
COMIENZO de la nueva y autentica
vida de Eme y Ce.
El vaho de los focos del escenario va tergiversando
personajes, decorado, luces…
Todo ha desaparecido. Todo esfumado, sin
rastros, ni huellas de lo anterior…
Un Austin blanco cargado de trastos
circula por el puerto de Vélate. Se está poniendo el sol, la oscuridad se
filtra entre los árboles. Ce asustada:
─
Eme: ¡acelera, anochece y no tenemos hotel!
─ No sufras, estamos llegando.
─
Si, pero es muy tarde
En Vera de Bidasoa, donde la carretera
forma un ángulo recto, en la pared de un caserío, una pintada en rojo. ¡GORA
ETA!
─
¡Qué horror, mira lo que pone ahí!
─
No tiene importancia… ¡Olvídalo, te repito que no tiene importancia!
─ ¿Cómo me contestas eso? ¡Tengo pavor!
Pernoctamos en el primer hotel que
encontramos en Irún. Nos despierta un enorme ruido, chirriar de ruedas y voces
masculinas. Entreabrimos la ventana, despunta el sol y hay una gran fila de
camiones en la línea fronteriza. Más tranquilos volvemos a la cama.
No logramos volver a dormir. A las ocho
cincuenta estamos delante de la puerta del Instituto de bachillerato Pio
Baroja. Temblamos de frio, de nervios de…susto.
Hay poco movimiento a estas horas en
Kalea Elkano. No se ha iniciado el curso. Un alumno cargado de libros camina
nervioso de arriba abajo, mientras habla con su compañero. Aún estando atentos,
no somos capaces de entenderles ni una sola palabra.
A las nueve el conserje abre la puerta.
─
Por favor, el despacho de dirección.
El Sr.
Director no ha llegado vendrá más tarde, les atenderá el secretario.
El vendaval de la incertidumbre abre,
esta mañana, el portón de su nuevo centro de trabajo. Eme, camina a tomar posesión de su tan
deseada plaza en propiedad. El frio del suelo del pasillo le refresca los
talones reforzándole su voluntad, y
dándole seguridad, aplomo.
Tras su mesa le da la mano a Eme que la
estrecha con fuerza como signo de franqueza. Intenta que junto a ese apretón se una su palabra sincera y
cordial, demostrando seguridad en mí mismo.
Todo se viene abajo cuando en pie dice:
─
¿A qué viene aquí? ¿Usted sabe donde se ha metido? Yo de Ud., le repito,
me volvería casa.
Lo miro fijamente y observo como su ojo
de cristal hace un juego de luces. Tiene un rostro retorcido, amargo, glaciar. Entre
tanto Ce, perpleja y muda, repasa el despacho palmo a palmo con ojos
desorbitados.
─
Les veo acojonados, cierto es que han llegado ustedes al lugar
inapropiado donde rige la tortura y el desconcierto político. Explíquenme como
decidieron venir a este lugar. Por
cierto ¿Qué piensan a cerca de la
bandera de España?
─
Jamás nos lo habíamos planteado. Es totalmente nueva la pregunta, de
momento no tenemos respuesta.
─
¡Está bien! Recapaciten mientras esperan a que llegue el director, voy a
salir un momento. No creo que tarde.
─
¡Este tío está loco! ¡Dios, donde
hemos venido a parar!
─
Eme, no te preocupes.
Salgo
en defensa de Eme que mira aturdido y permanece atónito. Le digo envalentonada
y nerviosa:
─ Yo hablaré con el Director cuando
aparezca si se pone impertinente, estoy acostumbrada a este tipo de trato por
mi experiencia en el instituto de Valencia. Incluso le hare preguntas
impertinentes y molestas si viene en plan tan desconcertante como el secretario.
Durante la espera no hablamos, solo
observan nuestros ojos.
Al poco rato.
─ ¿Sois los valencianos? Me alegro.
Bueno ya os contaré y os percatareis como es esto, ahora no os quiero asustar. Yo
soy catedrático de Historia. Eme seré tu jefe por partida doble.
─ ¿Tenéis ya vivienda?
─ No hemos encontrado.
─ Debéis buscar en Ondarribia es un
lugar de veraneo y en invierno están los pisos vacios. Luego veniros a comer a
mi casa, esta es mi dirección.
Salimos contentos, parecía una persona
agradable.
Ondarribia. Inmobiliaria por aquí, por
allá, por el medio… Nada, sin poder alquilar vivienda. No, estamos de obras. No
lo alquilamos. No, hay que arreglar humedades y así multitud de etcéteras.
Llega la hora de comer y no hemos conseguido ningún piso.
Timbramos, sale Galo –así se llama el
director-, nos presenta a su mujer e hijos. Joaquín, ven que te presente. Eme es el nuevo profesor de geografía e
historia, Ce su mujer también es profesora. Son de Valencia, igual os conocéis.
─ No lo recuerdo, dice Eme.
─ ¡Ahhh! ¡Ahhh! Ce, cierra la boca sin
decir nada más.
La comida y el ambiente grato.
Ya en la calle:
─ ¿Sabes quién es?
─ Ni idea.
─ ¿No me digas que no lo has reconocido?
¡Es Ximo
el franciscano de San Lorenzo!
─
¡ Qué pequeño es el mundo…!
Con el tiempo todo el departamento de
Geografía e Historia formamos una gran familia. ¡Ya no estamos solos, incluso
los hijos tienen edades parecidas!
Enterados de que somos profesores
y no guardias civiles rápidamente encontramos un piso en Aroka Punta, junto al
mar. Algo misterioso ocurre todas las madrugadas en la finca: ruido metálico, chirriar de puerta
y un caminar pesado, lento, arrastrando. Permanecemos sin ni siquiera respirar,
sin movernos, escondidos entre las sabanas hasta el amanecer. Este desconcertante
interrogante ocurre dos días por semana.
Los cambios climatológicos, por extraños
en nuestra localidad, reclaman toda la atención. Los trapicheos entre sol, chaparrón
y diluvio son emocionantes. El paraguas no sirve, se voltea con el viento y se
rompe. Son tan extravagantes los tejemanejes del tiempo que me recuerdan, sin
entender muy bien por qué, ciertos fragmentos de “La Fierecilla domada” de
Shakespeare. Al caminar por el Paseo de San Pedro o el espigón del puerto me
trasmuto en Catalina –protagonista de la comedia-, mujer independiente y fuerte
que por influencia de Patronio, su marido, acaba sumisa y ve solo lo que él
quiere. En este caso las inclemencias del clima en lugar de molestar me
agradan. Tiene personalidad propia cada minuto del día: lluvia y sol, sol y
fuertes truenos de fondo, lluvia a cantaros y otra vez sol y agua nieve. Me
gusta caminar porque a lo largo del paseo disfruto de todos los cambios. Jamás
me molesta que se rompa el paraguas siempre salgo equipada con el chubasquero.
Todo esto me hace recordar a Catalina
mujer altanera que acabo sumisa acatando
todo lo que le decía su marido. Yo en mi tierra era insumisa a la lluvia, al
viento… y sin embargo aquí disfruto con su versatilidad. Patronio convertido en
relámpago me ha trasvertido.
Esa es la impresión que siento con la
climatología desde que hemos llegado al País Vasco. ¿Es verdaderamente real
este cambio o es que sobre mi actúa un
espejismo o ilusión que se manifiesta de forma espontanea e irreflexiva? Sea de
la naturaleza que sean estos fenómenos atmosféricos
calan en mi cerebro de forma positiva y en algunos momentos me provocan cierta
fascinación.
Llueve, llueve, llueve… como todos los
días incluidos los domingos.
Golpes en la puerta:
─ ¡Valencianos hay que levantar, hay que
dar prisa para subir a Guadalupe!
Alejandro, Nacho y yo de un salto
salimos de la cama. Botas, impermeables y paraguas que sirven de bastón. Nos
reunimos con José Miguel y Ana, auténticos amigos-protectores. Canticos de
voces marineras en Ama Guadalupe. Ambiente en la ladera. Más tarde con el coche
suben Eme, el pequeño y la abuela. De vuelta “xacoli, chorizo, huevo frito y
un xupito de tinto”.
A
la madrugada junto al ruido del viento que se enfrenta a las murallas, silban los
pasos fatigados como el andar de los presos arrastrando grilletes.
Entre semana colegios, clase, instituto…
Yo, de ama de casa.
El inspector:
─ ¿Y su mujer qué, dejo el trabajo allá
en su tierra y se vino para acá? Mal hizo, muy mal, se tiro de un tren en
marcha y tiene muy difícil retomarlo. Veremos que se puede hacer.
Me ofrece el IES de Rentaría. Todos los
días encuentro en la carretera a la ida
y a la vuelta: incendios de bidones de gasolina, barricadas, pelotazos…tiros,
sirenas de ambulancias y policías… e incluso algún muerto tendido sobre el
asfalto por un tiroteo. Sangre, mucha sangre. Policía y guardia civil con
mascarillas, escudos y mascaras antidisturbios….
Pido la baja. Rechazo el trabajo. No me
importa tirarme de un tren en marcha, es más importante vivir.
Prefiero cuidar de mis hijos, siempre había
salido pronto a trabajar y vuelto tarde. No. No entienden el idioma y lo acusan
en la escuela. Hay que protegerlos y estoy pendiente de ellos.
No tenemos dinero pero disfrutamos de tiempo
para vivir. Gozamos de ese no hacer, esa no obligación y de ese estar en casa
viendo llover en la terraza.
Un día de noviembre, canticos, gritos,
exaltación de la gente en la calle, en
los bares… alboroto, música. Cerramos las contraventanas tiritando de miedo por
vivir en un primer piso. Nos preguntamos:
¿Ese escándalo callejero, esas botellas
rotas sobre el pavimento, ese griterío?
¿Ese hay que celebrar, hay
que celebrar?
─ ¡Hay que celebrar!
Eufóricos:
─ ¡Patxi cabrón! ¡Muerte a los
fascistas! ¡Libertad euskalerria!
Por una rendija vemos una patrulla de policía que vigila. Un tiro hiere a un joven en el
pie… En la finca de enfrente estallan los cristales. ¡Una bomba! Al oír la exclamación ¡Hay una bomba! Salimos
disparados -para ir en concordancia con
el ambiente- al fondo de la vivienda y cobijar a nuestros hijos.
─ ¡Dios! ¿Qué lio es este? Pero… ¿quién
es el tal Patxi? ¿En qué día estábamos? ¿De qué mes? Era un 20 de noviembre. Celebran
la muerte de Francisco Franco. Están homenajeando la muerte del fascista.
Cuando solo se ve la sombra de luz de la farola retozando sobre la muralla,
agitada por el viento del norte, se escucha el chasquido de metales y el
quejido de la puerta. Tapados hasta los ojos, con las luces apagadas, esperamos
que amaine el viento y se lleve el pavor de la celebración del óbito del
dictador.
Entre altos y bajos un suceso chocante e inesperado. Al mes de
estar allí, en el buzón un sobre a nombre de Ce con membrete oficial. Incógnita
sospechosa una carta del Ayuntamiento a mi nombre... ¡Qué raro! ¿Una multa?
¿Una multa del coche que apenas usamos? ¡No, no, no! Asunto: Presidir el tribunal que examina a
los policías que aspiraban a un puesto fijo en el Ayuntamiento. Era obligatorio
actuar. Lo hago, cualquiera dice no en una situación de esta índole y en este
momento. Fue toda una hazaña ser
presidenta sin conocer el euskera ni el temario y estar entre las autoridades
de Iruña.
¿Por qué yo, una autentica desconocida entrando
en el Consistorio de Irún? No logro descifrarlo. Acabada la prueba una
invitación a comer junto con las autoridades de la ciudad. Remuneración: un
fular de color naranja que todavía guardo como recuerdo de algo descabellado.
Conseguí trabajo después de navidades.
¿Quizá por la presidencia de un Tribunal de “Acceso Policías Municipales
Ayuntamiento Irún”? Aun me sonrío al acordarme. ¿O por la baja por maternidad
de una profesora de Historia? No lo sé.
Lo cierto es que me subí a un tren en marcha.
Esa noche chirrió mucho más fuerte la
puerta y junto con el ruido metálico se escucho un susurro de voces femeninas y
una gruesa y ronca de varón. Me estremecí por si era un aquelarre de brujas y
estaban realizando un conjuro. En nuestro piso nadie se alzo de la cama, era
mejor ignorar lo que escuchábamos y pensar que estábamos soñando.
Entro en el aula de tercero B. Ninguna
mesa vacía, predominan los chicarrones típicamente vascos. Rumores entre ellos,
mientras me observan. Subo a la tarina y dejo mis bártulos sobre la mesa..
─ Soy la profesora de Historia de...
Rápidamente, antes de que yo termine la
frase.
─ A ninguno de nosotros nos interesa la
Historia de España, nos interesa la del País Vasco.
Los demás asienten. Atiendo sus razones sin
interrumpirles.
─ Yo, la que conozco bien es la historia
de España, asignatura que estudie durante la carrera y en la que me licencie al
terminar, pero no tengo problema, me prepararé la vuestra y la conoceremos
juntos. Al día siguiente comienzo con Sabino Arana.
En algunos momentos al mirarlos pensaba:
¿Cuántos serán de ETA, la mitad? ¡No! ¡Muchos más de la mitad!
Pocos días después me plantean que les introduzca música
vasca. No sé qué motivo me llevó a aceptar el reto. ¿Quizá miedo o tal vez
profesionalidad? Lo cierto es que a la
semana siguiente en el tocadiscos sonaba:
“Te
conocí en un guateque/ chico alto y delgado/
Parecía
muy decente/ No lo puede resistir/ me vendió la tentación el demonio me venció/
me castigo en el infierno…
Me
propone hacer el amor/ entonces me escandalizo pero acepto/ música rara solo
alaridos/ él se quito la corbata/ me beso muy raro/ ojos de malvado/ un látigo
saco/ dijo que me iba a dar/ por ser puta malvada/esto está muy mal/ Es pecado
mortal y he rezado el padre nuestro y el avemaría/ Señor no fue culpa mía/ yo
no soy una pervertida” (Letra de “Te conocí en un guateque” Grupo: KAKA DE
LUXE)
Comienzo con esta canción de Kaka de
Luxe. Es la forma de introducirlos en un marco más amplio. Intento a
explicarles el proceso de la música en la sociedad del momento y de los movimientos
políticos que provocan ese tipo de música.
Explico la corriente punk (1970) comienza
impulsada por movimientos del mundo anglosajón. Poco después de la muerte del
dictador Francisco Franco aparecen grupos pioneros como la Banda Trapera del
Rio y Kaka de Luxe. Surge la Movida en Madrid, el Rock radical vasco.
Explicar esta música me lleva a
plantearles movimientos sociales, crisis económica, aumento de marginalidad,
aparición de suburbios industriales, transición política, nueva ideología del
hedonismo ácrata y la estética de provocación. Cada quince días escuchamos
música.
Todos los componentes del aula estamos
integrados, es más diría que empezamos a no tener resquemores políticos unos
con los otros.
Las letras de las canciones son “Antisistema
Oficial” El gran problema es la heroína. El porcentaje de miembros muertos en
las bandas es escalofriante. Cada grupo imprime su propio estilo musical. La
izquierda abertzale (1978) en torno a la coalición Herri Batasuna y el
periódico Egin acogen a grupos hedonistas y políticos.
Alumnos y profesora una piña. Soy
consciente que entre ellos hay miembros activos de ETA pero no son mis
enemigos, me protegen, los he aceptado y me han comprendido. No hay radicalidad
entre los diferentes grupos del aula, nos respetamos.
Tiemblan las paredes del instituto, las
alarmas chillan. Cunde el pánico. Por los altavoces se emite: Desalojen el
instituto han explotado tres bombas en el edificio contiguo - Cuartel de la
Guardia Civil-. Calles cortadas, Policías montados a caballo, bombas de humo… Yacen
tres individuos sin edad, totalmente destrozados que todavía no los han tapado
y un joven al que atiende un grupo de
sanitarios.
Agarrada de Eme caminamos los dos, tiritando, a tomar el autobús que nos lleva a
Ondarribia.
Las
enormes olas braman, se intercambian espumas al tiempo que se funden con lluvia
y con relámpagos. La luna, la mayoría de las veces, tiene miedo y se esconde,
no hay forma de encontrarla. La noche que se siente segura se llena de fuerza y
de luz. Se pavonea por el cielo, es su dueña y ejerce tal atracción que es
capaz de hacer que el mar se eleve y rebose. El Cantábrico es una balsa repleta
de plata y estrellas. En la playa sus arenas son desiertos por donde se pierden
los amantes y los barcos bailan tenuemente.
¡Ah… pero la luna es veleta y se cansa
de ser gorda y se enfada y se harta de que
la miren y de que haya pleamar!
Entonces refunfuña y Neptuno se lleva el agua hacia otros lugares. En
ese momento las embarcaciones tiritan y acaban relajándose y se desploman
mientras duermen. La marea baja deja al descubierto las piedra y los escalones del puerto expectantes aguardan
por si alguien al bajar resbala y cae.
Al despuntar la mañana comienza el trajín
camino del puerto. Cestos, redes vozarrones y alguna que otra moto guzzi… Los pescadores se
marchan a faenar por las costas. El pueblo lleno de mujeres y niños duerme
hasta más tarde.
Ana, nuestra vecina y ya gran amiga
llama a la puerta cuando marcha a la compra:
─ Carmen, quieres que te compre algo. Yo
voy al paseo de San Pedro a comprar ¿Qué te merco? ¿Una poca verdura?
─ Gracias, saldremos más tarde cuando
llegue Eme o Ce.
─ Si llaman a la puerta y te dicen que
son de la ETA ábreles y los escondes, no te enfrentes así no te harán nada.
Tranquila.
─ ¿Tranquila dices? ¡Me muero de miedo!
─ Tranquila, tranquila… ¡No son malos
Tras cerrar la puerta, Carmen aun en
shock por el aviso de posible llamada de ETA
a la puerta, escucha por la radio:
“Gatazka (lucha) un nuevo grupo
terrorista, al que se atribuyó ayer el hundimiento de una lancha de vigilancia
de la Armada española llevado a cabo en Fuenterrabía, y que le costó la vida a
un soldado asignado a la custodia del barco. Murió atrapado por un remolino de
agua provocado por la onda expansiva.
Ocurrió el suceso en la bahía que separa
la costa francesa de la española. Un
trueno, un ruido tremendo y sordo” que alarmó
a los vecinos que habitan en
viviendas situadas frente al mar.
Se cree que los terroristas utilizaron
una chalupa similar a las que fondean por la bahía para llegar a la
desembocadura del Bidasoa y cometer el
atentado.
Los arrantzales que habían salido a la
mar esa misma noche regresaron nada más conocer el hecho. El funeral presidido
por el ministro de Defensa, Narcís Serra.(Periódico el País, 15 de mayo 1984)
Tras la brutal sacudida del barco, los
dos jóvenes caen al mar. Uno de ellos logra escapar tras alcanzar la cubierta,
el otro queda aprisionado entre los camarotes.
Trozos de la cubierta, los espejos de la
popa y el gonio del barco, flota en agua de la bahía igual que algunos peces
muertos.
Algo revoluciona mi mente
inesperadamente apartándome del drama que estoy viviendo. El murmullo
ensordecedor de agua arrastra mis ojos hacia otro lugar. En el centro de la
bahía y próxima a la zona meridional de la costa francesa, un remolino de
inmensas y descoordinadas olas.
En aquel momento un surtidor de agua y
espuma en el centro del puerto. Un chorro que no se divisaba con claridad y que
alcanza una altura considerable.
Un pescador encorvado, de pelo cano,
sentado en la dársena de la lonja del pescado, entre redes, laza una
exclamación:
─ Es la tataranieta de Leticia, la
primera ballena a la que se dio nombre.
─ Ha vuelto, ha vuelto, dice la vieja
que rejunta la malla, es ella, la reconozco es, una tataranieta de Leticia,
tiene la misma marca en la cabeza, es la ballena más admirada en Ondarribia.
Cuentan
que la caza de ballenas comenzó en el Cantábrico allá por el siglo XIII y prácticamente
desapareció en el Siglo XVIII. En 1805 se cazó –no fue pescada- una en Ondarribia
que fue visitada por todos los vecinos de los pueblos de alrededor, al
considerarla como “animal raro”. Solo se perseguía a un tipo de ballena:
la Balaena Biscayensis, o ballena
vasca, hoy denominada como ballena blanca del Atlántico Norte o
Eubalaena glacialis.
Las lograban acorralar por nadar
despacio, por su carácter tranquilo, por acercarse mucho a la costa, por entrar
en aguas poco profundas y porque su capa gruesa de grasa les permitía flotar.
Era una ballena buena, correcta. Pasaba el invierno en el golfo de Vizcaya y
entre octubre y marzo se volvía al Atlántico. Los arrantzales la llamaban
Sardako Balea, llegaban en solitario. Se hizo conocida por encallar en Ondarribia
en 1881. La perseguían con un moderno
arcabuz para cazarla (Ignacio Mercader, armador) con arpones provistos de
explosivos que se accionaban eléctricamente.
La presencia de la ballena era mediática para los pescadores de Fuenterrabía. En la actualidad sirve de entretenimiento su búsqueda a los habitantes y forasteros que visitan la villa. Su llegada coincide con la entrada de barcos cargados de anchoas y sardina.
La presencia de la ballena era mediática para los pescadores de Fuenterrabía. En la actualidad sirve de entretenimiento su búsqueda a los habitantes y forasteros que visitan la villa. Su llegada coincide con la entrada de barcos cargados de anchoas y sardina.
Casi todos aceptan que se introducen por
las condiciones climatológicas o por arte de magia o de las brujas de
Zugarramurdi
Leticia aparece en la bahía de Txingudi. Medio
pueblo ha tenido ocasión de verla desde la carretera que sube al faro o desde
la playa.
Leticia ha invadido como cualquier otro
personaje público novelas, narraciones, sueños… incluso se asegura que un perro
se paseaba por su lomo las noches de luna llena, mientras se balancean las
traineras.
“De ella se habla, se exagera, se
discute pero sobre todo se admite que es su mascota, su ballena., desde el
siglo VIII en que aparecieron las primeras por aguas del Cantábrico.
─ Ha vuelto, ha vuelto, la reconozco, es
una tataranieta de Leticia, la ballena más admirada de Ondarribia.
Al entrar en el piso escucho en el
transistor, que no encuentro pero que debe estar muy cerca, la siguiente
noticia:
El sacerdote que oficio el funeral por
el soldado fallecido por la onda
expansiva, comenzó la homilía con estas palabras: “Con este nuevo asesinato se
escribe una de las páginas más negras y desgraciadas de nuestro pueblo; la
sangre derramada hoy clama al cielo”. Continuo: “Os hablo a vosotros, asesinos,
a los que os otorgáis el titulo de
salvadores de pueblo euskaldun: basta ya de matar. (Edición impresa /El País.
15 de mayo 1984)
¡Qué horror, Dios!
José Miguel, nuestro vecino y gran amigo
está en la mar aquella madrugada como patrón en su barco “Ama Guadalupe” y como
Presidente de la “Cofradía de Pescadores”. Ante tal desatino de sermón y por
motivos político tuvo que marchar a Madrid para solventar graves problemas de
convivencia..
A partir de este momento huelgas y
revueltas a diario.
La llegada de los barcos pesqueros era
todo un acontecimiento. Los pescados iban de la lonja del pescado al paseo de
San Pedro donde los propios pescadores o sus mujeres los vendían. Allí el ruido
me recordaba nuestras “mascletás” o la
bulla dels “trons de bacs”, que nos agradaban pero que no discernimos con
precisión.
Durante los primeros meses nos
observaban, nos señalaban con los dedos: “Ahí andan los valencianos, siempre
están en la calle o en la terraza de su casa…aunque llueva”.
Con el paso del tiempo descubrieron que
nuestro sol nos llevaba a pasear, a estar al aire libre y allí… por inercia lo
seguíamos haciendo aunque diluviara. Botas de agua, chubasquero y a la calle o
al espigón.
─ ¡Qué olas más soberbias, qué
entreluces en el cielo. ¡Quiero pintarlos!
─ ¡Ce, no seas imprudente, no te
acerques tanto! Es peligroso.
Pasan los días y los meses. Estamos
totalmente integrados en el pueblo. Vivimos entre la cotidianidad y la
obligación diaria. Las excursiones por el País vasco español y francés, las
reuniones con nuestros amigos y un sinfín… de cosas
El miedo está ahí, en la calle, pero
intentamos no verlo.
La puerta de acceso a nuestra finca
sigue chirriando día y noche. En la madrugada la seguimos escuchando fuerte,
como aullido de lobo, pero no nos
asusta. Hemos estado observando desde la ventana de nuestra habitación en
varios momentos diferentes y lo que entra y sale del portal es una bruja
clandestina disfrazada de “Lechera”. Trae un recipiente grande de metal del que
extrae una riquísima leche de vaca que deposita en los cacharros que dejamos
allí los vecinos para ello. Cierto es que su aspecto es de bruja, incluso
parece que se aleja sobre una escoba pero el manjar que nos deja es divino.
El miedo, los miedos se han ido
diluyendo. Cuando nos ven paseando bajo la lluvia empapados o mirando las
mareas o al coger el autobús para ir al instituto se escucha:
─ Mira los valencianos que jatorras son,
no tienen miedo al frio ni a la lluvia.
Eme, este mediodía ha vuelto nervioso
del Pio Baroja.
─ Ce, es posible que la primera semana
de abril publique en el BOE el concurso de traslados. Comienza la incertidumbre
y los nervios.
─ No, hoy no hay nada.
─ Tampoco aparece nada.
Así todo el mes de abril. Nervios por la
situación, por lo que pueda pasar, por lo desconocido de las circunstancias.
Metidos en mayo me sigo sintiendo Catalina por
el desconcierto de lluvias, granizo, frio, calor… ¿Recordáis lo que me
preguntaba? También a mí me hizo caer en la balanza de la sumisión cuando me
decía:
─ Mira como brilla el sol
Yo veía como caía el chaparrón y le
contestaba:
─ No hay nubes… El cielo está totalmente
azul.
Eme, viene acalorado de la carrera que
se ha dado para llegar pronto a casa. Abre la puerta, me abraza:
Están los traslados. Me han dado plaza
en Valencia capital.
Me emociono y lloro. Pero tengo un
problema grande no sé si lloro de alegría por volver a casa o porque me voy de
aquí.
Uno de los hijos tampoco quiere irse.
Nos queda una pequeña duda, la lista aun
no es definitiva puede tener algún cambio.
Pocos días después llega con una sonrisa
de parte de parte casi diría que no le cambe en la boca. Me aprieta con fuerza:
Ce, nos vamos a Valencia. Estoy feliz,
tengo plaza en el IES Juan de Garay, está muy cerca de nuestra casa.
Pienso en el lio que es recoger todos
los bártulos para regresar a finales de junio a Valencia. En julio la casa de
Aroca Punta esta alquilada a los veraneantes.
Hay que recoger ropa, libros y un
etcétera, etcétera, etcétera pero lo más difícil de dejar, y no nos lo podemos
llevar, es a Ana Mari y a José Miguel, nuestra familia vasca, nuestros
salvadores en el día a día desde el principio hasta el final,
Hay una dura contienda entre la ida a
nuestra casa y la partida de esta.
Hemos de empaquetar y recoger multitud
de cosas, desechar otras, ir todos los días a dar clase, corregir exámenes
finales…
Los alumnos:
─ Ce, no te vayas. Convence a Eme y
quedaros.
─ No puede ser, Eme tiene allí su plaza,
su trabajo.
Entre lloros partimos. Tenemos
diferentes motivos para el regreso rápido. Uno de ellos y fundamental es mi examen
de oposición, que comienza a mediados de
julio en Valencia.
─ No me presento. Eme, no puedo
presentarme no he estudiado, tengo los nervios a flor de piel, estoy mal. No,
ya me presentare en la posterior convocatoria.
─ Ce tienes que ir, vas y si no puedes,
te sales.
Llega
el día. Me presento. Nerviosa no, histérica. Saco las bolas del bombo y dos
temas: a) Impresionismo. B) Civilizaciones actuales en África y Asia, Elijo en
primero, Me encierran en un aula, Eme se va a tráeme libros para preparar el
tema, cuando llega le digo:
─ No lo hago, voy a exponer el de las
civilizaciones que es menos conocido.
─ ¿Quieres que te traiga algo?
─ No, está terminando la segunda hora.
Ha pasado el tiempo y vienen a por mí.
Me voy directa a la pizarra dibujo África y comienzo.
Al terminar me llama la presidenta del
tribunal.
─ Por favor acérquese.
¡Dios que habré dicho!
Me acerco.
─ “Nos ha tenido usted en vilo durante
toda su exposición, pendiente de si se tragaba
el clip que se llevaba de los labios al bolsillo y viceversa. No hemos
querido decirle nada para no interrumpirla pero hemos estado muy preocupados
por si se lo tragaba.
Veo que le gusta África le voy a dar
bibliografía de libros de cuentos sobre este tema pues veo que le atrae ese
continente.
Tomo nota. No los puede comprar pues fui
incapaz de leer lo que había escrito. Totalmente ilegible la letra, estaba tan
nerviosa que no sé qué garabatos hice.
Salieron las listas, era el número uno,
empatada con otro. No hubo problema para elegir plaza.
La tragicomedia de la introducción termino
en una especie de relato-aventura, no como se vaticinó al principio del relato.
Tiresias, nos presagio penalidades al comienzo
pero nos auguro un bonito y prospero final y así es. Los dos conseguimos la
meta. Hubo que luchar contra algún monstruo de siete cabezas, contra las
brujas…
¿Pero que son las brujas?
Azkue, en su libro dice: que si una
persona es capaz de tocarse la muñeca con el dedo pulgar (de la misma mano) es
bruja, o cuando consigue rodear la muñeca con el meñique y el pulgar de la otra
mano, además las personas que no tienen lunares son brujas.
Las brujas han escapado volando…quieren
reunirse en Aquelarre en cualquier lugar
entre montañas.
El relato también quiso fugarse y aguarda su lectura en el bosque junto
a la lumbre encendida de un gnomo. Allí, Eme me espera bajo una pequeña seta,
acompañado de magia, fantasía, duendes y
seres fabulosos. Él sabe que un día yo me escapare… e iré a buscarlo.
Carmen
Berga Benedito Diciembre
La
Eliana, diciembre 2015
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